LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR
La
liturgia de hoy no celebra el domingo del tiempo ordinario, sino la festividad
de la Presentación de Jesús, que por ser fiesta del Señor y el domingo no privilegiado, lo permite.
De
hecho, esta fiesta se suele celebrar frecuentemente con el título de “La
Candelaria”, recordando la purificación de la Virgen y la Presentación de Jesús
en el templo.
De
distintas formas nos referimos a la Candelaria pero sobre todo imaginando una
auténtica procesión en el templo de Jerusalén.
La
Virgen ingresa con Jesús niño en los brazos, es decir, la Madre portando la Luz
del mundo que, aunque chiquita, es la única que ha iluminado a todos con la
gracia y santidad de Dios.
Es
de advertir que en Israel no todos celebraban presentación del primogénito y la
purificación de la madre en el templo, pero la ley lo permitía, y es lo que
recoge San Lucas hoy para destacar el fiel cumplimiento de la ley que
observaron José y María.
- Malaquías
Habla
del enviado del Señor que viene a purificar y a encaminar a los hombres hacia
Dios. Así podríamos entender la comparación que hace entre el mensajero de Dios
y el Creador, al compararlo con el servicio del fundidor de plata, oficio
sacrificado que exige una atención muy fuerte para separar la plata y el oro de
la ganga u otras impurezas que tienen adheridas.
Así
podemos entender que actuará Jesucristo, el enviado del Padre, para purificarnos
y presentarnos ante Él:
“Será un fuego de fundidor,
una lejía de lavandero: se sentará como un fundidor que refina la plata, como a
plata o a oro refinará a los hijos de Leví, y presentarán al Señor la ofrenda
como es debido”.
- Salmo 23
Es
un himno de alabanza al Señor creador y rey victorioso que entra en su gloria y
al que, según el salmista, debemos preparar una entrada gloriosa:
“Portones, alzad los
dinteles, que se alcen las antiguas compuertas, va a entrar el rey de la
gloria”, que es el Señor
del universo.
- Carta a los Hebreos
Nos
habla de Jesucristo que se ha hecho familia de todos nosotros y que muriendo
destruyó el poder del diablo que nos tenía esclavizados.
Nos
advierte el escritor sagrado que Jesús tuvo que parecerse en todo a nosotros,
que somos sus hermanos, para poder compadecerse de nosotros y, cumpliendo
fielmente el plan de Dios, purificarnos del pecado.
En
efecto, habiendo sufrido como hombre verdadero, nos puede ayudar ahora como
Salvador:
“Por eso tenía que parecerse
en todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote misericordioso y fiel en lo que
se refiere a Dios y expiar el pecado”.
- Verso aleluyático
San
Mateo nos dice que: “Cristo tomó nuestras
dolencias y cargó con nuestras enfermedades”.
Este
es un gran motivo para cantar alabanzas al Señor, cosa que a veces olvidamos
por ser excesivamente egoístas.
- Evangelio
San
Lucas nos cuenta que José y María, como tantos padres de familia, llevaron a
Jesús al templo para presentarlo al Señor.
Aquella
fue una procesión muy especial a la que se unió un público muy singular:
Por
una parte Simeón, un hombre santo, cargado de años que vivía mucho tiempo en el
templo, esperando como un buen israelita ver “la salvación de Dios”.
Por
eso, apenas descubrió al pequeño Jesús, lo tomó en sus brazos y entonó el
cántico tan conocido que rezamos cada noche en “Completas”.
También
se presentó otra anciana, Ana, que hablaba a todos de la salvación de Israel.
Quizá
no hemos pensado muchas veces en la alegría especial que recibieron José y
María al ver cómo Dios les confirmaba una vez más, como había hecho a través de
los pastores y magos, que su niño no era un hombre cualquiera sino el enviado
de Dios como Salvador de la humanidad.
San
Lucas recalca en el evangelio que de esta manera “los padres de Jesús” cumplieron con la ley
de Moisés hasta los más pequeños detalles.
Para
nosotros es una invitación a cumplir la ley del Señor que Jesucristo nos
enseñará más tarde.
José Ignacio
Alemany Grau, obispo