EL CIEGO QUE VIO
Nos enseña el amor infinito de Dios que “amó tanto al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en Él, sino que tengan vida eterna”.
Pero, con el permiso que nos da en este día la liturgia oficial, vamos a comentar el capítulo nueve de san Juan.
Es bellísimo.
Además se trata del único joven que se lo jugó todo por Jesús; hasta llegar a ser excomulgado.
El prefacio nos presenta de esta manera la escena, pasando de la reflexión de la luz de los ojos a la luz de la fe:
“(Jesucristo) que se hizo hombre para conducir al género humano, peregrino en tinieblas, al esplendor de la fe y a los que nacieron esclavos del pecado los hizo renacer por el bautismo, transformándolos en hijos adoptivos”.
Veamos las distintas partes del relato:
* El milagro maravilloso. La curación del ciego de nacimiento.
Hay que advertir que el joven no vio a Jesús porque recobró la vista después de lavarse en la piscina de Siloé.
* Discusiones entre el ciego y los vecinos.
Discusiones simples de los sencillos que admiran el milagro sin prejuicios y preguntan cómo ha sido. La respuesta sencilla también del joven que explicó: “ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé y empecé a ver”.
* Discusiones entre los fariseos y el ciego.
Los fariseos, aparte de los prejuicios contra Jesús porque se va haciendo más famoso y aceptado que ellos, están felices porque ya tienen motivo para acusarlo: “curó en sábado”.
El joven explica de nuevo con sencillez y manifiesta su seguridad de que “Jesús es un profeta”.
* Los fariseos y los padres del ciego.
Los fariseos llaman a los padres del joven y preguntan. Ellos ven la malicia y se lavan las manos diciendo: “preguntádselo a él que es mayor y puede explicarse”.
* Segundo encuentro de los fariseos con el que fue ciego.
Llaman al que había sido ciego para conseguir que cambie de opinión y no haga más famoso a Jesús ante el pueblo.
Quieren que diga a todos que Jesús es un “gran pecador”.
El muchacho descubre que se trata de celos y envidias y se mantiene valiente defendiendo a Jesús.
Y al final arremete contra ellos: “¿a qué viene tanta pregunta? ¿Quieren ustedes también ser sus discípulos?”
Y les da una lección: “Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es religioso y hace su voluntad…”
Los fariseos no soportan la valiente respuesta que los humilla y le dicen:
“Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?”
Lo excomulgan pero Jesús sale a su encuentro:
* Encuentro de Jesús con el que fue ciego.
“¿Crees tú en el Hijo del hombre?”
Y el muchacho:
“¿Y quién es, Señor, para que crea en él?”
Jesús le descubre:
“Lo estás viendo. El que te está hablando ese es?”
El joven adora:
“Creo, Señor”.
Hermoso ejemplo de un joven valiente y fiel:
Se lo jugó todo y se encontró con el Todo.
- El libro de las Crónicas nos recuerda la historia de Israel y sus pecados que merecieron el castigo de Dios profetizado por Jeremías.
Dios los llevó a Babilonia desterrados… hasta que llegó Ciro, rey de Persia, y dio un decreto de libertad para el pueblo de Dios:
“El Señor… me ha encargado que le edifique una casa en Jerusalén, en Judá. Quien de entre vosotros pertenezca a su pueblo, ¡sea su Dios con él y suba!”
- El salmo responsorial es precioso: El pueblo de Dios está triste junto a los canales de Babilonia y no quiere cantar porque continuamente recuerda el destierro merecido con sus pecados:
“Cómo cantar un cántico del Señor en tierra extranjera. Si me olvido de ti, Jerusalén, que se me paralice la mano derecha. Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti, si no pongo a Jerusalén en la cumbre de mis alegrías”.
- Pablo nos habla de la misericordia de Dios que, por puro amor, nos ha salvado por medio de Cristo.
La redención es pura gracia de Dios.
Nunca hemos merecido el perdón:
“Somos obra suya. Nos ha creado en Cristo Jesús para que nos dediquemos a las buenas obras, que Él nos asignó para que las practiquemos”.
Será bueno que meditemos hoy si vivimos nuestra fe con la valentía del que fue ciego… o como sus padres que no quisieron comprometerse… o peor aún, como los fariseos que teniendo la luz delante prefirieron las tinieblas.
José Ignacio Alemany Grau, obispo