13 de febrero de 2014

VI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

SI QUIERES, GUARDARÁS LOS MANDATOS DEL SEÑOR
Las enseñanzas de la liturgia continúan cada domingo.

Ya tuvimos las bienaventuranzas, hoy nos recuerda los mandamientos.

Es importante que tengamos presente que cumplirlos contra la propia libertad no serviría de nada.

Por eso Jesús también decía: “el que me ama guardará mis mandamientos”.

Hoy nos dice el Eclesiástico: 

“Si quieres guardarás los mandatos del Señor”.

En realidad, “el cumplir la voluntad del Señor es prudencia”, pero también podríamos añadir que es un buen negocio para quien la cumple:

“Ante ti están puestos fuego y agua: echa mano a lo que quieras; delante del hombre están muerte y vida…”

Sabemos que hacer la voluntad del Señor nos santifica.

Esta divina voluntad la encontramos en los mandamientos de la ley de Dios y en las obligaciones que brotan de nuestro propio estado.

¿Dónde está esta ley del Señor?

El Vaticano II enseña que está en la intimidad de la conciencia: “porque el hombre tiene una ley escrita por Dios en su corazón en cuya obediencia consiste la dignidad humana y por la cual será juzgado personalmente…”

También se encuentra esa ley en el Decálogo que resume las obligaciones con Dios y con el prójimo.

El Decálogo fue dado a Moisés. Es ley del Antiguo Testamento, sin embargo, obliga también hoy. Lo dice Jesús:

“No creáis que he venido a abolir la ley y los profetas: no he venido a abolir sino a dar plenitud”.

Y todavía añade Jesús para darle más fuerza: “Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley”.

Pero eso sí, Jesús nos lleva a una profundidad y perfección mucho mayor que la exigida en el Antiguo Testamento, como veremos después.

El salmo responsorial es el 118. 

En él repetiremos “Dichoso el que camina en la voluntad del Señor”.

Se trata del salmo más largo del salterio que tiene 22 estrofas, cada una de las cuales comienza con una letra del alfabeto hebreo (que se llama alefato), cada estrofa tiene ocho versos, todos los cuales comienzan con la misma letra de la estrofa correspondiente.

Es toda una meditación sapiencial que indica el gran amor del hagiógrafo a la ley de Dios.

En ese largo salmo encontramos todas las alabanzas a la ley que, por lo demás, recibe ocho nombres diferentes.

En el cumplimiento de la ley está la perfección y la felicidad.

Por lo demás sabemos que haciendo la voluntad de Dios llegaremos a la perfección que nos pedirá el Evangelio del próximo domingo: “Sean perfectos como su Padre celestial es perfecto”.

San Pablo hace referencia a la misma sabiduría de Dios de la que nos ha hablado el Eclesiástico y nos advierte que “ninguno de los príncipes de este mundo la ha conocido; pues si la hubiesen conocido nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria”.

La bondad de Dios, por medio del Espíritu Santo, es la que nos revela los secretos de Dios.

Esta misma idea nos la recalca el verso aleluyático: “Bendito seas Padre, Señor de cielo y tierra porque has revelado los secretos del reino a la gente sencilla”.

En el sermón de las montañas tenemos una serie de explicaciones y enseñanzas de Jesús. 

Es importante sobre todo tener en cuenta lo que hemos dicho antes: Jesús no viene a quitar la ley sino a llevarla a una perfección mayor con una serie de detalles que será bueno que cada uno meditemos en los capítulos 5, 6 y 7 de san Mateo.

Hablando de “no matar” Jesús completa “todo el que esté peleado con su hermano será procesado…”

Nos advierte también que la caridad es más importante que nuestras ofrendas para el culto:

“Si cuando vas a poner tu ofrenda en el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti… vete primero a reconciliarte con tu hermano…”

Refiriéndose al adulterio Jesús completa “el que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior”.

También habla del mandamiento “no jurarás en falso”. Jesús completa: “A vosotros os basta decir sí o no. Lo que pasa de ahí viene del maligno”.

Recordemos, para terminar, la respuesta de Jesús al que le preguntó “¿qué he de hacer yo para conseguir la vida eterna?

Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos”.
José Ignacio Alemany Grau, obispo