28 de julio de 2018

¡POR DÓNDE NOS LLEGA EL PAN DE CADA DÍA!


Creo que será bueno comenzar hoy meditando cómo en el mundo hay miles de millones de personas y todos, bien o mal, nos alimentamos. Esto ya es una maravilla.
¿Qué sería de la humanidad sin alimentos?
La liturgia nos habla hoy de cómo se distribuye el pan del día (trigo, cebada, arroz, yuca…) en el mundo hasta hablarnos del mejor pan, de la Eucaristía.
  • Salmo responsorial
La primera fuente de este alimento es el mismo Dios:
“Abres tú la mano, Señor, y nos sacias”.
Y añade el salmo 144:
“Los ojos de todos te están aguardando, tú les das la comida a su tiempo; abres tú la mano, y sacias de favores a todo viviente”.
Por algo Jesús nos enseñó a pedir a Dios diariamente “danos hoy nuestro pan de cada día”.
  •   Evangelio
La segunda fuente es Jesucristo mismo. Nos fijamos en el Evangelio de hoy, que aunque es del ciclo B no pertenece a San Marcos sino a San Juan.
Este evangelista durante varios domingos nos hablará del pan de vida.
Hoy Jesús multiplica el pan al ver a la multitud que le sigue hambrienta.
Pide la colaboración de los hombres y se la ofrece un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces.
Jesús los multiplica y todos se saciaron y sobró.
Jesús, para que aprendamos a cuidar el alimento y, sin duda, también para que resaltara el poder del milagro, mandó recoger los pedazos que sobraron y llenaron doce canastas con los trozos del pan.
  •     Libro segundo de Reyes
La tercera fuente es el segundo Libro de Reyes.
Nos cuenta cómo un tal Baal-Salisá fue a presentar al profeta Eliseo el pan de las primicias, tal como mandaba la ley del Señor
Llevaba “veinte panes de cebada y granos recientes en la alforja”.
Estos son los hombres respetuosos y fieles que comparten los dones de Dios con los necesitados. Sea directamente o bien a través de la Iglesia para que los distribuya.
Qué importante es recordar que “Dios ama a quien da con alegría” y que “hay más alegría en dar que en recibir”.
La cuarta fuente está en este mismo Libro de Reyes.
Son los santos que sacrifican sus gustos y multiplican los “panes”, los dones de Dios, para que se alimenten los necesitados.
En efecto, Eliseo ante la ofrenda de Baal-Salisá mandó que la repartieran a la gente para que comieran todos. Su criado le advirtió:
“¿Qué hago yo con esto para cien personas?”
Eliseo insistió: “Dáselo a la gente y que coma porque así dice el Señor: comerán y sobrará”.
Comieron y sobró.
Con relativa frecuencia hemos conocido a muchos santos y santas que, repartiendo el alimento a los pobres, lo multiplicaban, por así decirlo, desmesuradamente.
Hoy quiero recordar el milagro que hizo san Juan Macías, el dominico que evangelizó tantos años en Lima.  
Sucedió en su pueblo natal, Rivera del Fresno, en Badajoz, España, el año 1949.
La familia que debía llevar la comida para los niños del pensionado y para los pobres no llegaba.
La cocinera exclamó con la sencillez que la caracterizaba: “¡Ah, Beato! ¡Y los pobres sin comida!”
Puso tres tazas de arroz (unos 750 grs), un trozo de carne y el agua en la olla. Al revolver la olla vio que el volumen había aumentado más de lo normal y llamó a la madre del párroco.
La cocción seguía aumentando y tuvo que pasar a otra olla. Llamaron al párroco y el arroz crecía sin cesar. Después de cuatro horas de este prodigio… el párroco tuvo que gritar: ¡Basta!
La olla cesó de producir la sopa, que por cierto estaba más sabrosa que nunca. Con ella se alimentaron  los niños y los pobres...
Este milagro fue el que utilizó la Iglesia para canonizar a san Juan Macías.
  • Verso aleluyático
El aleluya nos recuerda estas palabras de San Lucas:
“Un gran profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo”.
Es bueno que, con ojos de fe, descubramos a Jesús. No solo cuando estuvo brevemente en la tierra sino también a través de tantas personas buenas que saben compartir el pan con los necesitados.
Ellos son los profetas con que Dios visita a su pueblo a través de los siglos.
Entre ellas seguramente estás tú. ¿No es cierto?

