TERCERA EPIFANÍA: CANÁ
Este año en mis reflexiones he querido
insistir en la profundidad de lo que la liturgia llama la “Epifanía del Señor”,
amigos todos, para que descubramos la importancia de esta manifestación.
Sabemos que Dios envió a su Hijo y tenía
que presentarlo de alguna manera a la humanidad para que lo aceptara como tal.
¿Cómo lo fue haciendo?
En primer lugar lo manifestó a unos
pastores para que los sencillos del pueblo de Israel fueran testigos de esta presencia
de Dios en el mundo.
Lo manifestó después a los magos, trayendo de lejos a los gentiles para que pudieran
entrar en el Reino, ya que el Salvador viene para toda la humanidad.
Cuando Jesús se presenta en el Jordán Dios
hace también una grandiosa manifestación en la que habla el Padre y el Espíritu
aparece en forma de paloma. Esta Trinidad la completa el Verbo que está en
Jesús en el río.
Hoy es San Juan quien nos cuenta una
manifestación pública del poder de Jesucristo, como Dios que es, haciendo un
milagro grande muy significativo, tanto por el hecho mismo de convertir el agua
en vino como por la cantidad desbordante del mismo: así es la generosidad de
Dios en la redención.
Como un paréntesis, y riqueza al mismo tiempo,
es oportuno que sepamos que el Evangelio de San Juan se llama el “libro de los
signos” porque este es el nombre que da el evangelista a los milagros de Jesús.
Para tu conocimiento es bueno que sepas
cuáles son éstos con los que Jesucristo manifiesta su divino poder:
-
El
milagro de hoy en Caná.
-
La
curación del ciego de nacimiento.
-
La
resurrección de Lázaro.
-
La
multiplicación de los panes.
-
La
curación del tullido de la piscina de Betesda.
-
La
curación del hijo del funcionario.
-
Caminar
sobre el mar.
Vayamos a las lecturas del día.
En el trasfondo de este día debemos
descubrir el amor divino presentado de una u otra forma bajo la imagen del
desposorio.
Isaías
en el Antiguo Testamento nos lo dice de esta manera, refiriéndose a Jerusalén:
“Ya no te llamarán
abandonada ni a tu tierra devastada; a ti te llamarán mi favorita y a tu tierra
desposada, porque el Señor te prefiere a ti, y tu tierra tendrá marido. Como un
joven se casa con su novia, así te desposa el que te construyó; la alegría que
encuentra el marido con su esposa la encontrará tu Dios contigo”.
Es evidente que aquí el Señor se manifiesta
muy amoroso con su pueblo Israel presentándose como un verdadero amante. En
este amor se incluye su amor a la Iglesia y a cada uno de nosotros.
El
salmo 95 es una invitación a cantar las maravillas que ha hecho el Señor a
todas las naciones:
“Cantad al Señor un
cántico nuevo, cantad al Señor toda la tierra; cantad al Señor, bendecid su
nombre, proclamad día tras día su victoria”.
Pablo,
en la primera carta a los Corintios, nos habla de la diversidad de carismas que
son los dones o regalos con que el Espíritu de Dios embellece a la Iglesia.
Nos invita a pensar cómo a través de las
diferencias y diversidad de dones, es el mismo Espíritu el que actúa no para
orgullo personal de nadie sino para riqueza de toda la comunidad.
Será bueno que lo meditemos para evitar
tantos problemas que surgen muchas veces en las comunidades cristianas y que
terminan con chismes, divisiones, envidias, etc.:
“Hay diversidad de
carismas, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios pero un mismo
Señor, y hay diversidad de actuaciones pero un mismo Dios que obra todo en
todos”.
Y con toda claridad nos advierte San Pablo
que todo esto no es para negocio o soberbia personal sino para el bien común:
“Así uno recibe el
Espíritu de hablar con sabiduría; otro el hablar con inteligencia, según el
mismo Espíritu. Hay quien por el mismo Espíritu recibe el don de la fe…”
Nos advierte el Apóstol que es el “mismo y único Espíritu quien obra todo esto,
repartiendo a cada uno en particular como Él quiere”.
Qué distinta serían nuestras comunidades y
parroquias si tuviéramos esto en cuenta.
Finalmente
meditemos algunos detalles del Evangelio:
“La abundancia del vino, las alusiones a la
nueva alianza, la mención de la hora y sobre todo el banquete de bodas del
esposo (al que aludió Juan Bautista hace poco) hacen de este signo una
manifestación mesiánica”. Todo ello se refiere al Mesías ungido.
Algún punto concreto:
* Llama la atención que Jesús se dirija a
su Madre como “Mujer”.
Lo entenderemos mejor si recordamos que le
dará este mismo nombre cuando ella esté al pie de la cruz (“Mujer he ahí a tu hijo”), aludiendo también al Génesis 3,15: “Pongo hostilidad entre ti y la Mujer…”.
Completando el sentido de la palabra mujer
podremos añadir este texto de Pablo: “Dios
envió a su Hijo nacido de Mujer” (Ga 4,4).
* Respecto de la palabra hora: “La hora de
Jesús es la hora de su glorificación y de su vuelta al Padre tras su muerte y
resurrección”.
Esa hora será también la hora de María que
lo acompañó hasta el final.
La Tradición de la Iglesia ve en este hecho
cómo la intercesión de María consiguió adelantar la glorificación de Jesús
mediante este gran milagro.
Terminemos recordando cómo con este milagro
y su presencia en Caná Jesús ha querido
exaltar el amor humano del matrimonio.
José Ignacio Alemany Grau, obispo
¿Y a ti, amigo, no te emociona pensar
cuánto amor y misericordia te ha manifestado el Señor por medio de tantos
detalles en la historia de la salvación?