12 de diciembre de 2013

III Domingo de Adviento, Ciclo A

LA ALEGRÍA DEL EVANGELIO
Hoy, tercer domingo de Adviento, la Iglesia hace una pausa en la preparación un tanto seria del Adviento para invitarnos a la alegría.

Es bueno que tengamos presentes las palabras que nos ofrece en su exhortación apostólica El gozo, la alegría del Evangelio, el Papa Francisco.

Recordemos:

“La Alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Cristo… con Jesucristo siempre nace y renace la alegría”.

Los que tienen en la Corona de Adviento tres velas moradas, como son los ornamentos del Adviento hoy prenden la cuarta vela, que es rosada, imitando la casulla que se pone el sacerdote en las parroquias que la tienen.

Veamos ahora como la Iglesia, a través de las lecturas de hoy nos invita a este gozo.

La antífona introductoria, dice:

“Estad siempre alegres en el Señor, os lo repito, estad alegres”.

La oración colecta nos dice que “la Navidad es fiesta de gozo y salvación” y por eso pide a Dios la gracia de “celebrar la Navidad con alegría desbordante”.

El profeta Sofonías (quizá poco conocido) nos invita a regocijarnos:

“Regocíjate hija de Sión, grita de júbilo Israel; alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén”.

Y nos da el motivo y es que en realidad no puede haber un motivo más importante para que la humanidad se sienta feliz que éste:

“El Señor ha cancelado tu condena”.

Además el profeta, personificando al Dios protector en un guerrero, le asegura su protección y todavía más, nos hace sentir que Dios está feliz:

“Él se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo, como en día de fiesta”.

San Pablo nos dice las palabras que abren la celebración y que hemos citado antes y nos da el motivo: “El Señor está cerca”. Por eso, no debemos estar preocupados por nada. Lo único que debemos hacer “en toda ocasión, en la oración y súplica con acción de gracias vuestras peticiones sean presentadas a Dios”.

Así alcanzaremos la paz verdadera.

Esta cercanía de Dios nos hace entender que es el Espíritu Santo quien la produce en el corazón de los suyos: 
“El Espíritu del Señor está sobre mí; me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres”.

Así nos enseña el versículo aleluyático y como hemos visto, con esta alegría podemos salir a evangelizar sobre todo a los pobres, que será el signo que Jesús dará al Bautista cuando le envíe mensajeros para ver “si es Él el que ha de venir o hemos de esperar a otro”.

El Evangelio nos recuerda los consejos con que Juan Bautista “exhortaba al pueblo y le anunciaba el Evangelio”.

Éstos eran algunos de sus consejos:

* A todos:
“El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; el que tenga comida, haga lo mismo”.

* A los publicanos:
“No exijáis más de lo establecido”.

* A unos militares:
“No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie sino contentaos con la paga”.

Ante el poder evangelizador de Juan había en el ambiente una duda:

“¿Serás tú el Mesías?”

Y Juan, el evangelizador, explicaba:

“Yo os bautizo con agua pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego…”

Terminemos nuestra reflexión de este domingo de gozo y de alegría repitiendo el estribillo del salmo responsorial que en realidad pertenece al profeta Isaías:

“¡Gritad jubilosos: qué grande es en medio de ti el Santo de Israel! ¡El Señor es mi Dios y Salvador, confiaré y no temeré!”.

José Ignacio Alemany Grau, obispo