La Iglesia celebra hoy al Buen Pastor.
Para ello se ha centrado en el capítulo 10
de San Juan y lo ha repartido entre los tres ciclos.
Al ciclo C, el nuestro, le toca la última
parte y más pequeña, pero meditaremos todo el conjunto, cuando llegue el
momento.
Oración
colecta
Esta oración centra el pensamiento del día
del Buen Pastor:
“Dios todopoderoso y eterno que has dado a
tu Iglesia el gozo inmenso de la resurrección de Jesucristo, concédenos también
la alegría eterna del Reino de tus elegidos para que así, el débil rebaño de tu
Hijo tenga parte en la admirable victoria de su Pastor”.
Y la oración final nos invitará a concluir,
llamando a Dios Padre, “Pastor bueno”:
Recemos:
“Pastor bueno, vela con solicitud sobre
nosotros y haz que el rebaño adquirido por la sangre de tu Hijo pueda gozar
eternamente de las verdes praderas de tu reino”.
La
primera lectura es de los Hechos de los apóstoles y nos presenta el gran esfuerzo
que hacen los primeros pastores para superar las mentalidades del Antiguo
Testamento y abrir la puerta del Evangelio a todos los pueblos.
Los protagonistas son Pablo y Bernabé.
Van a predicar a los judíos y éstos los
rechazan.
Los desprecian, los insultan y a veces los
apedrean.
Los dos santos comprenden la lección y
dicen las palabras que te invito a meditar porque así empezó a correr el
Evangelio por el mundo hasta que llegó a tu familia y hasta ti.
Piénsalo que no es broma.
En este párrafo de los Hechos, dirigido a
los judíos, está el comienzo de la evangelización por occidente:
“Teníamos que
anunciaros primero a vosotros la Palabra de Dios; pero como la rechazáis y no os
consideráis dignos de la vida eterna; sabed que nos dedicamos a los gentiles.
Así nos lo ha mandado el Señor: Yo te haré luz de los gentiles para que lleves
la salvación hasta el extremo de la tierra”.
Pablo y Bernabé fueron grandes pastores
según el corazón de Cristo. Su decisión llenó de alegría a los gentiles.
Salmo
responsorial
Si Dios es el Pastor (el salmo se refiere a
Dios en el Antiguo Testamento) nosotros somos su rebaño, su pueblo:
“Sabed que el Señor
es Dios: que Él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño”.
El
Apocalipsis nos presenta cómo es la presencia gloriosa de los santos en el
cielo.
Todos están en pie (como el Cordero
degollado) en señal de triunfo.
Entre ellos hoy se nos presentan los
mártires.
Son multitud de todos los tiempos. También los
de hoy.
Han aprovechado la sangre del Buen Pastor y
“lavado y blanqueado sus vestiduras en la
sangra del Cordero”.
Eso de que la sangre blanquea es un
simbolismo poco lógico pero muy significativo: triunfaron con Jesús para
siempre.
“Ya no pasarán hambre
ni sed… porque el Cordero que está delante del trono será su pastor y los
conducirá a fuentes de agua viva”.
El
verso aleluyático nos invita a repetir:
“Yo soy el Buen
Pastor, conozco a mis ovejas y las mías me conocen”.
Que Jesús te conoce es claro: ¡es Dios!
Pero ¿tú conoces a Jesús? ¿Qué sabes de Él?
¿Lo sigues seguro aunque sea por “cañadas
oscuras”?
El
Evangelio, después de explicar cómo Jesús es Puerta y Pastor, después de una
dolorosa disputa con los judíos, el Maestro vuelve a la comparación del Pastor.
Cada palabra de este breve párrafo es un
tesoro:
-
“Mis ovejas escuchan mi voz”... ¿conoces la voz y enseñanzas de
Jesús?
-
“Yo las conozco”… ¡maravilloso! Los hombres se
equivocan: no me conocen, pero Jesús sí me conoce.
-
“Y me siguen”: teóricamente lo seguimos, pero en
la práctica y en los detalles que manifiestan la verdad, ¿acompañamos a Jesús?
-
“Y yo les doy vida eterna”: ¿qué más pudo hacer Jesús por ti?
-
“No perecerán ni las arrebatarán de
mi mano”: vive
seguro porque Jesús, que es el más fuerte, está contigo.
Y aún hay más:
-
El
Padre también es pastor y entre pastores nos sentimos seguros.
-
Ellos
dos jamás se pelean: son uno. Sí, el Padre y el Hijo son un Dios con el
Espíritu Santo.
Gracias Jesús, Buen Pastor, en este
domingo te pedimos que nos des muchos pastores santos que nos guíen hacia ti.
José Ignacio Alemany Grau, obispo