Tenemos que esforzarnos continuamente para superarnos nosotros mismos y los que dependen de nuestra vida o trabajo.
El Espíritu Santo pondrá equilibrio en las contradicciones que se nos presentan a diario.
- Eclesiastés
Nos habla de la
vanidad de la mayor parte de las cosas de este mundo.
Tenemos que
trabajar, pero que sea con sabiduría y ciencia y pensando también en el trabajo
que necesitan hacer los otros.
Esta pregunta,
profunda y dolorosa, la tiene que resolver cada uno:
«¿Qué saca el
hombre de todos los trabajos y preocupaciones que lo fatigan bajo el sol?».
La respuesta puede
ser dolorosa, pero tenemos que hacerla fecunda:
«De día su tarea es
sufrir y penar, de noche no descansa su mente».
Si todo eso se hace
como simple realización humana y no buscamos la voluntad de Dios, todo ello
será simple vanidad:
«Vanidad de vanidad, todo es vanidad».
- Salmo 89
El salmista
reconoce que «Dios es nuestro refugio día tras día, de generación en
generación».
Por otra parte, él
canta la relatividad de los tiempos para nuestro Creador y llega a decir que
«mil años de los hombres son como un ayer que pasó».
Y termina pidiendo
al mismo Señor que sea Él «quien nos enseñe a calcular nuestros años para
adquirir un corazón sensato:
Ten compasión de tus siervos».
- San Pablo
Nos invita a
aprovechar el tiempo que Dios nos ha dado de vida teniendo como meta, no tanto
los bienes de este mundo que son pasajeros, sino «los bienes de arriba donde
está Cristo sentado a la derecha del Padre».
En Cristo tenemos
un lugar seguro para nuestros tesoros espirituales: «Porque habéis muerto y
vuestra vida está con Cristo escondida en Dios».
De todo esto saca
una consecuencia San Pablo:
«Dad muerte a todo
lo terreno que hay en vosotros: la fornicación, la impureza, la pasión, la
codicia y la avaricia».
Y a estos malos
sentimientos los llama verdadera idolatría.
Por otra parte, nos
pide que no nos dejemos engañar valorando la apariencia de estos bienes
efímeros.
Muy por el contrario, nos pide buscar siempre a «Cristo que es la síntesis de todo y está en todos».
- Verso aleluyático
Es Jesús mismo en el Evangelio de San Mateo quien nos asegura la felicidad en el reino de los cielos: «Dichosos los pobres en el espíritu porque de ellos es el reino de los cielos».
- Evangelio
San Lucas nos
cuenta que aprovechando Jesús una petición inoportuna explica una parábola a
sus oyentes: «Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia».
Jesús toma como
insensata esa propuesta y dice:
«Un hombre rico
tenía una gran cosecha… Se dijo: “Haré lo siguiente: derribaré los graneros y
construiré otros más grandes y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi
cosecha. Entonces me diré a mí mismo: ‘hombre, tienes bienes acumulados para
muchos años. Túmbate, come, bebe, y date buena vida’”».
En aquel momento «Dios
le dijo: “necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de
quién será?”».
De esta manera
Jesucristo nos advierte que hay bienes materiales necesarios, pero los
importantes son los bienes espirituales para poder gozar de ellos en el reino
de los cielos.
José Ignacio Alemany Grau, obispo Redentorista