LA
DIVINA MISERICORDIA
Hoy,
en la octava de Pascua, al calor de la Divina Misericordia, meditemos en el
amor del Resucitado que con su muerte nos dio el agua del bautismo y el pan de
la Eucaristía, y con su resurrección nos abrió para siempre las puertas del
cielo.
Demos
gracias y glorifiquemos al Señor.
- Hechos de los apóstoles
Los
Hechos nos enseñan cuatro cosas que debemos hacer los cristianos en nuestra
casa y de una manera muy especial en esta temporada difícil, aunque tendremos
que esperar para “partir el pan”, después del Covid 19:
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La enseñanza de los apóstoles
La
encontraremos en la santa Biblia, y de una manera especial si lo que leemos lo
compartimos entre nosotros.
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En la vida común
Que
en estos días vivimos de una manera muy especial en familia, en la Iglesia
doméstica.
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En las oraciones
Con
cantos y salmos y otras oraciones espontáneas que rezamos en el seno familiar.
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Fracción del pan
Finalmente
se habla de la “fracción del pan”, es decir, de la Eucaristía que en este
tiempo es difícil pero que un día la recibiremos con mucha más “hambre de
Dios”.
- Salmo 117
Nuestra
sociedad no ha querido que Jesucristo sea la piedra angular, puesta por Dios para
que la humanidad pueda ser feliz.
Sin
embargo, el poder de Dios es mucho más grande y llegará el tiempo en que
tendremos todos que reconocer que “la
piedra (es decir Jesucristo) que
desecharon los arquitectos (de este
tiempo), es ahora la piedra angular”.
Esto
solamente ha podido hacerlo el mismo Dios y es un verdadero milagro que será
patente para toda la humanidad.
- San Pedro
En
este párrafo breve la primera carta del apóstol nos invita:
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Alabar a Dios porque la resurrección de Cristo nos ha hecho nacer de nuevo.
Qué
hermosa costumbre la de muchos cristianos que ponían a sus hijos el nombre de
“Renato” que significa “renacido”, a la vida nueva que nos trajo Jesús.
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La fe probada en estos momentos es un tesoro “de más precio que el oro”.
Con
ella llegaremos “a ser alabanza y gloria
y honor cuando se manifieste Jesucristo”.
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Finalmente San Pedro nos felicita por algo muy importante que a veces no
pensamos:
“No habéis visto a Jesucristo
y lo amáis; no lo veis y creéis en Él; y os alegráis con un gozo inefable...
alcanzando así la meta de nuestra fe: vuestra propia salvación”.
- Versículo aleluyático
La
alabanza ahora nos viene de parte de Jesús que nos dice:
“Dichosos los que crean sin
haber visto”.
- Evangelio
Encontramos
en este párrafo de San Juan el saludo del resucitado que nos repite como tantas
veces oímos en la liturgia:
“Paz a vosotros”.
Qué
importante es vivir en paz con Dios, con los hermanos y con nosotros mismos.
El
Resucitado trae siempre el gozo de su Espíritu. Por eso el evangelista advierte
que:
“Los discípulos se llenaron
de alegría al ver al Señor”.
Jesús,
en el mismo día de la Pascua, les da a los apóstoles el poder de perdonar los
pecados instaurando así la confesión:
“Recibid el Espíritu Santo, a
quienes les perdonéis los pecado les quedan perdonados; a quienes se los
retengáis les quedan retenidos”.
A
continuación advierte el evangelio que no estaba Tomás y, por más que le
dijeron los otros que habían visto a Jesús resucitado, se negó a creer.
Ocho
días después Jesús vuelve por el apóstol que le negó la fe y, dirigiéndose de
frente a Tomás, le dijo:
“Trae tus dedos, aquí tienes
mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo sino
creyente”.
Santo
Tomás nos enseñó una preciosa fórmula de oración y adoración:
“¡Señor mío y Dios mío!”
Jesús
termina con estas palabras que acogen a Tomás, pero deja claro que serán más
dichos “los que crean sin haber visto”.
Aprovechemos
este hermoso día para renovar nuestra fe en Jesucristo nuestro Redentor y Señor
de la Divina Misericordia.
José
Ignacio Alemany Grau, obispo