12 de octubre de 2024

PARA DIOS TODO ES POSIBLE - Domingo XXVIII del tiempo ordinario


La convicción de los israelitas, en tiempo de Jesús, era que las riquezas son el signo de la aceptación de Dios

Por eso les extraña tanto lo que Jesús enseña este día.

  • Libro de la Sabiduría

Enseña que la sabiduría es superior a todos los bienes. El escritor sagrado la pide en oración al Señor.

Se aprecia la sabiduría más que los bienes y las riquezas incalculables.

La riqueza de la sabiduría es superior a todas las riquezas que fustiga el evangelio de hoy.

Con la sabiduría «me vinieron todos los bienes juntos, en sus manos había riquezas incontables».

  • Salmo 89

El salmista pide a Dios que nos sacie de su misericordia «y toda nuestra vida será alegría».

Apoyados en esta bondad del Señor, confiamos tener un corazón sensato para aprovechar los años que Dios nos regale.

Por eso, pidamos con el salmista:

«Por la mañana sácianos de tu misericordia y toda nuestra vida será alegría y júbilo.

Danos alegría por los días en que nos afligiste, por los años en que sufrimos desdichas».

Y terminamos pidiendo:

«Baje a nosotros la bondad del Señor y haga prósperas las obras de nuestras manos».

  •  Carta a los hebreos

Destaca la importancia de la Palabra de Dios que nosotros debemos leer para conocer, practicar y enseñar a otros.

Sobre el valor de esta Palabra, se dice: «La Palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, penetrante hasta el punto donde se dividen alma y espíritu».

Esta Palabra, evidentemente se refiere a Jesús, Palabra del Padre, que «juzga los deseos e intenciones del corazón».

  • Verso aleluyático

Dichosos los de espíritu de pobre, es decir, aquellos que teniendo o no riquezas confían siempre en el Señor y dependen de Él en su vida. Ellos son predilectos de Dios: «Dichosos los pobres en el espíritu porque de ellos es el reino de los cielos».

  • Evangelio

En el evangelio tenemos tres momentos importantes.

+ Un joven ilusionado se acerca a Jesús preguntándole:

«¿Qué haré para heredar la vida eterna?»

Jesús responde lo que es común para todo el que quiere salvarse:

«Guarda los mandamientos».

El joven contestó con sencillez que todo lo había cumplido desde pequeño.

En ese momento Jesús le propone el camino de la perfección:

«Una cosa te falta, anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo y luego, sígueme».

Como el joven no pudo entender que la riqueza era Jesús, sintió debilidad en dejar las riquezas que tenía y se marchó triste.

+ Cuando se va el muchacho, Jesús advierte a los apóstoles:

«¡Qué difícil les es entrar en el reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero!».

Y como hace una exagerada comparación que asusta a los apóstoles, ellos preguntan: «¿Entonces quién puede salvarse?».

Esta es la respuesta de Jesús:

«Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo».

De todas maneras, advirtamos que no está el peligro en las riquezas en sí, sino el apego a las riquezas por encima de todo.

+ Finalmente, vemos a Pedro que quiere aprovechar esta situación para sacar ventaja:

«Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido».

Jesús lo toma en serio y responde: «Os aseguro que quien deja casa o hermanos o hermanas o madre o padre o hijos o tierras por mí y por el Evangelio recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más… Y en la vida futura, vida eterna».

Es bueno que terminemos este domingo poniendo toda nuestra confianza en Dios y con esta seguridad adquirir las riquezas necesarias, como fruto de nuestro trabajo, pero que nunca sean ellas las que dominen nuestro corazón que es solo para su Creador.

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo

5 de octubre de 2024

CORAZONES DE NIÑO EN EL REINO - Domingo XXVII del tiempo ordinario


Hoy entramos en una de las páginas más lindas del Génesis: La creación de la mujer que trae la felicidad al hombre en su unión matrimonial. Veamos con qué cariño crea Dios y cómo Jesús respalda con su sacramento este matrimonio natural creado por Dios.

  • Génesis

Cuenta cómo Dios hizo pasar a todos los animales que había creado para que Adán les pusiera nombre. Poner nombre significa tener dominio de todos los animales que pasaron delante de él.

Adán comprobó que ninguno de ellos era como él, capaz de ayudarle.

Entonces, Dios crea a un ser semejante al hombre, tomado del cuerpo de Adán, y es la mujer.

Al verla, Adán se alegra y exclama:

«¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne!».

Encontramos aquí una bellísima presentación poética del matrimonio.

Concluye el párrafo indicando que, de esta manera, Dios ha querido establecer el matrimonio:

«Por eso, abandonará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne».

De esta forma hemos conocido el matrimonio natural en el que un hombre y una mujer propagarán, en adelante, de una manera admirable la especie humana.

Jesús llevará a su perfección este matrimonio natural, elevándolo a sacramento con el significado precioso del amor de Cristo a su Iglesia.

  • Salmo 127

Se trata de una hermosa bendición matrimonial. El hombre que teme al Señor sigue sus caminos: «Comerás el fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien».

La mujer es comparada con «una parra fecunda en medio de la casa».

Y los hijos como «renuevos de olivo alrededor de su mesa».

Viviendo así tendrán la bendición del Señor:

«El Señor te bendiga desde Sion y que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida».

Finalmente, concreta la bendición con estas palabras: «Que veas a los hijos de tus hijos».

  • Carta a los hebreos

Nos dice esta carta cómo Dios escogió a Jesús (hombre), el grande, un poco inferior a los ángeles:

«El padeció la muerte para salvación de todos».

Ahora lo vemos glorificado como fruto de su pasión y muerte. Y así «puede llevar una multitud de hijos a la gloria».

  • Verso aleluyático

La plenitud del amor está en amarnos unos a otros, para que Dios permanezca en nosotros: «Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud».

  • Evangelio

Después de haber presentado la Escritura la belleza del matrimonio, hoy nos cuenta San Marcos que unos fariseos preguntaron a Jesús, para ponerlo a prueba:

«¿Es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?».

Cuando ellos afirman que Moisés ha permitido divorciarse «dándole a la mujer un acta de repudio», Jesús aclara:

«Por vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto. Al principio de la creación Dios los creó hombre y mujer, por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne».

Y Jesús completa:

«Ya no son dos sino una sola carne. Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre».

Más tarde, hablando con sus discípulos en la casa, Jesús aclara:

«Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio».

Después de aclarar el valor del matrimonio y el pecado del adulterio, Jesús pone un niño en medio de los apóstoles y dice:

«Dejad que los niños se acerquen a mí… De los que son como ellos es el reino de Dios».

Esta afirmación es muy importante: «Os aseguro que el que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él».

Será bueno que, en este día, después de hablar tantas maravillas del matrimonio, entendamos que hay que tener corazón de niño para enamorar a Dios y entrar en su reino.

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo