26 de abril de 2025

DOMINGO DE LA DIVINA MISERICORDIA - Segundo domingo de Pascua



Quizá nos extraña que en la Octava misma de Pascua se hable de la misericordia de Dios; incluso que se haya convertido en el Domingo de la Divina Misericordia.

Debemos tener la certeza de que del sacrificio profundo del hombre-Dios, Jesucristo, ha brotado la alegría auténtica de la misericordia.

Eso recordamos hoy. Los clavos, las espinas, la cruz han producido la salvación y la alegría más grande para toda la humanidad.

  • Hechos de los apóstoles

Es muy importante recordar que la promesa de Jesús se cumplió en la vida de los apóstoles, que hicieron milagros incluso más grandes que los que hizo Él.

Interesante leer: «La gente sacaba los enfermos a la calle y los ponían en catres y camillas para que, al pasar Pedro, su sombra, por lo menos cayera sobre alguno».

No es de extrañar que en poco tiempo se multiplicaran los discípulos de Jesús.

  •  Salmo 117

El salmista resalta la misericordia de Dios:

«Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia.

Diga la casa de Aarón: eterna es su misericordia.

Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia».

Al contacto con Jesús descubrimos misericordia para todos y siempre.

Todo el que busca a Dios lo encuentra y goza de su misericordia, con tal de que lo busque con sinceridad y arrepentimiento.

  • Apocalipsis

El último de los libros de la Biblia recoge hoy estas palabras del apóstol san Juan:

«Yo, Juan, vuestro hermano y compañero en la tribulación, en el reino y en la constancia en Jesús, estaba desterrado en la isla de Patmos…

Un domingo caí en éxtasis y oí a mi espalda una voz potente que decía: “lo que veas escríbelo en un libro y envíaselo a las siete iglesias de Asia”».

Juan nos cuenta su visión de los siete candelabros de oro y en medio de ellos una figura humana, «vestida de larga túnica con un cinturón de oro a la altura del pecho».

Después de un momento difícil, cuenta:

«Él puso la mano derecha sobre mí y dijo:

“No temas, yo soy el primero y el último. Yo soy el que viene.

Estaba muerto y ya ves que vivo por los siglos de los siglos y tengo las llaves de la muerte y del abismo».

  • Verso aleluyático

Son las palabras llenas de misericordia que Jesús dijo a Tomás:

«¿Porque me has visto, Tomás, has creído? Dichosos los que crean sin haber visto».

  • Evangelio

Nos cuenta cómo Jesús se apareció a los apóstoles reunidos en el cenáculo y cuando se lo contaron a Tomás: «Hemos visto al Señor», él contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos. Si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».

Así se hizo de valiente el apóstol.

A los ocho días Jesús llegó a llamar directamente a Tomás y le dijo:

«Trae tus dedos, aquí tienes mis manos. Trae tu mano y métela en mi costado y no seas incrédulo sino creyente».

Tomas, humillado reconoce y hace el gran acto de fe:

«¡Señor mío y Dios mío!».

En aquel momento Jesús alabó la fe de los que creemos en Él, aunque nunca lo hemos visto, diciendo:

«¿Por qué me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto».

Jesús nos ofrece a todos su Divina Misericordia porque creemos en Él, aunque no lo hemos visto.

De esta manera nos asegura Jesús que, aún a la distancia, nosotros lo encontraremos siempre en la Eucaristía y además se hará presente en los pobres, en los más humildes y necesitados.

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo Redentorista

20 de abril de 2025

MI «AMIGO» RESUCITÓ

 El saludo pascual de la liturgia dice así:

«He resucitado y aún estoy contigo».

Así saludó el Amigo que ha cumplido todo lo que dijo:

«Todo está cumplido».

Con alegría, rebosando de gozo pascual, celebramos el triunfo maravilloso de Jesús, Dios y hombre verdadero.

  • Carta a los hebreos

San Pedro, confirmado como el primero de los apóstoles por Jesús, tomando la palabra, dijo:

«Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa comenzó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo», que hizo mucho bien con sus milagros ante el pueblo.

Pedro se reconoce como testigo de lo que hizo Jesús en Judea y en Jerusalén.

Y después de hacer mucho bien a todos, «lo mataron colgándolo de un madero, pero Dios lo resucitó».

Todo esto sucedió al tercer día «y nosotros, que hemos comido con Él, somos testigos de esta resurrección».

No olvidemos que cuando Jesús asciende al cielo, encarga a todos (los bautizados) a proclamar el Evangelio por el mundo entero.

  • Salmo 117

La Iglesia, llena de alegría. repite:

«Este es el día en que actuó el Señor».

Es el día más importante que da sentido a toda la pasión y muerte de Jesús que hemos celebrado los días anteriores. Por eso:

«¡Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia!».

  • San Pablo

El apóstol celebra la resurrección de Jesús con estas palabras, para nuestra meditación:

«Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba donde está Cristo sentado a la derecha de Dios».

