En este Domingo XIX del tiempo ordinario nos encontramos con una petición especial en la liturgia del día, que a veces no apreciamos bastante.
Nos indica que los dones que le ofrecemos a
Dios, creyendo que le hacemos un gran regalo, nos los ha dado antes Él para que
podamos dárselos: «Los dones que has dado a tu Iglesia para que pueda
ofrecértelos».
Y la petición que nosotros, con nuestra
Madre Iglesia, le hacemos en este sacramento, es que acepte nuestro regalo
transformándolo en sacramento de salvación para nosotros.
Una idea importante para que nos mantengamos humildes y sepamos que Dios nos precede también en lo que le ofrecemos.
- Libro 1Reyes
Nos presenta a Elías que se prepara para el
encuentro con Dios. Después de un sacrificado viaje por el desierto llega al
monte Horeb, se mete en una cueva, y allí pasa la noche.
El Señor le dice:
«Sal y ponte de pie en el monte ante el
Señor: ¡El Señor va a pasar!».
Después de distintos signos fuertes «se
oye una brisa suave. Al sentirla, Elías se tapó el rostro con el manto, salió
afuera, y se puso en pie a la entrada de la cueva».
En esta actitud esperó el profeta, recibió el mensaje de Dios y regresó para cumplir la última voluntad del Señor.
- Salmo 84
Pedimos la misericordia y la salvación para
nuestro caminar en este mundo:
«Muéstranos, Señor, tu misericordia, y
danos tu salvación».
A continuación, el salmista nos invita a
escuchar la voluntad del Señor y a comprender que donde está Él está la paz y
la verdadera salvación:
«Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus
amigos… La salvación está ya cerca de sus fieles… La misericordia y la
fidelidad se encuentran. La justicia y la paz se besan».
El vivir según quiere el Señor tiene sus
efectos saludables:
«El Señor nos dará la lluvia y nuestra tierra dará su fruto».
- San Pablo
El Apóstol ama mucho a los judíos de los
que se apartó por su conversión a Jesucristo, pero siempre los recuerda y está
seguro de que ellos, hasta cierto punto, tienen el derecho y la seguridad de
descubrir la verdad del Evangelio:
«Ellos descienden de Israel, fueron
adoptados como hijos, tienen la presencia de Dios, la alianza, la ley, el
culto, y las promesas».
Según Pablo, los patriarcas también
pertenecen al pueblo judío y de ellos nació el Mesías.
Todo esto le da la seguridad a Pablo de que el pueblo judío está preparado para recibir al Señor y así lo manifiesta en la Carta a los romanos.
- Verso aleluyático
La virtud de la esperanza nos tiene que
llevar al encuentro con Dios, seguros de que en Él tendremos todo:
«Espero en el Señor, espero en su Palabra».
- Evangelio
El Evangelio nos recuerda, una vez más, la
oración de Jesús en la noche, después de la cual camina sobre las aguas para
llegar a la barca en la que navegan sus apóstoles hacia Cafarnaúm.
Cuando los suyos lo ven caminar sobre el
agua, como si fuera un «fantasma», gritan asustados, pero Jesús les devuelve la
paz con sus famosas palabras:
«Ánimo, soy yo, no tengan miedo».
Pedro, inquieto como siempre, le pide que
le permita el gustito de caminar también él sobre las aguas. El Maestro le
dice:
«Ven. Pedro bajó de la barca y echó a andar
sobre el agua acercándose a Jesús, pero al sentir la fuerza del viento le entró
miedo… ¡Señor, sálvame!».
Jesús reprocha al apóstol inquieto:
«Qué poca fe. ¿Por qué has dudado?»
La conclusión que sacan los apóstoles de
este inesperado encuentro con Jesús es un acto de fe:
«Realmente eres hijo de Dios».
En este domingo examinemos nuestra
conciencia para saber si realmente estamos preparados para recibir al Señor que
vendrá, según el mismo ha dicho, cuando menos lo esperemos, como un ladrón en la noche.
José Ignacio Alemany Grau, obispo