La liturgia de hoy nos habla de fidelidad, algo que resulta siempre difícil pero mucho más en el tiempo en que vivimos.
- Libro de Josué
Es
muy famosa la asamblea de Siquén. Josué, cuando se asentaron los israelitas en
la tierra prometida, reúne a todas las tribus y les plantea con toda energía la
obligación de fidelidad que tienen con Dios y pone a su propia familia como
modelo.
El
gran Josué conoce la infidelidad humana y especialmente de su propio pueblo;
por eso les dice:
“Si no os parece bien servir
al Señor, escoged hoy a quien queréis servir: a los dioses que sirvieron
vuestros antepasados… Yo y mi casa serviremos al Señor”.
El
pueblo contestó haciendo un público compromiso:
“… También nosotros
serviremos al Señor: es nuestro Dios”.
Muy pronto el libro de los Jueces nos contará las tremendas infidelidades que cometió el pueblo en los doscientos años que gobernaron los jueces y cómo el Señor los perdonó cuando se arrepentían.
- Salmo 33
Una
vez más refiriéndose al evangelio de hoy que es el último que nos habla de la
eucaristía, la liturgia nos dice:
“Gustad y ved qué bueno es el Señor, su alabanza está siempre en mi boca. Mi alma se gloría en el Señor”.
- San Pablo
En
su carta a los efesios nos habla de la fidelidad en el matrimonio que no es
algo simplemente humano, aunque es cosa buena porque así lo hizo Dios, sino que
fue elevado por Jesús a sacramento en el que debe mantenerse siempre la
fidelidad.
Muchas
veces se critica a San Pablo por las palabras con que habla del amor y relación
entre el hombre y la mujer pidiendo que imiten la actitud amorosa de Cristo con
la Iglesia. La verdad es que no hay profundidad en la reflexión ya que nadie
podría ser tan feliz como el matrimonio entre un hombre y una mujer que
vivieran la entrega de Jesús a la Iglesia y de la Iglesia a Jesús.
Meditemos
estas últimas palabras de hoy:
“Es este un gran misterio y
yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia”.
Maravilloso
pensamiento:
El hombre vive el amor de Cristo y la mujer el amor de la Iglesia. ¡Insuperable!
- Verso aleluyático
Recoge
unas palabras del evangelio de este día que es el último párrafo del capítulo 6
de San Juan que venimos meditando. Tengámoslo muy presente:
“Tus palabras, Señor, son espíritu y vida, tú tienes palabras de vida eterna”.
- Evangelio
Al
final del maravilloso capítulo 6 de San Juan parecería que todos iban a quedar
admirados y comprometidos con Jesucristo. Pero no es así.
La
gente repitiendo: “este modo de hablar es
duro, ¿quién puede hacerle caso?”, comienza a retirarse abandonando a Jesús
por predicar una doctrina imposible.
¿Cómo
aceptar que Jesús es el pan de vida que todos tienen que comer para salvarse?
Jesús
se vuelve a los apóstoles y les pregunta:
“¿También vosotros queréis
marcharos?”
Todos
debemos tener en cuenta que para ser verdaderamente de Jesús hay que aceptar
todas las verdades de fe y entre ellas la maravillosa presencia de Jesucristo
en la eucaristía.
Pedro,
en nombre de todos los apóstoles, y quiera Dios que también en el nuestro,
contestó:
“Señor, ¿a quién vamos a
acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú
eres el santo consagrado por Dios”.
Profundicemos
y adoremos este gran misterio, regalo del Padre Dios.
José Ignacio Alemany Grau, obispo