14 de junio de 2025

LA SANTÍSIMA TRINIDAD

En este domingo la Liturgia nos conduce a la meditación del misterio más grande del Cristianismo: Un solo Dios que ha creado todo, que posee todas las virtudes y lo puede todo y, al mismo tiempo, ese único Dios es tres Personas distintas.

  • Proverbios

La Sabiduría infinita de Dios, personificación del Verbo Divino, hablando de sí misma, nos dice:

«El Señor me estableció al principio de sus tareas, al comienzo de sus obras antiquísimas. En un tiempo remotísimo fui formada antes de comenzar la tierra. Antes de los abismos fui engendrada…».

Pensamos que esta sabiduría pertenece a las tres Divinas Personas porque las tres han creado cuanto existe.

Pensemos un poco más en este párrafo tan bello del libro de los Proverbios:

«… Cuando asentaba los cimientos de la tierra, yo estaba junto a Él como aprendiz, yo era su encanto cotidiano, todo el tiempo jugaba en su presencia; jugaba con la bola de la tierra, gozaba con los hijos de los hombres».

Cuánto amor compartido por las tres Divinas Personas, antes de la creación del mundo; amor que por el Verbo encarnado llegará a toda la humanidad.

  • Salmo 8

Este salmo glorifica al Señor por sus obras magnífica. Comienza diciendo:

«Señor, dueño nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra».

Luego, dejándose llevar de la imaginación ante la obra maravillosa del Creador añade:

«Cuando contemplo el cielo obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para darle poder?».

Luego el salmista admira cómo, a pesar de la pequeñez del hombre, Dios le manifiesta su amor: «lo coronaste de gloria y dignidad».

A este hombre, su creatura, Dios le ofrece todo: «Todo lo sometiste bajo sus pies».

  • San Pablo

Nos enseña que por medio de Jesucristo hemos recibido la justificación y estamos en paz con Dios. Nos dice el apóstol:

«Nos gloriamos en las tribulaciones sabiendo que la tribulación produce constancia, la constancia virtud probada, la virtud, esperanza y la esperanza no defrauda porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado».

  • Verso aleluyático

Este versículo nos invita a repetir, como lo hacemos frecuentemente en nuestra oración:

«Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, al Dios que es, que era y que viene».

De esta manera toda nuestra vida estará en las manos de Dios y dispuestos a hacer su voluntad.

  • Evangelio

Es un párrafo de San Juan en el que Jesús nos habla de las tres Divinas Personas para que glorifiquemos a nuestro Dios:

«Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora. Cuando venga el Espíritu de la verdad os guiará hasta la verdad plena, pues lo que hable no será suyo. Hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir».

Jesucristo, siempre preocupado por la humanidad, nos ofrece el Espíritu Santo para que podamos entender lo que Él dijo y vivió.

Finalmente, el párrafo concluye: «El Espíritu Santo me glorificará porque recibirá de mí lo que os irá comunicando».

Todavía hay otra afirmación más que nos ayuda a descubrir algo del misterio trinitario:

«Todo lo que tiene el Padre es mío».

Si esto mismo que tiene el Padre es lo que por la voluntad del Verbo nos acerca a nosotros el Espíritu Santo, tenemos una pequeña explicación del misterio de la Trinidad Santa. En ella, como solemos decir:

«Todo es común en las tres Divinas Personas, excepto la relación de Personas».

Para expresarlo de una manera muy sencilla: hay un solo Dios y tres Personas distintas a las que amamos y adoramos por igual.

 

+ José Ignacio Alemany Grau, obispo Redentorista

7 de junio de 2025

DOMINGO DE PENTECOSTÉS

 

Examinando los textos litúrgicos nos damos cuenta de que hay una auténtica revolución en torno a esta fiesta. Tenemos, por un lado, «Misa vespertina de la vigilia; a continuación: «Misa vespertina en forma vigilial» y, por otro lado, vemos la «Misa del día» con una riqueza de lecturas que celebran algo muy importante: la venida del Espíritu Santo sobre la Iglesia.

  • Hechos de los apóstoles

La primera impresión que tenemos tras la ascensión de Jesús a los cielos es que los apóstoles debieron llenarse de pena porque se les había marchado el gran protector y poderoso ejecutor de milagros. Sin embargo, nos dice expresamente el libro de los Hechos de los apóstoles que volvieron felices a la ciudad, a Jerusalén, a esperar la riqueza del Espíritu Santo, tercera persona de la Trinidad, de la que Jesús les había hablado muchas veces y habían entendido muy poco.

Los Hechos cuentan que volvieron contentos y pasaban el día prácticamente en el templo alabando a Dios y también leemos que estaban en el cenáculo haciendo oración con la Virgen María.

Nos cuentan además que, en un momento concreto, y por inspiración divina, echaron suertes para escoger un suplente de Judas, el apóstol traidor: salió elegido Matías que completó el número de los Doce.

Lo importante de todo esto es que hicieron oración intensa esperando la realización de la gran promesa que les había hecho Jesús: que Él se iba para enviar otro Consolador.

No es fácil entender lo que ellos comprendían sobre las promesas hechas por Jesús.

Lo cierto es que el mismo día de Pentecostés «estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban».

En ese mismo instante vieron aparecer unas pequeñas llamas, «como llamaradas que se repartían posándose encima de cada uno».

En aquel momento, ellos sintieron la fuerza del Espíritu Santo en su interior y que se traducía hacia afuera hablando distintas lenguas, diferentes a la lengua materna que cada uno poseía.

De esta forma se hacían entender por las personas venidas de fuera de Jerusalén, por motivo de la fiesta de Pentecostés. Entre ellos «hay partos, medos y elamitas. Gentes venidas de Mesopotamia, Judea, Capadocia, el Ponto… Y cada uno los oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua».

  • Salmo 103

La Iglesia, ayer como hoy, invoca al Espíritu Santo: «Envía tu Espíritu Señor y repuebla la faz de la tierra…».

La Iglesia se vuelve alabanza con estas palabras del salmo: «Bendice, alma mía, al Señor. Dios mío qué grande eres. Cuántas son tus obras, Señor, la tierra está llena de tus criaturas».

  • San Pablo

Nos refiere el efecto maravilloso que produce en nosotros el Espíritu Santo:

«Nadie puede decir: “Jesús es Señor” si no es bajo la acción del Espíritu Santo».

A continuación, nos enseña qué cantidad de dones tan distintos son el fruto de la presencia del Espíritu en cada uno de los fieles. Según San Pablo en «un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos».

  • Secuencia

En esta gran solemnidad nos encontramos con una preciosa secuencia que les invito a meditar. Es el gran deseo de la Iglesia para todos sus fieles. Este himno comienza así:

«Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo. Padre amoroso del pobre, don en tus dones espléndido. Luz que penetra las almas. Fuente del mayor consuelo…».

  • Verso aleluyático

Es el gran pedido que frecuentemente repetimos en nuestra oración al Espíritu Santo:

«Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos la llama de tu amor».

  • Evangelio

Recogemos algunos versículos de los que nos presenta la liturgia del día:

+ «Recibid el Espíritu Santo, a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados. A quienes se los retengáis les quedan retenidos…».

+ «Cuando venga el Defensor que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad que procede del Padre, Él dará testimonio de mí».

+ Finalmente, nos advierte Jesús la forma más eficaz para sentir la presencia del Espíritu Santo, guardar sus mandamientos: «El que me ama guardará mi Palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y moraremos en él…».

+ «Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo que enviará mi Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho».

Lo importante es que cada uno de nosotros, en la intimidad de la oración a la Santísima Trinidad, invoque la fuerza del Espíritu Santo, fruto de la muerte y resurrección de Jesucristo, para vivir personalmente y ayudar a otras personas según la fuerza del Espíritu, que sigue iluminando y conduciendo a la Iglesia también en nuestros días.

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo Redentorista