Hoy
los Hechos nos presentan uno de los graves problemas que surgieron en la
comunidad cristiana de Antioquía:
Unos de Jerusalén llegan diciendo que si
los paganos no se circuncidan según la ley de Moisés, no se podrán salvar.
El problema es grave.
Dan prioridad a la ley de Moisés en vez de
acoger la nueva del Evangelio:
“Nos salvamos por el
bautismo y la fe en la gracia”.
¿Cómo lo solucionaron?
Una delegación con Pablo y Bernabé a la
cabeza viaja a Jerusalén.
Exponen la situación con libertad.
Se discute largamente.
Pedro llega a decir “¿cómo imponerles (a los paganos convertidos) un yugo que ni nosotros ni nuestros padres han podido soportar?... Lo
mismo ellos que nosotros nos salvamos por la gracia del Señor Jesús”.
Pablo y los suyos regresan con una preciosa
carta que concluye con estas bellísimas palabras que indican la fe profunda de
los apóstoles en Jesús y en el Espíritu Santo recibido en Pentecostés:
“Hemos decidido, el
Espíritu Santo y nosotros, no imponer más cargas que las indispensables…”
Felices con esta solución empezaron la gran
misión de Macedonia y de Acaya.
Salmo
66
El salmo nos lleva a la alabanza desde una
visión misionera que es la que vive la Iglesia de Jesús en estos tiempos que
vamos meditando.
Tiempos en que vemos los primeros frutos de
la Pascua del Redentor:
“Oh Dios que te
alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
Que canten de alegría
las naciones porque riges el mundo con justicia…
Que Dios nos bendiga
que le teman hasta los confines del orbe”.
Apocalipsis
El Apocalipsis nos presenta el triunfo
total de Jesús, el Cordero, y su Esposa, la Iglesia.
Es una descripción bellísima con todo un
derroche deslumbrante de riquezas y piedras preciosas.
En ellos brilla la luz como algo
fundamental que nos recuerda lo que dice Juan sobre el Verbo, en el prólogo de
su Evangelio:
“En Él estaba la vida
y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla… El Verbo era la luz
verdadera que alumbra a todo hombre viniendo al mundo”.
Su presencia en la ciudad de Jerusalén hace
que no haga falta otra luz. Por eso “la
ciudad no necesita sol ni luna que la alumbre porque la gloria de Dios la
ilumina y su lámpara es el Cordero”.
Verso
aleluyático
“El que me ama
guardará mi Palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a Él”.
Dios habita en nosotros como la luz en la
nueva Jerusalén.
Si ahora no lo vemos es porque estamos en
una etapa de fe que asegura nuestra esperanza.
Evangelio
San Juan nos presenta muchos pensamientos
que te invito a profundizar. Hazlo con fe.
Te desgrano algunos sueltos para ayudarte:
-
“El que me ama guardará mi
Palabra”.
¿Cuál es el fruto inmediato?
Tendremos el amor del Padre.
-
“Y vendremos a Él”.
No olvides que se trata de la
presencia de la Santísima Trinidad en el corazón de cada creyente. No es algo pasajero: “permaneceremos”.
En ti vive la Trinidad Santa. ¡Es
de fe!
-
“El que no me ama no guardará mis
palabras”.
Es la postura del pecador que
rechaza a Jesús y al Padre.
-
Promesa
del Espíritu Santo que “enviará el Padre
en mi nombre y será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os
he dicho”.
Ese fue el servicio del Espíritu
Santo a los apóstoles. Jesús lo pidió para ellos y para todos nosotros.
-
Finalmente
ofrece la paz. Es un don que irá dando Él mismo a los suyos después de la
resurrección.
Medita las últimas palabras llenas de gozo
por parte de Jesús y que fueron poco entendidas por los apóstoles entonces.
La Pascua avanza, amigos, pero nos deja
dones maravillosos, fruto de la pasión y triunfo de Jesús.
Goza y graba en tu corazón.
José Ignacio Alemany Grau, obispo