27 de octubre de 2024

LA MISERICORDIA DE DIOS EN CRISTO

En este domingo XXX del ciclo B del tiempo ordinario sentimos el actuar de Dios a través de Jesucristo, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. 

Examinemos la misericordia divina en tres momentos distintos de la historia.

  • Jeremías

En el Antiguo Testamento Dios trae a su pueblo del destierro a la patria de la que fue deportado. Jeremías nos descubre la satisfacción «del resto» y no de todo el pueblo, que regresa feliz a Jerusalén:

«Gritad de alegría por Jacob, regocijaos por la flor de los pueblos, proclamad, alabad y decid: “El Señor ha salvado a su pueblo, a salvado al resto de Israel”».

Es importante descubrir que en esta vuelta hacia Jerusalén el pueblo reconoce que, si salieron llorando, regresan entre consuelos y lo más importante es que el resto de Israel reconoce que su regreso se lo debe a la misericordia de Dios, que ha prometido:

«Seré un padre para Israel».

  •  Salmo 17

Es la respuesta de amor del salmista al Señor cuya fortaleza reconoce:

«Yo te amo, Señor. Tú eres mi fortaleza… Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador…». Y termina gritando feliz:

«¡Viva el Señor! ¡Bendita sea mi roca!».

  • Hebreos

La Carta a los hebreos nos habla del significado de los sacerdotes en Israel y en todos los pueblos de la tierra:

«Todo sumo sacerdote escogido de entre los hombres está puesto para representar a los hombres en el culto de Dios: para ofrecer dones y sacrificios por los pecados».

Este sacerdote del pueblo, como es una de tantos, tiene que ofrecer sacrificios no solo por el pueblo sino también por sí mismo, porque tiene la misma limitación humana que los otros.

Por eso, en la Carta a los hebreos se glorifica al Sumo sacerdote Jesús, de quien dice: «Cristo no se confirió a sí mismo la dignidad de sumo sacerdote, sino que la recibió de aquel que le dijo: “Tú eres mi Hijo; yo te he engendrado hoy”...

O como dice en otro pasaje: “Tú eres sacerdote para siempre según el rito de Melquisedec”».

En este caso, Jesús Sumo Sacerdote que ha querido ser un hombre más, semejante a todos, menos en el pecado, no ofrece sacrificios por sí mismo, sino la ofrenda y el holocausto de sí mismo para salvarnos a todos.

  • Verso aleluyático

Es uno de los versículos más impresionantes de toda la Biblia (Jn 14,23):

«El que me ama guardará mi Palabra y mi Padre lo amará y vendremos a Él».

  • Evangelio

El Evangelio de Marcos nos recuerda que Jesucristo no solo es el sacerdote que se sacrifica para salvarnos, sino que también es el Dios bueno que se abaja para librarnos de nuestras miserias.

En este día Jesús se encuentra a Bartimeo al salir de Jericó. Le hace llamar y le formula una de las preguntas más maravillosas que, sin duda cada uno de nosotros, querríamos que nos dijera el Señor:

«“¿Qué quieres que haga por ti?”. El ciego le contestó: “Maestros, que pueda ver”».

La respuesta de Jesucristo no se hizo esperar: «Anda, tu fe te ha curado».

La reacción del ciego no pudo ser mejor: «Al momento recobró la vista y le seguía por el camino».

Ojalá también nosotros, como Bartimeo, tengamos la valentía de tirar el manto (es decir toda nuestra vida pasada de limitación) y seguirle a Él que es «El Camino».

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo

20 de octubre de 2024

JESÚS, SIERVO DE YAVÉ, CAUTIVO DE AMOR - Domingo XXIX del tiempo ordinario


Siete años me permitió el Señor ser misionero y párroco, en Ayabaca, en la parroquia de la Virgen del Pilar donde se rinde culto a una impresionante imagen de Jesús Cautivo.

La liturgia de hoy nos habla del amor de Dios que nos ha venido a través de Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre.

En este día meditemos en el amor infinito de Jesús, totalmente inmerecido por nosotros.

Él bebió el cáliz de la pasión hasta la última gota.

Los suyos no lo hemos entendido, pero cuantos imitan al Señor bebiendo su cáliz gozarán del triunfo del Señor.

  • Isaías

Este maravilloso capítulo cincuenta y tres, totalmente mesiánico, describe el sufrimiento de Jesús.

Meditemos lo que dice Isaías, ocho siglos antes de que sucedan los acontecimientos:

«El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento y entregar su vida como expiación… Por los trabajos de su alma verá la luz…».

