Es evidente que la felicidad del hombre está en ser acogido por Dios y gozar de su Creador:
La liturgia de hoy nos habla de encuentros y acogidas especiales de parte de Dios.
- Isaías
El profeta cuenta cómo acoge Dios a los extranjeros en
su pueblo. Todos pueden entrar a formar parte de Israel, pero con unas
condiciones:
Nos advierte el profeta que se trata de personas que
se han dado a Dios para servirlo y amar su nombre.
Estos deben guardar el sábado y ser fieles a la
alianza. A ellos promete el Señor:
«Los traeré a mi monte santo, los alegraré en mi casa de oración, aceptaré sobre mi altar sus holocaustos y sacrificios. Porque mi casa es casa de oración y así la llamarán todos los pueblos».
- Salmo 66
El salmista habla de la entrada de todos los pueblos
al servicio de Dios para glorificarlo con el pueblo de Israel:
«Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los
pueblos te alaben».
A continuación, pide que Dios tenga piedad y nos
bendiga a todos y que ilumine su rostro sobre nosotros:
«El Señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su
rostro sobre nosotros, conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu
salvación».
Ahora entendemos mejor cómo el Señor ha abierto la fe de Israel a todos los pueblos, en sintonía con lo que dice hoy el profeta Isaías y de la misma manera podemos aplicarlo a la Iglesia de Jesús.
- San Pablo
Fascinado por Jesús, que se le presenta como el Mesías
que había llegado a su pueblo, Pablo sigue decididamente el Evangelio y deja de
lado el Antiguo Testamento.
Sin embargo, sigue amando a su pueblo porque en él
está todo el tesoro de la primera parte de la revelación de Dios a la
humanidad.
Hoy, una vez más, nos habla de la seguridad que tiene
de que un día el pueblo judío entrará en la Iglesia de Jesucristo.
Pablo, que habla a los romanos, dice:
«Vosotros, en otro tiempo, erais rebeldes a Dios. Pero
ahora al rebelarse ellos habéis obtenido misericordia.
Así también ellos, que ahora son rebeldes con ocasión de la misericordia obtenida por vosotros, alcanzarán misericordia».
- Verso aleluyático
Nos muestra a Jesús misionero, en su actividad apostólica, recorriendo todos los pueblos «proclamando el Evangelio del reino y curando las dolencias del pueblo».
- Evangelio
Otra llamada especial de este día nos la presenta San
Mateo:
Jesús, como para descansar, se retiró al país de Tiro
y Sidón. Entonces una mujer cananea se puso a gritarle:
«Ten compasión de mí, Señor, hijo de David. Mi hija tiene
un demonio malo».
Se nota la angustia de la madre que ama a su hijita y
grita desesperadamente.
Por su parte, Jesucristo advierte que ha venido a
predicar y curar a las ovejas descarriadas de Israel y no a los de fuera.
La mujer valiente se postra ante Jesús y le grita:
«¡Señor, socórreme!».
La respuesta de Jesús a primera vista es humillante y
como para probar la fe de la mujer, le dice:
«No está bien echar a los perritos el pan de los
hijos».
Pero la madre, lejos de sentirse humillada y dando
muestra de gran fe en Él, añade:
«Tienes razón, Señor, pero también los perritos se
comen las migajas que caen de la mesa de sus amos».
Ante tal respuesta Jesús hace, en ese momento, el
milagro de sanar a su hija y deja una lección clara para los presentes:
«Mujer, ¡qué grande es tu fe!: que se cumpla lo que
deseas».
De esta manera tenemos también el día de hoy el
ejemplo de una mujer que no es del pueblo de Dios y, sin embargo, se lleva un
gran milagro y la alabanza de Jesucristo.
Amigos, ¿su fe habría tenido una respuesta como la de
esta mujer que se «robó» un milagro de Jesús?
José Ignacio Alemany Grau, obispo