  • Secuencia

Se trata de un hermoso himno que se canta después de la segunda lectura, y que empieza con las siguientes palabras:

«Ofrezcan los cristianos ofrendas de alabanza, a gloria de la víctima propicia de la Pascua… (y termina diciendo:)

Rey vencedor apiádate de la miseria humana y da a tus fieles parte en tu victoria santa…».

  • Verso aleluyático

Por fin la liturgia vuelve a su canto de alabanza y glorificación al Dios bueno que ha tenido a bien redimirnos con tanto dolor, un dolor que se ha vuelto misericordia y felicidad para todos:

«¡Aleluya! Ha sido inmolada nuestra víctima pascual, Cristo. Celebremos la Pascua en el Señor. ¡Aleluya!».

  • Evangelio

Nos cuenta San Juan que el primer día de la semana fue María con las otras mujeres a embalsamar el cuerpo de Jesús.

María Magdalena, siempre inquieta, miró por todas partes. No vio el cuerpo en el sepulcro y desesperadamente, sin pensar en la posible resurrección de que Jesús había hablado, dijo a los apóstoles Juan y Pedro:

«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».

Pedro y Juan fueron corriendo al sepulcro. Primero entró Pedro y luego entró Juan. Y este apóstol dice de sí mismo: «Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro. Vio y creyó».

El mismo Juan atestigua que no había creído a Jesús que había predicho tantas veces su resurrección al tercer día.

Nosotros también en esta Pascua de Jesús Resucitado celebremos el triunfo de Él y, al mismo tiempo, nuestra propia victoria porque su resurrección del sepulcro ha sido para nosotros, para que después de nuestra vida participemos en su resurrección gloriosa.

Con la liturgia terminemos pidiendo que «seamos renovados por el Espíritu Santo para resucitar en el reino de la luz y de la vida. Aleluya».

¡Feliz Pascua de Resurrección para todos!

¡Con fe profunda hagamos nuestra la resurrección de Jesucristo!

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo Redentorista

12 de abril de 2025

CUANDO ME LEVANTEN EN ALTO, ATRAERÉ A TODOS

 

Con el Domingo de Ramos ingresamos a lo que la liturgia llama la Semana Santa o Semana Mayor. El motivo es que durante estos días meditaremos en los grandes misterios de nuestra salvación: la Eucaristía (Jueves Santo), la entrega y muerte de Jesús en la Cruz (Viernes Santo) y la gran ceremonia de la Resurrección del Señor en la Vigilia Pascual (Sábado en la noche).

+ En este Domingo de Ramos meditaremos, sobre todo, la lectura de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo, según San Lucas.

Meditemos, ojalá, en familia esta lectura muy importante para nosotros.

  •  La Pasión del Señor según San Lucas

Meditamos algunos puntos que nos pueden ayudar en nuestra meditación.

I. Institución de la Eucaristía

«He deseado enormemente comer esta comida pascual con vosotros, antes de padecer, porque os digo que ya no volveré a comer, hasta que se cumpla en el Reino de Dios».

Jesús entrega su cuerpo y su sangre como un milagro de su divinidad para que los suyos, comiendo el cuerpo de su Maestro, lleguen a identificarse con Él por medio de la gracia de este gran sacramento.

Es una pena que los hombres no seamos capaces de descubrir el amor infinito de Jesús en este sacramento.

II. En el Huerto de los Olivos

Jesús, según su costumbre, va al Monte de los Olivos y los apóstoles lo acompañan. Jesús hace la gran oración de identificación de su voluntad con la del Padre Dios, y en el dolor que siente busca el consuelo de sus discípulos que están, de hecho, dormidos, amodorrados, por la pena que sienten por el sufrimiento de su Maestro.

Aprendamos de Él la gran lección:

«Velad y orad para no caer en la tentación».

Jesús continúa su oración y los suyos siguen durmiendo… Aprendamos la oración de Jesús en medio de tanto dolor como tiene que soportar.

III. El prendimiento

Dirigidos por uno de los apóstoles, Judas Iscariote, un pelotón llega a prender a Jesús. Él se deja, mientras los suyos hacen un pequeño ademán de defenderlo. Jesús se entrega diciendo:

«¿Habéis salido con espadas y palos como a caza de un bandido? A diario estaba en el templo con vosotros y no me echasteis mano. Pero esta es vuestra hora y el poder de las tinieblas».

Lo prendieron y ataron y llevaron a casa del sumo sacerdote.

IV. Azotado y coronado de espinas

Aprovechando la soldadesca un rato que tienen libre, se burlan de Jesús mientras le pegan:

«Haz de profeta: ¿quién te ha pegado?» (porque tenía Jesús los ojos cubiertos).