José Ignacio Alemany Grau

21 de julio de 2018

CUANDO EL PASTOR ESTÁ ENAMORADO DEL REBAÑO
Normalmente los que nos dedicamos a las cosas de Dios, parcialmente o a tiempo completo, no solemos compartir mucho entre nosotros.
Fácilmente nos reunimos para hablar solo de cosas sin importancia (futbol, modas, política, etc.).
Veamos cómo los buenos pastores y el mismo Dios se preocupan por sus ovejas.
Para esto nos vendrá muy bien el ejemplo que hoy nos traen las lecturas y sobre todo San Marcos:
  • Evangelio
+ Los apóstoles regresaron de su misión y se reunieron con Jesús.
Si eso fuera lo más importante en nuestras reuniones, el fruto que sacaríamos los evangelizadores sería mucho mayor y además nos animaríamos unos a otros a evangelizar más y mejor.
+ Los apóstoles le cuentan todo a Jesús.
Todos cuentan todo: “lo que han hecho y lo que han enseñado”.
Este sí que es un gran tema de conversación para los amigos en la fe. Pero deben darse las dos cosas: que se cuente todo y que se escuche todo.
En realidad no hablamos, si no vemos muy interesados a los demás.
El resultado de nuestras reuniones es que nadie sabe lo de nadie y si viene algún chisme o mala interpretación no podemos defendernos.
¿Qué sé yo si mi hermano anuncia la verdad del Reino o se anuncia a sí mismo?
¿Será verdad que enseña algo contrario al Catecismo de la Iglesia Católica?
+ Los apóstoles contaron todo a Jesús y los recompensó con su compañía y descanso:
“Venid vosotros solos a un sitio tranquilo para descansar”.
¡Qué importante es descansar juntos, en amistad y fe… dejando por un tiempo el trabajo para estar solos con Jesús!
+ Tras el descanso y con nuevos ánimos se va de nuevo a evangelizar.
Así nos dice Marcos:
Jesús se  pone a evangelizar muchas cosas sin apuro para que puedan entender y asimilar la doctrina: “porque la multitud andaba como ovejas sin pastor”.
  • Efesios
San Pablo recuerda a los Efesios una realidad que ellos conocían:
Hasta que vino Cristo había dos mundos, el de los judíos que conocieron la revelación de Dios y el resto de los pueblos. Es decir judíos y gentiles.
Pero Jesucristo transformó el mundo y ahora su sangre nos ha purificado a todos por igual.
Ha traído la paz y ha hecho de todos una única humanidad.
Esto le ha costado a Cristo el sacrificio de su vida:
“Derribó con su carne el muro que separaba a los dos pueblos, el odio”.
Se entiende que en la cruz Jesús mató el odio que divide y llenó todo de amor.
Esta redención de Cristo nos ha unido definitivamente en la Trinidad, como dice hermosamente San Pablo:
Con Jesús todos podemos “acercarnos al Padre por medio de Él en el mismo Espíritu”.
¡Hermoso!:
En el Cuerpo de Cristo, la Iglesia, todos formamos el “Hijo”.
  • Jeremías
Hoy como ayer, Dios ha puesto pastores encargados de alimentar y proteger a su pueblo, comparado muchas veces con un rebaño de ovejas.
Jeremías nos presenta a Dios quejándose de los pastores que descuidan el rebaño y advierte que Él mismo será quien pastoree a los suyos “para que puedan vivir tranquilos:
“Ya no temerán ni se espantarán y ninguno se perderá”.
Además el Señor ofrece ponerles buenos pastores, y en el descendiente de David nos invita a pensar en el Mesías Jesús que se llamó a sí mismo el “Buen Pastor”.
Amigos, en todo tiempo, en la Iglesia, debemos pedir que Dios nos dé esos buenos pastores que hacen falta, sobre todo en estos tiempos difíciles.
  •   Salmo responsorial (22)
Una vez más la liturgia nos invita a meditar el salmo del Buen Pastor:
“El Señor es mi pastor”.
Todos lo sabemos.
Pero a veces nos molestan sus pastos, su voz, su camino…
Y entonces nos empobrecemos y arruinamos.
Dios mismo nos ayuda a ser dóciles y crear unidad en el rebaño que conquistó Jesús.
Porque es una gozada decir:
“En verdes praderas me hace reposar y mi copa rebosa”.
¡Especialmente si hablamos de la Eucaristía!

