28 de junio de 2025

SOLEMNIDAD DE LOS SANTOS APÓSTOLES PEDRO Y PABLO «Día del Papa»

 

En este domingo la liturgia celebra a las columnas de la Iglesia, Santos Pedro y Pablo.

Esta fiesta, muy importante para la Iglesia, va precedida por una vigilia vespertina que centra su reflexión en las preguntas de Jesús a Pedro, que después de haberle traicionado hizo un triple acto de fe y de amor a su Señor.

  • Hechos de los apóstoles

Los Hechos recogen el momento importante en que Herodes había prendido a San Pedro y esperaba matarlo públicamente.

Un ángel se presentó ante el apóstol y lo liberó de las cadenas que tenía puestas:

«Las cadenas se le cayeron de las manos y el ángel añadió: “Ponte el cinturón y las sandalias”.

Luego añadió: “Échate el manto y sígueme”».

Pedro, en medio de su despiste y admiración, hizo esta reflexión al verse fuera de la cárcel:

«Era verdad: El Señor ha enviado a su ángel para librarme de las manos de Herodes y de la expectación de los judíos».

Así meditamos cómo el Señor libró de la cárcel y de la muerte a San Pedro, roca de su Iglesia.

  • Salmo 33

Es un salmo que la Iglesia aplica a la liberación de San Pedro por medio del ángel del Señor:

«Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca, mi alma se gloría en el Señor: Que los humildes lo escuchen y se alegren».

Al verse libre de las cadenas, el salmista exclama: «Proclamad conmigo la grandeza del Señor… Contempladlo y quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará».

Como una respuesta a la liberación de Pedro, decimos con él:

«Gustad y ved qué bueno es el Señor dichoso el que se acoge a Él».

  • San Pablo

Da la impresión de que el apóstol escribe a su discípulo Timoteo, consciente del final de su vida:

«Yo estoy a punto de ser sacrificado y el momento de mi partida es inminente».

Pablo reconoce que ha combatido con fidelidad, ha mantenido la fe y siente que el Señor le recompensará su vida sacrificada por el reino de Cristo y lo expresa así:

«El Señor seguirá librándome de todo mal, me salvará y llevará a su reino».

  • Verso aleluyático

Está dirigido a Pedro indicando que sobre él se edificará la Iglesia de Jesús y que «el poder del infierno no la derrotará».

  • Evangelio

El Evangelio, que es de San Mateo. Nos habla de una escena entre Jesús y los apóstoles. El Señor pregunta a sus discípulos sobre la opinión de la gente respecto a su Persona. Al principio son distintas y variadas las respuestas de los apóstoles:

«Unos dicen que es Juan Bautista, otros que Elías y otros que Jeremías o alguno de los profetas», pero Jesús, que siempre busca el compromiso personal, les pregunta a todos ellos:

«Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?».

Es el momento impresionante en que Pedro se compromete en nombre de todos:

«Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo».

La respuesta de Jesús es inmediata y va unida al servicio que le va a pedir a Pedro como representante suyo en la Iglesia:

«Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y el poder del infierno no la derrotará».

A continuación, le da el poder sobre los demás: «Te daré las llaves del reino de los cielos. Lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo».

En este día la Iglesia universal celebra a los grandes apóstoles: Pedro, a quien Jesús deja como su vicario en la tierra y a Pablo, apóstol de los gentiles, por su valentía al evangelizar en el mundo conocido en aquel tiempo. Ambos dieron la vida por Cristo y celebramos con gozo su martirio.

Hoy también celebramos el «Día del Papa», sucesor de San Pedro. Pedimos a Dios que fortalezca al Papa León XIV para que confirme en la fe a toda la Iglesia fundada por Jesús.

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo Redentorista

21 de junio de 2025

EL CUERPO Y LA SANGRE DE CRISTO

 

En esta solemnidad que celebra la Iglesia de una manera muy especial después del sacrificio de Cristo y su resurrección, que hemos admirado durante la Pascua, la Iglesia nos invita a sacar provecho del gran sacramento de la Eucaristía, en este día en que incluso sale del templo a las calles, adornada con flores para exaltar la fe en este gran sacramento.

