EL JUSTO VIVE DE LA FE
Hoy nos encontramos con el profeta Habacuc.
En realidad su nombre parece que se refiere a una planta que es la Albahaca.
Es poco lo que sabemos de este profeta y, como podremos ver por el texto que se cita en las lecturas de hoy, no es tan fácil de entender.
Pero, de todas formas, está claro que el grito de hoy es muy frecuente, tanto en la Biblia como en nuestra vida: “¿Hasta cuándo, Señor?”. Y lo completa así: “¿Hasta cuándo pediré auxilio sin que me oigas?”.
Y luego brota otro grito: “¡Violencia!”, eso que surge en los corazones oprimidos.
De todas maneras la respuesta que dará el Señor en el capítulo siguiente aclara el plan de Dios sobre la humanidad.
“El injusto será rechazado porque tiene el alma hinchada”. En cambio, “el justo vivirá por su fe”.
Esta frase será muy importante para la Biblia y la encontraremos de manera especial en Pablo (Rm 1,17; Ga 3,11).
También en Hebreos (10,28) donde el autor de la carta completa: “Mi justo vivirá de la fe pero si se arredra le retiraré mi favor”.
Y añade una invitación para todos nosotros que debemos hacer realidad en nuestra vida: “Nosotros no somos gente que se arredra para la perdición sino hombres de fe para salvar el alma”.
Como vemos por aquí anda el tema de hoy “la fe del justo” que todos nosotros debemos vivir en fidelidad a nuestro bautismo.
Precisamente San Pablo advierte a Timoteo en la carta de hoy “reaviva el don de Dios que recibiste cuando te impuse las manos; porque Dios no nos ha dado un espíritu cobarde sino un espíritu de energía, amor y buen juicio”.
Y todavía completa: “no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor Jesucristo”.
Y aún recalca a su querido discípulo que tenga presentes las enseñanzas de Pablo para pedirle “vive con fe y amor en Cristo Jesús… y guarda este precioso depósito con la ayuda del Espíritu Santo que habita en nosotros”.
A todos posiblemente se nos ocurre en este momento pedir fe a Dios y es esto lo que según el Evangelio de hoy pidieron a Jesús sus apóstoles: “Auméntanos la fe”.
La verdad es que necesitamos mucha, siempre, pero además hay situaciones difíciles en que nos confunden, o nosotros mismos nos confundimos, arrastrados por las distintas situaciones de la vida.
La respuesta de Jesús parece un poco al margen de todo pero, en realidad, es muy interesante.
Dice así: “Si tuvierais fe como un granito de mostaza diríais a esa morera ‘arráncate de raíz y plántate en el mar ’”.
Siempre me ha llamado la atención que hable de la fe como un granito de mostaza porque es muy pequeño. Sin embargo, creo que es más fácil entender que una palmera pueda salir de un coco grande, que una hortaliza grande salga de la semilla de mostaza que es más pequeña que la cabeza del alfiler (entre paréntesis, les diría que yo admiro a mi canario que es capaz de sacar el alimento que hay dentro de la cascarilla del pequeño grano de mostaza).
Jesús completa el Evangelio con otra idea interesante que nos pide humildad para obedecer el plan de Dios:
Tenemos que servir y, cuando hayamos cumplido, no hay nada que reclamar. Sólo decir humildemente:
“Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer”.
Y es que en el servicio realizado con fe, está nuestra recompensa y salvación.
Hoy el salmo responsorial nos pide conversión a la fe, y aceptar al Dios verdadero en nuestra vida. Así nos pide Él mismo a través de las palabras que repetiremos varias veces:
“Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: no endurezcáis vuestro corazón”.
La fe es algo tan importante que todos necesitamos. Ésta es precisamente la invitación que nos hace en su carta “La Luz de la Fe” nuestro Papa Francisco. En ella aprenderemos tantas maravillas que aclaran cómo debe caminar el justo que vive de la fe. He aquí dos lucecitas:
“La luz de la fe es la de un rosto en el que se ve al Padre”.
Por la fe, por tanto, descubrimos al Padre como nos dijo Jesús: “el que me ve a mí ve al Padre”.
Nuestra vida no debe quedarse en teorías sino que debe llegar al fondo de nuestro ser. Esta actitud nos la pide también el Papa Francisco:
“La fe no sólo mira a Jesús sino que mira desde el punto de vista de Jesús, con sus ojos”.
Es decir que se trata de que nosotros participemos en el modo de ver que tiene Jesucristo.
Vivamos, amigos, de la fe, es decir, que la fe sea el alimento y centro de nuestra vida. Para eso debemos ver a Dios en Cristo y tener en nuestra vida los sentimientos, criterios y acciones de Jesús.
José Ignacio Alemany Grau, obispo