14 de enero de 2016

II domingo del Tiempo Ordinario, ciclo C

TERCERA EPIFANÍA: CANÁ

Este año en mis reflexiones he querido insistir en la profundidad de lo que la liturgia llama la “Epifanía del Señor”, amigos todos, para que descubramos la importancia de esta manifestación.
Sabemos que Dios envió a su Hijo y tenía que presentarlo de alguna manera a la humanidad para que lo aceptara como tal.
¿Cómo lo fue haciendo?

En primer lugar lo manifestó a unos pastores para que los sencillos del pueblo de Israel fueran testigos de esta presencia de Dios en el mundo.
Lo manifestó después a los magos, trayendo  de lejos a los gentiles para que pudieran entrar en el Reino, ya que el Salvador viene para toda la humanidad.
Cuando Jesús se presenta en el Jordán Dios hace también una grandiosa manifestación en la que habla el Padre y el Espíritu aparece en forma de paloma. Esta Trinidad la completa el Verbo que está en Jesús en el río.
Hoy es San Juan quien nos cuenta una manifestación pública del poder de Jesucristo, como Dios que es, haciendo un milagro grande muy significativo, tanto por el hecho mismo de convertir el agua en vino como por la cantidad desbordante del mismo: así es la generosidad de Dios en la redención.
Como un paréntesis, y riqueza al mismo tiempo, es oportuno que sepamos que el Evangelio de San Juan se llama el “libro de los signos” porque este es el nombre que da el evangelista a los milagros de Jesús.
Para tu conocimiento es bueno que sepas cuáles son éstos con los que Jesucristo manifiesta su divino poder:
-          El milagro de hoy en Caná.
-          La curación del ciego de nacimiento.
-          La resurrección de Lázaro.
-          La multiplicación de los panes.
-          La curación del tullido de la piscina de Betesda.
-          La curación del hijo del funcionario.
-          Caminar sobre el mar.

Vayamos a las lecturas del día.
En el trasfondo de este día debemos descubrir el amor divino presentado de una u otra forma bajo la imagen del desposorio.
*        Isaías en el Antiguo Testamento nos lo dice de esta manera, refiriéndose a Jerusalén:
“Ya no te llamarán abandonada ni a tu tierra devastada; a ti te llamarán mi favorita y a tu tierra desposada, porque el Señor te prefiere a ti, y tu tierra tendrá marido. Como un joven se casa con su novia, así te desposa el que te construyó; la alegría que encuentra el marido con su esposa la encontrará tu Dios contigo”.
Es evidente que aquí el Señor se manifiesta muy amoroso con su pueblo Israel presentándose como un verdadero amante. En este amor se incluye su amor a la Iglesia y a cada uno de nosotros.
*       El salmo 95 es una invitación a cantar las maravillas que ha hecho el Señor a todas las naciones:
“Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor toda la tierra; cantad al Señor, bendecid su nombre, proclamad día tras día su victoria”.
*       Pablo, en la primera carta a los Corintios, nos habla de la diversidad de carismas que son los dones o regalos con que el Espíritu de Dios embellece          a la Iglesia.
Nos invita a pensar cómo a través de las diferencias y diversidad de dones, es el mismo Espíritu el que actúa no para orgullo personal de nadie sino para riqueza de toda la comunidad.
Será bueno que lo meditemos para evitar tantos problemas que surgen muchas veces en las comunidades cristianas y que terminan con chismes, divisiones, envidias, etc.:
“Hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios pero un mismo Señor, y hay diversidad de actuaciones pero un mismo Dios que obra todo en todos”.
Y con toda claridad nos advierte San Pablo que todo esto no es para negocio o soberbia personal sino para el bien común:
“Así uno recibe el Espíritu de hablar con sabiduría; otro el hablar con inteligencia, según el mismo Espíritu. Hay quien por el mismo Espíritu recibe el don de la fe…”
Nos advierte el Apóstol que es el “mismo y único Espíritu quien obra todo esto, repartiendo a cada uno en particular como Él quiere”.
Qué distinta serían nuestras comunidades y parroquias si tuviéramos esto en cuenta.
*       Finalmente meditemos algunos detalles del Evangelio:
“La abundancia del vino, las alusiones a la nueva alianza, la mención de la hora y sobre todo el banquete de bodas del esposo (al que aludió Juan Bautista hace poco) hacen de este signo una manifestación mesiánica”. Todo ello se refiere al Mesías ungido.

Algún punto concreto:
* Llama la atención que Jesús se dirija a su Madre como “Mujer”.
Lo entenderemos mejor si recordamos que le dará este mismo nombre cuando ella esté al pie de la cruz (“Mujer he ahí a tu hijo”), aludiendo también al Génesis 3,15: “Pongo hostilidad entre ti y la Mujer…”.
Completando el sentido de la palabra mujer podremos añadir este texto de Pablo: “Dios envió a su Hijo nacido de Mujer” (Ga 4,4).
* Respecto de la palabra hora: “La hora de Jesús es la hora de su glorificación y de su vuelta al Padre tras su muerte y resurrección”.
Esa hora será también la hora de María que lo acompañó hasta el final.
La Tradición de la Iglesia ve en este hecho cómo la intercesión de María consiguió adelantar la glorificación de Jesús mediante este gran milagro.

Terminemos recordando cómo con este milagro y su presencia en Caná Jesús ha querido  exaltar el amor humano del matrimonio.
José Ignacio Alemany Grau, obispo
 ¿Y a ti, amigo, no te emociona pensar cuánto amor y misericordia te ha manifestado el Señor por medio de tantos detalles en la historia de la salvación?