Muchos devotos se han santificado con la Eucaristía aprovechando este gran don, regalo de Jesús.

  • Génesis

La primera lectura nos lleva a Salén donde antiguamente era rey y sacerdote Melquisedec.

Acudir a Melquisedec es debido a que por primera vez en la Escritura se habla de un sacrificio que es imagen de la Eucaristía.

En efecto, Melquisedec sacó pan y vino para bendecir a Abraham con estas palabras:
«Bendito sea Abraham por el Dios altísimo, creador de cielo y tierra. Bendito sea el Dios altísimo que te ha entregado tus enemigos».

Con este sacrificio Melquisedec quiso alabar la victoria de Abraham contra sus enemigos.

Sabemos que, según la tradición de Israel, Melquisedec era un sacerdote de quien no se sabía nada ni antes ni después de su encuentro con Abraham. En este sentido algunos lo comparan con Jesús Sumo Sacerdote que no perteneció a la casta sacerdotal de Israel, como sí lo eran todos los demás sacerdotes.

  • Salmo 109

Nos encontramos con un salmo que glorifica el sacerdocio de Melquisedec en quien la Iglesia ha visto siempre una figura de Cristo Sumo Sacerdote:

«Tú eres sacerdote eterno según el rito de Melquisedec».

La liturgia entiende que se trata del representante de Dios. Por eso es el Señor el protagonista de este salmo mesiánico:

«Oráculo del Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha y haré de tus enemigos estrado de tus pies».

Y abundando en el tema sacerdotal, añade:

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento…».

Dicho nacimiento lleva al Mesías al sacerdocio supremo, aunque no pertenece, como he dicho, a la casta sacerdotal de Israel.

  • San Pablo

Nos habla de una tradición que él ha recibido y que la transmite ahora por escrito en la Sagrada Escritura:

«Yo he recibido una tradición que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido».

A continuación, nos habla el apóstol de la consagración del pan y del vino, con las palabras de Jesucristo que escuchamos en la santa misa:

«Esto es mi cuerpo… Este es el cáliz de la nueva alianza sellada con mi sangre».

Esta tradición que nos viene por el apóstol San Pablo se ha convertido en la gran fiesta del Corpus Christi (Cuerpo y Sangre de Cristo) que hoy celebramos.

  • Verso aleluyático

Nos recuerda las palabras del evangelio de San Juan en las que Jesús mismo dice:

«Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá para siempre».

  • Evangelio

Contiene hoy el relato que encierra un tesoro para la Iglesia todos los días.

Se trata del milagro de la multiplicación de los panes, símbolo de la Eucaristía, narrado por San Lucas:

Al atardecer de aquel día le dicen a Jesús que despida a la gente para que vayan a su casa a comer y descansar, pero el Maestro les responde: «Dadle vosotros de comer».

Había mucha gente y poco pan. Apenas un muchacho presentó cinco panes y dos peces.

Jesús dijo a los apóstoles:

«Decidles que se echen en grupos de unos cincuenta».

Entonces, «Él tomando los panes y los dos peces alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a sus discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron y cogieron las sobras: doce cestos».

Este milagro contado por el evangelista San Lucas nos deja la bella enseñanza: la imagen sobre el milagro eucarístico que Jesús hará en la última cena diciendo sobre el pan: «Este es mi Cuerpo». Y añadirá la consagración del vino diciendo: «Esta es mi sangre de la nueva alianza».

Es el misterio que la Iglesia adora siempre con tanta delicadeza y gratitud, el mejor regalo de Jesucristo y que hoy celebramos con amor renovado y gratitud a nuestro Redentor y Amigo.