Se burlan despiadadamente de Él y frente al Sanedrín quieren completar la sentencia haciéndole confesar para poder acusarlo:

«“Si tú eres el Mesías, dínoslo”. Jesús contestó: “Si os lo digo no lo vais a creer y si lo pregunto, no me vais a responder”.

Desde ahora el Hijo del hombre estará sentado a la derecha de Dios Padre todopoderoso».

Este será el motivo fundamental para que aquellos lo condenen. No pueden oír que aquel hombre maniatado afirme, con tanta valentía, que Él es Dios.

Tampoco admiten que sea el «Rey de los judíos». Sin embargo, con esto presionaron a Pilato para que, sin motivo real, lo condene a la muerte de cruz.

V. En el Calvario

Jesús, camino del Calvario, es seguido por un «gran gentío del pueblo y de mujeres que se daban golpes y lanzaban lamentos por Él».

Llegado al Calvario, crucificaron a Jesús y su palabra estremeció a los oyentes:

«Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen».

Poco después se oyó a Jesús que respondía al «buen ladrón»: «Hoy estarás conmigo en el paraíso».

«Se oscureció el sol, el velo del templo se rasgó por medio y Jesús, clamando con voz fuerte, dijo: “Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu”. Y dicho esto, expiró».

No nos queda más que decir, amigos, solo meditar, adorar y agradecer.

Este Jesús, Dios y hombre verdadero, es nuestro Redentor y dio su vida para que nosotros tengamos vida eterna.

«Cristo, por nosotros, se sometió incluso a la muerte, y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el “Nombre-sobre-todo-nombre”».

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo Redentorista

5 de abril de 2025

¿PECADORES?, SÍ, PERO ARREPENTIDOS

Jesucristo ha muerto por todos, pero nunca debemos olvidar que para personalizar sus méritos debemos poner los medios que Él nos alcanzó. Entre estos medios, el más importante para poder entrar en la Iglesia de Jesús, tenemos el sacramento del Bautismo y la reconciliación (confesión).

  • Isaías

El profeta recuerda al pueblo de Israel el pasado maravilloso cuando Dios lo liberó de la esclavitud de Egipto y, encontrando la libertad a través del desierto, llegaron a la tierra prometida.

Estos momentos de «la memoria de Israel» nos hablan de la necesidad que tenemos todos los pueblos para recordar los grandes momentos de nuestra historia, no con imaginación y mentira, sino según la verdad histórica.

De esta manera, Israel se gozará siempre en la salida de Egipto como un regalo que Dios les hizo para que pudieran llegar a la tierra prometida.

  • Salmo 125

El salmista reconoce la grandeza y predilección de Dios para con el pueblo de Israel. Quizá todo se resume en estas palabras de la respuesta:

«El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres».

En el resto del salmo, nos cuenta el salmista, el paso del pueblo de Dios de la opresión y persecución en tierra extranjera al regreso cantando, trayendo la felicidad de las gavillas maduras.

  • San Pablo

El apóstol, en su carta a los filipenses, nos cuenta su conversión para pasar del Antiguo Testamento a la experiencia personal con Jesús, hasta tal punto que llega a decir:
«Todo lo estimo pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor».

Pablo reconoce que no ha llegado a la perfección y que toda la vida seguirá corriendo a ver si la obtiene, pues, está seguro de que Jesús obtuvo la misericordia para él personalmente y nos propone su propio camino para hacerlo nuestro:

«Olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome a lo que está por delante, corro hacia la meta para ganar el premio al que Dios, desde arriba, llama en Cristo Jesús».

  • Versículo antes del Evangelio

Escuchemos y meditemos el oráculo del profeta Joel que nos dice:

«Convertíos a mí de todo corazón porque soy compasivo y misericordioso».

Esto lo va a demostrar sobre todo el Evangelio de la acogida de Jesús a la gran pecadora.

  • Evangelio

Jesús se presenta en el templo y todos acudían a Él para escuchar sus enseñanzas.

En uno de estos momentos, los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio. La colocan en medio y le dicen:

«Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras. Tú, ¿qué dices?».

Había mucha maldad en aquellos corazones que lo que buscaban era motivos para condenar a Jesús. Como insisten en la pregunta, Jesús los mira, uno por uno, y añade:

«El que esté sin pecado que le tire la primera piedra».

Y como desentendiéndose del todo, escribía en la arena.

Viéndolo inclinado sobre el suelo, «se fueron escabullendo, uno a uno, empezando por los más viejos».

Jesús, al ver que todos se van, pregunta a la mujer:

«Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Ninguno te ha condenado?».

La mujer, avergonzada, contestó:

«Ninguno, Señor».

La misericordia de Jesús no pudo ser más grande para con esta pecadora:

«Tampoco yo te condeno. Anda y en adelante no peques más».

Así es de maravillosa la misericordia. Siempre perdona, sí, pero advierte que es preciso esforzarse para no volver a caer en el pecado.

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo Redentorista