26 de noviembre de 2015

Reflexión homilética para el I domingo Adviento, ciclo C

ADVIENTO: VINO, VIENE Y VENDRÁ

Adviento es que Jesús vino, viene y vendrá.
La carta a los Hebreos lo decía así:
“Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre”.
* Jesús vino en la encarnación y se metió entre nosotros, hasta la entrega total del amor en la muerte y resurrección.
* Jesús viene cada día porque “está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo”. Viene en cada sacramento sobre todo en la Eucaristía. Viene al reunirnos en su nombre. Viene en el más pequeño de los hombres que encontramos por el camino.
* Jesús vendrá:
La Iglesia lo espera con impaciencia al fin de los tiempos, cuando Jesús será glorificado ante toda la humanidad. A esta venida la llamamos “Parusía” y la Iglesia nos enseña a pedir: “¡ven, Señor Jesús!”
Cada año hacemos también una espera de amor, recordando los siglos de espera en el Antiguo Testamento y completándolo con la vivencia de la ternura de Dios en Navidad.

Hoy entramos en el ciclo C del año litúrgico y el evangelista que nos va a acompañar será San Lucas, el “querido médico” (Col 4,14) y escritor que nos dejó el tercer Evangelio y los Hechos de los apóstoles.
Él pondrá el acento en el trato de Jesús a las mujeres, en los pobres y en la misericordia de Dios, como podremos ir señalando a lo largo del año.
El evangelista Lucas será, precisamente, el que nos dará un aporte especial en el Año Santo que comenzaremos el día de la Inmaculada.

Tengamos también hoy un recuerdo especial para los mártires Miguel, Zbigniew y Sandro, sacerdotes  que serán beatificados en Chimbote el día cinco de diciembre. Que ellos fortalezcan nuestra fe con su intercesión.

*       Y viniendo a las lecturas de este primer domingo de Adviento comenzaremos por el Evangelio.
Comienza Lucas transmitiéndonos un mensaje apocalíptico que es eco del Antiguo Testamento y presenta el fin del mundo con diversos cataclismos, hasta que aparezca el Señor con gloria:
“Entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y majestad.
Esa será la señal de la liberación total que trae Jesús a los suyos: “alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación”.
Por este motivo Jesús nos da unos consejos para poder “mantenernos en pie ante el Hijo del hombre”, es decir, con seguridad y sin temor a ser condenados:
“Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel día…
Estad siempre despiertos pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir”.
*       Jeremías, por su parte, nos profetiza un tiempo especial de bendición y paz que llegará por medio de un descendiente de David:
“En aquellos días y en aquella hora suscitaré a David un descendiente legítimo que hará justicia y derecho en la tierra”.
Llegarán días en que Dios cumplirá su promesa que traerá la salvación y la paz a Jerusalén:
“En aquellos días se salvará Judá y en Jerusalén vivirán tranquilos”.
*       San Pablo invita a los Tesalonicenses, en su primera carta, que es el escrito más antiguo de todo el Nuevo Testamento, a que vivan siempre preparados para que cuando venga Jesús en la “Parusía” puedan llegar felices al Padre Dios:
“El Señor os fortalezca internamente para que cuando Jesús, nuestro Señor, vuelva acompañado de todos sus santos os presentéis santos e irreprensibles ante Dios nuestro Padre”.
Esto es lo que según el mismo Pablo ya les había enseñado:
“Habéis aprendido de nosotros cómo proceder para agradar a Dios; pues proceded así y seguid adelante”.
Todo esto no necesita explicación sino meditación por nuestra parte.
*       El salmo responsorial (24) nos invita a la confianza en Dios:
“A ti, Señor, levanto mi alma… Señor enséñame tus caminos… haz que camine con lealtad.
El Señor es bueno… hace caminar a los humildes con rectitud.
Las sendas del Señor son misericordia y lealtad”.

Terminemos pidiendo a Dios “que muestre su misericordia y nos dé su salvación”, como dice el salmo aleluyático, y que este tiempo de Adviento sea un tiempo de gozosa espera para la próxima Navidad que se repite cada año, hasta que llegue el encuentro definitivo con Dios que vendrá.

José Ignacio Alemany Grau, obispo