El fruto de los sufrimientos del siervo de Yavé será este:

«Mi siervo justificará a muchos porque cargó con los crímenes de ellos».

  • Salmo 32

Pedimos la misericordia del Señor con gran confianza:

«Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre».

De ahí brota nuestra gran confianza en el Señor:

«Nosotros aguardamos al Señor: Él es nuestro auxilio y escudo.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros como lo esperamos de ti».

  • Carta a los hebreos

Nos invita esta carta a mantener la fe en Jesús, Sumo Sacerdote, que atravesó el cielo para venir a salvarnos.

Él nos puede salvar de todas nuestras debilidades porque «ha sido probado, como nosotros en todo, menos en el pecado».

Esto nos da confianza para llevarnos al trono de la gracia, para alcanzar «misericordia y encontrar la gracia en el tiempo oportuno».

  • Verso aleluyático

Nuestro salvador, Jesús, ha venido a servir y nos pide que le imitemos en el servicio a los hermanos:

«El Hijo del hombre ha venido para servir y dar su vida en rescate por muchos».

  •  Evangelio

Cuenta San Marcos que un buen día se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron: «Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir».

A la pregunta de Jesús, contestan: «Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda».

Jesús les advierte otra cosa muy distinta:

«¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?».

No creo que entendieran mucho la pregunta, pero contestaron: «¡Lo somos!».

Ahora sí, me imagino que fue muy fuerte lo que oyeron:

«El cáliz que yo he de beber lo beberéis y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo. Está ya reservado».

Esta conversación llenó de envidia al resto de los apóstoles y Jesús tuvo que apaciguarlos:

«Los jefes de los pueblos los tiranizan…».

Y ahora, viene la gran lección de Jesucristo Cautivo:

«El que quiera ser grande sea vuestro servidor y el que quiera ser primero sea esclavo de todos».

Jesús completa la escena poniéndose como ejemplo para ellos y para todos nosotros:

«El Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan sino para servir y dar su vida en rescate por todos».

Muchas cosas nos ha enseñado Jesús, pero sin duda son dos cosas las fundamentales: el amor único a su Padre y el servicio al prójimo, especialmente a los más pequeños y vulnerables, por amor de Él.

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo

12 de octubre de 2024

PARA DIOS TODO ES POSIBLE - Domingo XXVIII del tiempo ordinario


La convicción de los israelitas, en tiempo de Jesús, era que las riquezas son el signo de la aceptación de Dios

Por eso les extraña tanto lo que Jesús enseña este día.

  • Libro de la Sabiduría

Enseña que la sabiduría es superior a todos los bienes. El escritor sagrado la pide en oración al Señor.

Se aprecia la sabiduría más que los bienes y las riquezas incalculables.

La riqueza de la sabiduría es superior a todas las riquezas que fustiga el evangelio de hoy.

Con la sabiduría «me vinieron todos los bienes juntos, en sus manos había riquezas incontables».

  • Salmo 89

El salmista pide a Dios que nos sacie de su misericordia «y toda nuestra vida será alegría».

Apoyados en esta bondad del Señor, confiamos tener un corazón sensato para aprovechar los años que Dios nos regale.

Por eso, pidamos con el salmista:

«Por la mañana sácianos de tu misericordia y toda nuestra vida será alegría y júbilo.

Danos alegría por los días en que nos afligiste, por los años en que sufrimos desdichas».

Y terminamos pidiendo:

«Baje a nosotros la bondad del Señor y haga prósperas las obras de nuestras manos».

  •  Carta a los hebreos

Destaca la importancia de la Palabra de Dios que nosotros debemos leer para conocer, practicar y enseñar a otros.

Sobre el valor de esta Palabra, se dice: «La Palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, penetrante hasta el punto donde se dividen alma y espíritu».

Esta Palabra, evidentemente se refiere a Jesús, Palabra del Padre, que «juzga los deseos e intenciones del corazón».

  • Verso aleluyático

Dichosos los de espíritu de pobre, es decir, aquellos que teniendo o no riquezas confían siempre en el Señor y dependen de Él en su vida. Ellos son predilectos de Dios: «Dichosos los pobres en el espíritu porque de ellos es el reino de los cielos».

  • Evangelio

En el evangelio tenemos tres momentos importantes.

+ Un joven ilusionado se acerca a Jesús preguntándole:

«¿Qué haré para heredar la vida eterna?»

Jesús responde lo que es común para todo el que quiere salvarse:

«Guarda los mandamientos».

El joven contestó con sencillez que todo lo había cumplido desde pequeño.

