La liturgia de hoy corresponde a la Epifanía del Señor que, como ya hemos dicho, comprende tres momentos: la adoración de los Magos, el Bautismo de Jesús y las Bodas de Caná.
Hoy
meditamos sobre el Bautismo de Jesús que, en un acto de profunda humildad, pide
a Juan Bautista que lo bautice y él, aunque al principio se niega por su
profunda humildad, obedece, bautiza a Jesús y se nos revela el gran misterio de
la Santísima Trinidad.
Sabemos
que el bautismo era común y lo sigue siendo en muchas religiones.
Pero
se trata de un esfuerzo de purificación por parte de la humanidad.
El
mismo Juan nos dice hoy en el Evangelio:
“Yo os he bautizado con agua,
pero Él os bautizará en el Espíritu Santo”.
Cuando
mande Jesús bautizar lo hará con el sacramento del bautismo, que es la gran
diferencia.
En
el bautismo sacramento actúa directamente Dios en la persona de Cristo. De ahí
la importancia que tiene recibirlo para empezar a ser verdaderos hijos
adoptivos de Dios.
Muchas personas hoy renuevan su propio bautismo recordando el momento en que la gracia divina, entrando en su corazón, les permite llamar “Abbá” a Dios.
- Isaías
Se
trata del “primer cántico del siervo del
Señor”.
A
este siervo los primeros cristianos lo han identificado con Jesús y han visto
en este capítulo de Isaías una profecía en que es como un resumen de las
maravillas que Jesús realizó durante su vida en la tierra.
Por
lo demás, las palabras que el Padre Dios dice, refiriéndose a Jesús, tienen un
gran parecido con lo que leemos hoy en Isaías:
“Mirad a mi siervo a quien sostengo; mi
elegido a quien prefiero. Sobre Él he puesto mi espíritu…”
A continuación podemos leer los distintos milagros y el resumen de la predicación de Jesús, según el profeta.
- Salmo 28
Es
un salmo que ensalza la obra de Dios:
“El Señor bendice a su pueblo
con la paz”.
Por lo cual el salmista pide: “hijos de Dios aclamad al Señor, aclamad la gloria del nombre del Señor, postraos ante el Señor en el atrio sagrado”.
- Hechos de los apóstoles
San
Pedro, enseña que:
“Dios
no hace distinciones, acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la
nación que sea”.
Este
es el gran secreto del que nos habló hace unos días San Pablo en su carta a los
Efesios:
“Me dio a conocer por
revelación el misterio que no había sido manifestado a los hombres en otros
tiempos… que también los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo y
partícipes de la promesa en Jesucristo por el Evangelio”.
En
todo esto se nos enseña que la verdadera revelación que en el Antiguo
Testamento se dio a conocer solamente al pueblo de Israel, cuando llegó Cristo
se descubrió a todos los pueblos.
Por
eso el mismo Jesús dirá un día:
“Id y haced discípulos a todos los pueblos bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.
- Verso aleluyático
Es
el resumen del párrafo evangélico de este día:
“Se abrió el cielo y se oyó la voz del Padre”.
- Evangelio
El
Evangelio que hoy leemos pertenece al ciclo B, es decir a San Marcos, nuestro
compañero del año.
Empieza
citando a Juan, el Precursor, que siempre hablaba con tanta humildad cuando se
trataba de Jesús:
“Detrás de mí viene el que
puede más que yo y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias”.
Que
era como decir que no merece ser ni su esclavo, ya que estas personas eran las
que hacían el acto humilde de poner o quitar el calzado a sus señores. Incluso
con toda sencillez nos dice Juan que su bautismo era únicamente de agua, pero
el de Jesús va a ser el bautismo “en
Espíritu Santo”.
A
continuación, de una manera muy breve, nos recuerda que Juan bautizó a Jesús y
al salir del agua “vio rasgarse el cielo
y al Espíritu bajar hacia Él como una paloma. Se oyó una voz del cielo: tú eres
mi Hijo amado, mi predilecto”.
En
este día aprendamos por un lado la lección del humilde y valiente Juan Bautista
y por otra parte, a Jesús que comienza con esta actitud humilde su misión como
Salvador del mundo.
José Ignacio Alemany Grau, obispo