LA ALIANZA DE DIOS SE REALIZA EN CRISTO
Las
palabras del prefacio de este domingo nos centran en la cuaresma.
En
efecto, la cuaresma es cuarenta días de preparación al misterio más grande de
nuestra fe:
Jesucristo,
verdadero Dios y verdadero hombre, muerto y resucitado para nuestra salvación.
La
tradición bíblica nos presenta la oración, el ayuno y la limosna como signos
característicos de purificación.
Precisamente
el Evangelio del miércoles de ceniza, con que comenzamos la cuaresma, nos
explicaba cómo quiere Jesús que los realicemos para que sean eficaces delante
de nuestro Dios.
El
ayuno que sea con sencillez para que lo vea Dios y no sean los hombres quienes
al vernos nos alaben.
La
oración también debe hacerse de tal forma que el Padre, que ve lo secreto,
pueda recompensarnos.
Lo
mismo pide el Señor para la limosna, con esa bella expresión: “que no sepa tu mano izquierda lo que hace
la derecha”.
Hoy
meditamos en el amor misericordioso de Dios que a través de la historia de
salvación ha hecho diversas alianzas para unirnos a Él.
*
La primera lectura nos presenta el pacto de Dios con Noé y con toda la
humanidad después del diluvio:
“Esta es la señal del pacto
que hago con vosotros, con todo lo que vive con vosotros, para todas las edades:
pondré mi arco en el cielo como señal de mi pacto con la tierra”.
Y
el arcoíris, que ya existía, se convierte en el signo visible de la alianza de
Dios con la humanidad “para siempre”.
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El salmo responsorial nos habla de la misericordia de Dios a quien le decimos:
“Recuerda, Señor, que tu
ternura y misericordia son eternas. Acuérdate de mí con misericordia por tu
bondad, Señor”.
También
nos advierte el salmo que el Señor es bueno y enseña el camino de regreso a los
pecadores.
*
San Pedro nos habla de la alianza y reconciliación que Jesús nos ha merecido
con su muerte para rehacer nuestra relación con Dios:
“Cristo murió por los pecados
una vez para siempre. El inocente por los culpables para conduciros a Dios”.
La
grandeza de la muerte de Cristo siempre será un misterio para nosotros porque “como era verdadero hombre lo mataron; pero
como poseía el Espíritu fue devuelto a la vida”.
Mediante
un párrafo no fácil de entender, san Pedro nos hace ver que la misma alianza que
Dios celebró con Noé y su familia, la celebra ahora con la familia cristiana
por medio de Jesucristo resucitado.
Para
ello tenemos el sacramento del bautismo que nos une definitivamente con Dios.
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Durante el tiempo cuaresmal empleamos en la liturgia el color penitencial,
morado, y no oiremos el aleluya hasta el día de la pascua.
Por
eso, lo que era el versículo aleluyático se convierte en un sencillo versículo
que meditamos antes del Evangelio. El de hoy nos recuerda las palabras de Jesús
que nos han quedado en el relato de las tentaciones escrito por Mateo:
“No solo de pan vive el
hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.
Es
la invitación a profundizar en la Biblia sobre la misericordia de Dios.
*
En cuanto al Evangelio, Marcos es muy conciso al hablar de las tentaciones:
“El Espíritu empujó a Jesús
al desierto”.
El
Señor lleno del Espíritu supera la tentación de satanás que se opondrá durante
toda su vida al Reino que Jesús predica.
“Estuvo cuarenta días”, número simbólico que nos indica la
perfección de la oración de Cristo.
“Vivía entre alimañas”. Estas palabras traen un eco de la alianza
anunciada por Isaías cuando nos dice que en los tiempos mesiánicos el lobo
pastará con el cordero, la vaca con el oso, el león comerá paja con el buey,
etc.
Es
algo así como decir que Jesucristo, verdadero hombre totalmente pacificado,
tiene el dominio de toda la creación.
Por
otra parte Marcos presenta también a los ángeles sirviendo a Jesús que es Señor
de todos ellos.
Después
de las tentaciones el evangelista nos recuerda que Jesús, huyendo de Herodes
que había arrestado a Juan, se fue a Galilea y ahí comenzó a predicar.
La
predicación de Jesús se resume en estas palabras:
“Se ha cumplido el plazo,
está cerca el Reino de Dios, convertíos y creed en el Evangelio”.
Estas
palabras son la esencia del mensaje cuaresmal que nos presenta la liturgia ya
desde el miércoles de ceniza.
Jesús
es la personificación del Reino, por tanto Él nos trae la salvación de Dios, la
alianza nueva y eterna entre las criaturas y el Creador.
Meditemos
en esta temporada la grandeza del don más maravilloso que nos ha dado nuestro
Padre: su Hijo, Dios como Él, será nuestro Redentor.
Un
motivo muy importante para meditarlo en estos cuarenta días y prepararnos así a
vivir con alegría desbordante la Pascua.
José Ignacio Alemany Grau, obispo