En ese momento Jesús le propone el camino de la perfección:

«Una cosa te falta, anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo y luego, sígueme».

Como el joven no pudo entender que la riqueza era Jesús, sintió debilidad en dejar las riquezas que tenía y se marchó triste.

+ Cuando se va el muchacho, Jesús advierte a los apóstoles:

«¡Qué difícil les es entrar en el reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero!».

Y como hace una exagerada comparación que asusta a los apóstoles, ellos preguntan: «¿Entonces quién puede salvarse?».

Esta es la respuesta de Jesús:

«Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo».

De todas maneras, advirtamos que no está el peligro en las riquezas en sí, sino el apego a las riquezas por encima de todo.

+ Finalmente, vemos a Pedro que quiere aprovechar esta situación para sacar ventaja:

«Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido».

Jesús lo toma en serio y responde: «Os aseguro que quien deja casa o hermanos o hermanas o madre o padre o hijos o tierras por mí y por el Evangelio recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más… Y en la vida futura, vida eterna».

Es bueno que terminemos este domingo poniendo toda nuestra confianza en Dios y con esta seguridad adquirir las riquezas necesarias, como fruto de nuestro trabajo, pero que nunca sean ellas las que dominen nuestro corazón que es solo para su Creador.

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo

5 de octubre de 2024

CORAZONES DE NIÑO EN EL REINO - Domingo XXVII del tiempo ordinario


Hoy entramos en una de las páginas más lindas del Génesis: La creación de la mujer que trae la felicidad al hombre en su unión matrimonial. Veamos con qué cariño crea Dios y cómo Jesús respalda con su sacramento este matrimonio natural creado por Dios.

  • Génesis

Cuenta cómo Dios hizo pasar a todos los animales que había creado para que Adán les pusiera nombre. Poner nombre significa tener dominio de todos los animales que pasaron delante de él.

Adán comprobó que ninguno de ellos era como él, capaz de ayudarle.

Entonces, Dios crea a un ser semejante al hombre, tomado del cuerpo de Adán, y es la mujer.

Al verla, Adán se alegra y exclama:

«¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne!».

Encontramos aquí una bellísima presentación poética del matrimonio.

Concluye el párrafo indicando que, de esta manera, Dios ha querido establecer el matrimonio:

«Por eso, abandonará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne».

De esta forma hemos conocido el matrimonio natural en el que un hombre y una mujer propagarán, en adelante, de una manera admirable la especie humana.

Jesús llevará a su perfección este matrimonio natural, elevándolo a sacramento con el significado precioso del amor de Cristo a su Iglesia.

  • Salmo 127

Se trata de una hermosa bendición matrimonial. El hombre que teme al Señor sigue sus caminos: «Comerás el fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien».

La mujer es comparada con «una parra fecunda en medio de la casa».

Y los hijos como «renuevos de olivo alrededor de su mesa».

Viviendo así tendrán la bendición del Señor:

«El Señor te bendiga desde Sion y que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida».

Finalmente, concreta la bendición con estas palabras: «Que veas a los hijos de tus hijos».

  • Carta a los hebreos

Nos dice esta carta cómo Dios escogió a Jesús (hombre), el grande, un poco inferior a los ángeles:

«El padeció la muerte para salvación de todos».

Ahora lo vemos glorificado como fruto de su pasión y muerte. Y así «puede llevar una multitud de hijos a la gloria».

  • Verso aleluyático

La plenitud del amor está en amarnos unos a otros, para que Dios permanezca en nosotros: «Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud».

  • Evangelio

Después de haber presentado la Escritura la belleza del matrimonio, hoy nos cuenta San Marcos que unos fariseos preguntaron a Jesús, para ponerlo a prueba:

«¿Es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?».

Cuando ellos afirman que Moisés ha permitido divorciarse «dándole a la mujer un acta de repudio», Jesús aclara:

«Por vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto. Al principio de la creación Dios los creó hombre y mujer, por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne».

Y Jesús completa:

«Ya no son dos sino una sola carne. Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre».

Más tarde, hablando con sus discípulos en la casa, Jesús aclara:

«Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio».

Después de aclarar el valor del matrimonio y el pecado del adulterio, Jesús pone un niño en medio de los apóstoles y dice:

«Dejad que los niños se acerquen a mí… De los que son como ellos es el reino de Dios».

Esta afirmación es muy importante: «Os aseguro que el que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él».

Será bueno que, en este día, después de hablar tantas maravillas del matrimonio, entendamos que hay que tener corazón de niño para enamorar a Dios y entrar en su reino.

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo