11 de octubre de 2025

LA GRATITUD ES UN TESORO - Domingo XXVIII del tiempo ordinario

 

Una de las cosas que más nos agradan es encontrarnos con una persona agradecida que con sinceridad manifiesta su gratitud

Hoy la liturgia nos presenta un ejemplo de gratitud que conmueve, y también un ejemplo de la ingratitud que nos desagrada a todos.

  • Libro 2 Reyes

Naamán es un hombre agradecido de corazón. Tiene una grave enfermedad, su cuerpo cubierto de lepra. Ha recorrido todos los medios y divinidades de aquel tiempo para que lo sanen y, finalmente, llega a Israel donde se encuentra con el profeta Eliseo. Le pide con humildad la sanación y, aunque parezca un poco sin sentido, Naamán «se bañó siete veces (en el Jordán) como había ordenado el profeta Eliseo, y su carne quedó limpia de la lepra como la de un niño».

Naamán regresa buscando al profeta de Dios para agradecerle y, al mismo tiempo, para reconocer la divinidad del Dios de Israel: «Ahora reconozco que no hay Dios en toda la tierra más que el de Israel. Acepta un regalo de tu servidor».

Eliseo rechazó su regalo.

Y dijo Naamán: «Entonces, que a tu servidor le dejen llevar tierra, la carga de un par de mulas, porque en adelante tu servidor no ofrecerá holocaustos ni sacrificios a otro Dios fuera del Señor».

Aquí encontramos un modelo de gratitud por parte de Naamán y también el ejemplo de un auténtico profeta del Señor.

  • San Pablo

El apóstol habla a su discípulo Timoteo y le pide: «Haz memoria de Jesucristo resucitado de entre los muertos...».

Después de describir sus sufrimientos por los elegidos, explica el motivo de estos: «Para que ellos también alcancen la salvación lograda por Cristo Jesús con la gloria eterna».

Y añade unas palabras que han quedado grabadas como guía para la vida del cristiano: «Es doctrina segura: si morimos con Él, viviremos con Él. Si perseveramos, reinaremos con Él. Si lo negamos, también Él nos negará. Si somos infieles, Él permanece fiel porque no puede negarse a sí mismo».

Tengamos en cuenta estas palabras para aprender a vivir y a cosechar lo que hayamos sembrado.

  • Verso aleluyático

Es san Pablo quien nos aconseja en este domingo en que reflexionamos sobre el agradecimiento cuál es la voluntad de Dios: «Dad gracias a Dios en toda ocasión: esta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús respecto de vosotros».

  • Evangelio

Un buen día Jesús se encontró con diez leprosos que le suplicaban: «Jesús, Maestro, ¡ten compasión de nosotros!».

Conmovido, Jesús les dijo: «Id a presentaros a los sacerdotes».

Era lo que prescribía la ley cuando uno se curaba de lepra.

Obedientes a la Palabra de Jesús, fueron los diez a mostrarse limpios de la lepra. Pero luego solamente uno de ellos, y este samaritano, volvió a donde estaba Jesús para agradecerle.

La respuesta espontánea de Jesucristo fue: «¿No han quedado limpios los diez? ¿Los otros nueve dónde están? ¿No ha habido más que este extranjero para dar gloria a Dios?».

Todo termina con la felicitación implícita de Jesucristo por el agradecimiento de este extranjero: «Levántate, vete; tu fe te ha salvado».

En la vida ordinaria hay mucha gente desagradecida y la verdad es que después de hacer un esfuerzo por ellos, resulta doloroso reconocer su ingratitud.

Tengamos presente además que el encuentro sincero con Jesús cura no solamente el cuerpo sino también el alma.

Si vivimos en la amistad de Dios se lo debemos a Jesús porque es nuestro Redentor y porque expresamente nos ha llamado amigos.

5 de octubre de 2025

SEÑOR, AUMÉNTANOS LA FE - Domingo XXVII del tiempo ordinario

 

Un buen día los apóstoles dijeron a Jesús: «Auméntanos la fe».

La respuesta del Señor no fue lo que esperaban los suyos, sino más bien les hace ver que en realidad no tienen fe y, por lo tanto, no es fácil aumentársela.

He aquí la respuesta de su Maestro:

«Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: “arráncate de raíz y plántate en el mar”, y la morera os obedecería».

Para convivir necesitamos fe. Por un lado, está la fe humana que es creer a otras personas que son como nosotros; y, por otro lado, tenemos la fe divina que consiste en creer en Dios y en sus promesas y «someterse libremente a la Palabra escuchada porque su verdad está garantizada por Dios que es la verdad misma».

Como un ejemplo de la verdadera fe el Catecismo Católico nos presenta a «la Virgen María que es la realización más perfecta de la fe».

  • Habacuc

El profeta Habacuc, por su parte, se queja ante Dios por las dificultades y horrores y hasta la violencia que hay en el ambiente.

La conclusión que saca este profeta la tenemos al final del texto:

«El injusto tiene el alma hinchada, pero el justo vivirá por su fe».

Estas palabras coinciden con la gran enseñanza de Jesús a sus discípulos.

  • Salmo 94

Nos invita a escuchar la voz del Señor de no endurecer el corazón, de ahí que termine pidiéndonos:

«Ojalá escuchéis hoy su voz: no endurezcáis el corazón como en Meribá… cuando vuestros padres me pusieron a prueba y me tentaron, aunque habían visto mis obras».

  • San Pablo

En su carta a Timoteo San Pablo le insta, una vez más, a mantener la fe que ha recibido del apóstol, y le dice: «No te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor y de mí, su prisionero».

También pide a su discípulo: «Toma parte en los distintos trabajos del Evangelio» y además le pide que: «Ten delante la misión que yo te di con mis palabras sensatas y vive de la fe y amor en Cristo Jesús».

Después de darle estas recomendaciones, el apóstol le dice a Timoteo: «Guarda este precioso depósito con la ayuda del Espíritu Santo».

Un consejo muy importante para que nosotros valoremos y enseñemos la verdad del Evangelio, como lo hizo Pablo durante toda su vida.

  • Verso aleluyático

El verso aleluyático, con las palabras del apóstol San Pedro, refuerza la enseñanza de este domingo:

«La Palabra del Señor permanece para siempre y esta Palabra es el Evangelio que os anunciamos».

  • Evangelio

Cuando los discípulos piden a Jesús que aumente su fe, el Señor les da una clara respuesta de fe y humildad, tal como señalamos al principio de esta reflexión.

Además, Él enseña con la actitud del dueño de casa que cuando llega del campo no le dice a su criado que cene primero, sino que, por el contrario, resaltando la importancia del dueño, le dice: «Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo; y, después, comerás y beberás tú».

Después de esto el Evangelio concluye diciendo que no se trata de esperar una recompensa o agradecimiento, sino que con sincera humildad el criado debe decir:

«Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer».

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo Redentorista