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo Redentorista

 

14 de junio de 2025

LA SANTÍSIMA TRINIDAD

En este domingo la Liturgia nos conduce a la meditación del misterio más grande del Cristianismo: Un solo Dios que ha creado todo, que posee todas las virtudes y lo puede todo y, al mismo tiempo, ese único Dios es tres Personas distintas.

  • Proverbios

La Sabiduría infinita de Dios, personificación del Verbo Divino, hablando de sí misma, nos dice:

«El Señor me estableció al principio de sus tareas, al comienzo de sus obras antiquísimas. En un tiempo remotísimo fui formada antes de comenzar la tierra. Antes de los abismos fui engendrada…».

Pensamos que esta sabiduría pertenece a las tres Divinas Personas porque las tres han creado cuanto existe.

Pensemos un poco más en este párrafo tan bello del libro de los Proverbios:

«… Cuando asentaba los cimientos de la tierra, yo estaba junto a Él como aprendiz, yo era su encanto cotidiano, todo el tiempo jugaba en su presencia; jugaba con la bola de la tierra, gozaba con los hijos de los hombres».

Cuánto amor compartido por las tres Divinas Personas, antes de la creación del mundo; amor que por el Verbo encarnado llegará a toda la humanidad.

  • Salmo 8

Este salmo glorifica al Señor por sus obras magnífica. Comienza diciendo:

«Señor, dueño nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra».

Luego, dejándose llevar de la imaginación ante la obra maravillosa del Creador añade:

«Cuando contemplo el cielo obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para darle poder?».

Luego el salmista admira cómo, a pesar de la pequeñez del hombre, Dios le manifiesta su amor: «lo coronaste de gloria y dignidad».

A este hombre, su creatura, Dios le ofrece todo: «Todo lo sometiste bajo sus pies».

  • San Pablo

Nos enseña que por medio de Jesucristo hemos recibido la justificación y estamos en paz con Dios. Nos dice el apóstol:

«Nos gloriamos en las tribulaciones sabiendo que la tribulación produce constancia, la constancia virtud probada, la virtud, esperanza y la esperanza no defrauda porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado».

  • Verso aleluyático

Este versículo nos invita a repetir, como lo hacemos frecuentemente en nuestra oración:

«Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, al Dios que es, que era y que viene».

De esta manera toda nuestra vida estará en las manos de Dios y dispuestos a hacer su voluntad.

  • Evangelio

Es un párrafo de San Juan en el que Jesús nos habla de las tres Divinas Personas para que glorifiquemos a nuestro Dios:

«Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora. Cuando venga el Espíritu de la verdad os guiará hasta la verdad plena, pues lo que hable no será suyo. Hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir».

Jesucristo, siempre preocupado por la humanidad, nos ofrece el Espíritu Santo para que podamos entender lo que Él dijo y vivió.

Finalmente, el párrafo concluye: «El Espíritu Santo me glorificará porque recibirá de mí lo que os irá comunicando».

Todavía hay otra afirmación más que nos ayuda a descubrir algo del misterio trinitario:

«Todo lo que tiene el Padre es mío».

Si esto mismo que tiene el Padre es lo que por la voluntad del Verbo nos acerca a nosotros el Espíritu Santo, tenemos una pequeña explicación del misterio de la Trinidad Santa. En ella, como solemos decir:

«Todo es común en las tres Divinas Personas, excepto la relación de Personas».

Para expresarlo de una manera muy sencilla: hay un solo Dios y tres Personas distintas a las que amamos y adoramos por igual.

 

+ José Ignacio Alemany Grau, obispo Redentorista

7 de junio de 2025

DOMINGO DE PENTECOSTÉS

 

Examinando los textos litúrgicos nos damos cuenta de que hay una auténtica revolución en torno a esta fiesta. Tenemos, por un lado, «Misa vespertina de la vigilia; a continuación: «Misa vespertina en forma vigilial» y, por otro lado, vemos la «Misa del día» con una riqueza de lecturas que celebran algo muy importante: la venida del Espíritu Santo sobre la Iglesia.

  • Hechos de los apóstoles

La primera impresión que tenemos tras la ascensión de Jesús a los cielos es que los apóstoles debieron llenarse de pena porque se les había marchado el gran protector y poderoso ejecutor de milagros. Sin embargo, nos dice expresamente el libro de los Hechos de los apóstoles que volvieron felices a la ciudad, a Jerusalén, a esperar la riqueza del Espíritu Santo, tercera persona de la Trinidad, de la que Jesús les había hablado muchas veces y habían entendido muy poco.

Los Hechos cuentan que volvieron contentos y pasaban el día prácticamente en el templo alabando a Dios y también leemos que estaban en el cenáculo haciendo oración con la Virgen María.

Nos cuentan además que, en un momento concreto, y por inspiración divina, echaron suertes para escoger un suplente de Judas, el apóstol traidor: salió elegido Matías que completó el número de los Doce.

Lo importante de todo esto es que hicieron oración intensa esperando la realización de la gran promesa que les había hecho Jesús: que Él se iba para enviar otro Consolador.

No es fácil entender lo que ellos comprendían sobre las promesas hechas por Jesús.

Lo cierto es que el mismo día de Pentecostés «estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban».

En ese mismo instante vieron aparecer unas pequeñas llamas, «como llamaradas que se repartían posándose encima de cada uno».

En aquel momento, ellos sintieron la fuerza del Espíritu Santo en su interior y que se traducía hacia afuera hablando distintas lenguas, diferentes a la lengua materna que cada uno poseía.

De esta forma se hacían entender por las personas venidas de fuera de Jerusalén, por motivo de la fiesta de Pentecostés. Entre ellos «hay partos, medos y elamitas. Gentes venidas de Mesopotamia, Judea, Capadocia, el Ponto… Y cada uno los oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua».

  • Salmo 103

La Iglesia, ayer como hoy, invoca al Espíritu Santo: «Envía tu Espíritu Señor y repuebla la faz de la tierra…».

La Iglesia se vuelve alabanza con estas palabras del salmo: «Bendice, alma mía, al Señor. Dios mío qué grande eres. Cuántas son tus obras, Señor, la tierra está llena de tus criaturas».

  • San Pablo

Nos refiere el efecto maravilloso que produce en nosotros el Espíritu Santo:

«Nadie puede decir: “Jesús es Señor” si no es bajo la acción del Espíritu Santo».

A continuación, nos enseña qué cantidad de dones tan distintos son el fruto de la presencia del Espíritu en cada uno de los fieles. Según San Pablo en «un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos».

  • Secuencia

En esta gran solemnidad nos encontramos con una preciosa secuencia que les invito a meditar. Es el gran deseo de la Iglesia para todos sus fieles. Este himno comienza así:

«Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo. Padre amoroso del pobre, don en tus dones espléndido. Luz que penetra las almas. Fuente del mayor consuelo…».

  • Verso aleluyático

Es el gran pedido que frecuentemente repetimos en nuestra oración al Espíritu Santo:

«Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos la llama de tu amor».

  • Evangelio

Recogemos algunos versículos de los que nos presenta la liturgia del día:

+ «Recibid el Espíritu Santo, a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados. A quienes se los retengáis les quedan retenidos…».

+ «Cuando venga el Defensor que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad que procede del Padre, Él dará testimonio de mí».

+ Finalmente, nos advierte Jesús la forma más eficaz para sentir la presencia del Espíritu Santo, guardar sus mandamientos: «El que me ama guardará mi Palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y moraremos en él…».

+ «Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo que enviará mi Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho».

Lo importante es que cada uno de nosotros, en la intimidad de la oración a la Santísima Trinidad, invoque la fuerza del Espíritu Santo, fruto de la muerte y resurrección de Jesucristo, para vivir personalmente y ayudar a otras personas según la fuerza del Espíritu, que sigue iluminando y conduciendo a la Iglesia también en nuestros días.

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo Redentorista