Así es, amigos, nuestra fe.
Pensamos que la
Iglesia se va a hundir, no solo por los problemas externos que la afectan, sino
también por las diferencias dentro de la barca.
El peligro está en
dudar del futuro de la Iglesia y del futuro de Jesús, el Señor.
La liturgia de hoy nos invitará a meditar, una vez más, en la presencia de Dios en Cristo.
- Isaías
Nos habla de un
cambio de mayordomo en Israel:
«Soboná, mayordomo
de palacio» es castigado por Dios y expulsado de su cargo. En su
lugar Dios «colocó a su siervo Eliacín y le vestiré tu túnica y le daré tus
poderes».
A continuación,
describe el poder de este nuevo elegido que, ciertamente, nos hace pensar en
Jesucristo y también nos permite aplicarlo a Pedro, tras la elección de Jesús
en Cesarea de Filipo:
«Será padre para los habitantes de Jerusalén, para el pueblo de Judá. Colgaré de su hombro la llave del palacio de David: lo que él abra nadie lo cerrará, lo que el cierre nadie lo abrirá».
- Salmo 137
Es una invocación
al Señor pidiéndole su misericordia y que no abandone la obra de sus propias
manos: «Te doy gracias, Señor, de todo corazón… por tu misericordia y tu
lealtad, porque tu promesa supera a tu fama».
Termina el salmo pidiendo al Señor «no abandones la obra de tus manos»; es decir, la creación obra del mismo Dios.
- San Pablo
Nos habla de la
grandeza de Dios y nos invita a admirar su generosidad e insondables
decisiones.
Pienso que esta alabanza de Dios será bueno que la repitamos nosotros en particular pensando en Jesucristo que, al ser Dios, recibe toda alabanza porque «Él es origen, guía y meta del universo» con el Padre y el Espíritu Santo, «a Él la gloria por los siglos».
- Verso aleluyático
Es una reflexión
sobre la idea central del Evangelio del día que nos recuerda cómo Pedro ha sido
elegido por Jesús como roca y fundamento de su Iglesia:
«Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y el poder del infierno no la derrotará».
- Evangelio
Nos recuerda una
importante y hermosa escena de Jesús con los apóstoles en Cesarea de Filipo. En
un ambiente de amistad con ellos, Jesús les pregunta:
«¿Quién dice la
gente que es el hijo del hombre?»
Los apóstoles
contestan lo que oyen al pueblo: que es el Bautista o Elías, o Jeremías o un
profeta.
Es muy fácil decir
lo que dice la gente, pero en realidad es una excusa que no vale ya que la
gente, sobre todo los que hemos evangelizado nosotros, deberían conocer la
verdad de Jesús.
Después de esto,
Pedro por su cuenta añade:
«Tú eres el Mesías,
el Hijo de Dios vivo».
Jesús le advierte
que eso que él afirma es revelación de Dios y no conocimiento de Pedro.
De todas maneras,
viendo en ello Jesús una manifestación del Padre en el momento en que el
Maestro busca un apóstol que pueda suplirle cuando termine la misión suya en la
tierra, aprovecha para hacer pública, ante los demás apóstoles, la elección que
de parte del Padre hace en aquel momento:
«Tú eres Pedro y
sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y el poder del infierno no la derrotará…
Te daré las llaves del reino de los cielos…».
A continuación, le
da el poder de atar y desatar, que es un término legal para declarar lo que es
lícito o no.
Llama la atención
que Jesús termine prohibiéndoles a los apóstoles decir a la gente que Él es el
Mesías, cuando sabemos que, al final de su vida, enviará a todos los apóstoles
a proclamar por el mundo entero que Él es el Mesías y el Redentor.
Este domingo es un
día muy especial para renovar nuestra fe en la Iglesia de Jesucristo y creer
que es Él el que seguirá cuidando de la Iglesia por medio de Pedro y sus
sucesores.
Una vez más
recordemos que en todo lo que se trate de fe y costumbres las afirmaciones «ex
cátedra» del Papa nos mantendrán en la fe verdadera hasta el final de los
tiempos.
José Ignacio Alemany Grau, obispo