Ante todo agradecemos la
revelación de este misterio de un Dios en tres Personas, que estuvo oculto
durante siglos y con la venida de Jesús al mundo nos descubrió el gran tesoro
de cómo es el Dios único a quien durante siglos adoró el pueblo de Israel como
un privilegio muy especial y único entre todos los pueblos.
- Prefacio
Les invito a profundizar en
el prefacio de hoy que nos describe la realidad del misterio que no podremos
comprender nunca, pero que el Señor nos revela para que en la medida que
podamos, lo entendamos para conocerle, amarle y adorarle como quiere Él de cada
uno de nosotros:
“… Padre santo, Dios
todopoderoso y eterno. Que con tu único Hijo y el Espíritu Santo eres un solo
Dios, un solo Señor. No una sola Persona sino tres Personas en una sola
naturaleza.
Y lo que creemos de tu
gloria, porque tú lo revelaste, lo afirmamos también de tu Hijo y también del
Espíritu Santo, sin diferencia ni distinción.
De modo que al proclamar nuestra fe en la verdadera y eterna divinidad adoramos tres Personas distintas, de única naturaleza e iguales en su dignidad.
- Deuteronomio
El Deuteronomio nos habla de
Dios como el único Dios. Este misterio es un gran descubrimiento ante todos los
otros pueblos paganos que tenían multitud de dioses limitados.
También nos invita a guardar sus preceptos para ser felices en la tierra y nos promete esa misma felicidad para los hijos y descendientes.
- Salmo 32
Desea la felicidad al pueblo.
Pero no porque el pueblo ha escogido a Dios como Señor sino porque es el Señor
quien escogió ese pueblo que en el Antiguo Testamento era Israel.
El salmo nos repite la
predilección de Dios por sus fieles:
“Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que
esperan en su misericordia”.
Y así podrán librar sus vidas de la muerte y encontrar alimento en tiempo de hambre.
- San Pablo
Nos habla de las maravillas que
produce en nosotros el Espíritu de Dios:
El Espíritu Santo nos hace
hijos de Dios.
El mismo
Espíritu da testimonio de que nosotros somos hijos de Dios y no esclavos por lo
que nos invita a repetir en nuestra oración: “Abbá, Padre”, reconociendo nuestra filiación.
Este mismo Espíritu es el que nos da la verdadera libertad y nos promete la misma herencia de Jesucristo si lo imitamos en los sufrimientos para ser con Él glorificados. La herencia es la misma de Cristo: Dios.
- Verso aleluyático
Nos repite un precioso
versículo del Apocalipsis:
“Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, al Dios que es,
que era y que viene”.
Este Dios maravilloso que nos ha creado y ahora nos invita a gozar de Él eternamente.
- Evangelio
Nos habla de la actitud
misionera que deben tener los que siguen a Jesús y con el poder que le ha dado
el Padre nos pide a todos:
“Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y enseñándoles a guardar todo
lo que os he mandado”.
Es importante tener en cuenta
que el bautismo católico tiene que hacerse como pide Jesús: en el nombre
expreso de las tres Divinas Personas de la Santísima Trinidad y nunca en nombre
de la familia o de una comunidad.
Finalmente, Jesús consciente
que se va al cielo y deja sin su presencia a sus discípulos les hace la gran
promesa para ellos y para sus sucesores hasta el fin de los tiempos:
“Sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del
mundo”.
Esta es la seguridad que nos
deja Jesús y muy importante ya que por encima de todas las tentaciones y
problemas de la vida podemos contar con Él.
José Ignacio Alemany Grau,
obispo