LLEGÓ EL CARNAVALÓN
Domingo 26 de Febrero 2017
Reflexión homilética para el VIII domingo del Tiempo Ordinario, ciclo A
Hace muchos años en la Iglesia, para
prepararse a la cuaresma, los fieles solían tener unos días de descanso y de
diversión con la no mala, sino buena intención, de prepararse a comenzar las
penitencias cuaresmales que por cierto entonces eran muy fuertes, sobre todo en
cuestiones de ayuno y abstinencia.
Precisamente el nombre que dieron a esos
tres días: domingo, lunes y martes antes del miércoles de ceniza, era el nombre
de “carnaval”, que significa “adiós a la carne” ya que no la verían hasta la
Pascua.
Ahora, lamentablemente, se ha alargado el
carnaval y no solo tres días sino varias semanas y en algunos lugares hasta
meses. Algo que no tiene nada que ver con la liturgia católica.
Bien, pues eso eran los famosos días de
carnaval e incluso a veces se le daba el nombre de “carnavalón”.
Vayamos a las lecturas de hoy.
Isaías
Amigo, posiblemente muchas veces te has
quejado diciendo o directamente a Dios o a la gente que te acompaña:
Dios se olvidó de mí… A mí Dios no me
quiere…
O a Dios mismo le has dicho: ¿por qué me
has abandonado, Señor? ¿Qué te he hecho? ¡Yo no me merecía esto!
Escucha bien las quejas que ponía Isaías en
labios de Sión, el corazón del pueblo de Dios:
“Me ha abandonado el
Señor, mi Dueño me ha olvidado”.
Así hablaba el pueblo pero Dios fiel le
respondía… y te responde a ti también:
“¿Es que puede una
madre olvidarse de su criatura, no conmoverse por el hijo de sus entrañas?
Pues, aunque ella se
olvide, yo no te olvidaré”.
Piensa eso mismo en los momentos difíciles
y confía en el Señor, ya que al final vemos cómo la providencia de Dios triunfa
siempre.
Salmo
responsorial
Precisamente como respuesta a esas quejas
de Sión el salmo (61) te invita a poner toda tu confianza, más aún “a descansar solo en Dios”.
Precioso salmo que te invito a leerlo
entero:
“Solo en Dios
descansa mi alma porque de Él viene mi salvación…
Descansa solo en Dios
alma mía porque Él es mi esperanza…
De Dios viene mi
salvación y mi gloria”.
El hijo de Dios que tiene fe sabe descansar
sobre el corazón de su Padre.
San
Pablo
El apóstol nos invita a no juzgar antes de
tiempo y dejar que sea el mismo Señor quien como único juez ilumine las
distintas situaciones:
“Él iluminará lo que esconden
las tinieblas y pondrá al descubierto los designios del corazón; entonces cada
uno recibirá la alabanza de Dios”.
Pablo se siente administrador de Dios en su
apostolado y advierte que lo que se pide al administrador es que sea fiel.
Por eso no le importa lo que digan los
hombres:
“Ni siquiera yo me
juzgo”.
Evangelio
El Evangelio nos advierte que tenemos que
ser fieles al único Señor y que no podemos trampear con “una vela a Dios y otra al diablo”.
Por eso Jesús nos advierte:
“Nadie puede servir a
dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro”.
Y saca la aplicación claramente:
“Nadie puede servir
a Dios y al dinero”.
Y sigue concretando el Maestro:
“No estéis agobiados
por la vida, pensando qué vais a comer o beber; ni por el cuerpo pensando con
qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento y el cuerpo que el
vestido?”
Cuando un padre de familia quiere a sus
hijos, si tiene jaulas con pajaritos y muchas flores en el jardín, es porque ya
ha dado a los hijos todo lo que necesitan y tiene tiempo para pajaritos y
flores. Meditemos una vez más la ternura de esta frase:
“Mirad a los pájaros:
ni siembran, ni siegan, ni almacenan y sin embargo vuestro Padre celestial los
alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos?
Amigo, confía siempre en el Señor. “Busca el Reino de Dios y su justicia; lo
demás se te dará por añadidura”.
Termina Jesús dándonos un consejo muy
concreto:
“No se agobien por el
mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le basta su propio
afán”.
Y ahora amigos, pasando el “carnavalón”,
entremos con humildad y sencillez en el templo para recibir la ceniza que nos
invita a vivir la oración, el ayuno y la limosna con mayor intensidad en la
cuaresma.
José Ignacio Alemany Grau, obispo