+ José Ignacio Alemany Grau

14 de julio de 2018


LOS REGALOS DE DIOS EN CRISTO

Este domingo estamos todos invitados a agradecer al Dios Uno y Trino que nos ha manifestado su amor con tan maravillosos regalos que trajo a la humanidad el Verbo encarnado, Jesucristo.
Te invito a meditarlos en este precioso himno de Pablo y a pensar que con el bautismo toda esta vida maravillosa vino a ti para santificarte:
  • San Pablo
Comienza el párrafo de la carta a los Efesios, con una especie de resumen:
“El Padre nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales en los cielos”.
Veamos algunas de estas bendiciones:
+ “Antes de la fundación del mundo fuimos elegidos (con una finalidad): que fuésemos santos e intachables ante Él por el amor”.
Esto es inimaginable y fabuloso.
Dios te creó para que fueras santo, o sea, para que te parezcas a Él.
Y lo pensó.
Y lo quiso millones de años antes que tú nacieras.
+ “Nos ha destinado a ser hijos suyos”.
Por el hecho de ser hijos nuestra vida será alabanza para el mismo Dios y todo esto gracias al Amado; es decir a Cristo Jesús a quien el Padre llamó: “Este es mi Hijo, el Amado”.
+ En la sangre de Cristo Redentor tenemos también el perdón de los pecados, la redención abundante.
Cristo pagó la deuda infinita que la humanidad había contraído con Dios.
+ Cristo, además, nos ha dado a conocer el plan salvador de Dios.
“Recapitular todas las cosas del cielo y de la tierra” en Cristo, que se ha convertido así en la “Cabeza” y resumen de toda la creación.
+ Más aún. Al ser hijos de Dios con Jesucristo somos herederos del cielo.
Así  lo explica San Pablo a los romanos: “Herederos de Dios y coherederos con Cristo”.
Todo esto porque Jesús se ha hecho nuestro hermano y querido compartir con nosotros su herencia que es Dios mismo.
+ Por Cristo hemos sido marcados también con el sello del Espíritu Santo prometido.
Es el Espíritu Santo quien nos da la seguridad de esta herencia divina que nos pertenece mientras se alarga la espera en este mundo.
Este es el himno de Pablo que nos ofrece la liturgia hoy. En él canta las “bendiciones” de Dios para su pueblo y para cada uno de nosotros.
Dios quiera que durante toda nuestra vida aprovechemos para glorificar y agradecer a Dios.
Tengamos presente que todos los dones de Dios nos vienen en Cristo y por Cristo. A Él la gloria por los siglos.
  • Amós
Y ahora algo para entender mejor la primera lectura de hoy, que es del profeta Amós. El profeta dijo de sí mismo:
“Yo era un pastor y cultivador de sicomoros”. Sin embargo, fue enviado por Dios a profetizar en Israel.
Israel es el reino del norte y Judá el reino del sur.
El norte se separó de Dios y se hizo sus propios dioses y sus propios reyes.
Incluso se hizo un templo distinto para que su gente no viajara a Jerusalén.
Lo particular de este relato es que Dios mandó a Amós, que pertenecía al reino del sur, para que predicara en el norte, en Israel…
El sacerdote Amasías lo desprecia y le dice que se vaya a ganar el pan en Judá.
Además dicho sacerdote calumnió a Amós ante el rey de Israel.
Sin embargo, Amós, el sencillo hombre de campo, profetiza valientemente el castigo de Dios que vendría sobre el reino del norte.
  • Salmo responsorial (84)
Es una invocación a la misericordia de Dios:
“Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación”.
Un hermoso salmo que será bueno que lo meditemos y hagamos oración personal cada uno de nosotros.
  •  Evangelio
Nos relata la misión que Jesús encomendó a los apóstoles y algunos detalles de la misma:
+ Los envía de dos en dos porque esto da autoridad al que habla y seguridad al que escucha.
+ Les da autoridad sobre los espíritus inmundos que es uno de los milagros más frecuentes que hacía el mismo Jesús en aquel tiempo.
+ Les pide que vayan con pobreza y desprendimiento.
+ También les advierte que si no los reciben ni escuchan en algún lugar, se vayan a otro, sacudiendo hasta el polvo de los pies… indicando que el Evangelio debe hacerse respetar. O como dirá Jesús en otro momento: “No hay que echar las perlas a los chanchos”.
+ Finalmente, Jesús les da el tema de predicación que vale para todos los tiempos: predicar la conversión y sanar los cuerpos y las almas. Para eso nos dejó a los sacerdotes.
Tengamos presente que el evangelizador católico tiene que predicar siempre a Jesucristo y éste crucificado, como pedía San Pablo.

José Ignacio Alemany Grau

7 de julio de 2018

LAS CONTRADICCIONES DEL MISIONERO

Me imagino que un día San Pedro debió sentirse muy feliz cuando dijo a Jesús:
“Nosotros lo hemos dejado todo…”,¿y qué va a haber?
Y oyó que Jesús le decía que tendrían “el ciento por uno en este mundo y después la vida eterna”.
Como buen judío debió sentir que había hecho el gran negocio cuando entró en el grupo de los  apóstoles.
Pero no le duró mucho este gozo porque Jesús añadió que todo el paquete suponía también las persecuciones:
“El ciento por uno con persecuciones”.
Pues esto es lo que nos enseña la liturgia en este día.
Entrar valientemente en el Reino de los cielos conlleva las persecuciones.
Meditemos lo que nos dicen las lecturas hoy y sacaremos una conclusión.
Las persecuciones por el Reino de los cielos se convierten en un verdadero negocio, negocio que trae alegría y paz en este mundo y la felicidad eterna.
Veamos cómo ni Ezequiel, ni Pablo, ni el mismo Jesús, se sintieron fracasados ni amargados a pesar de las persecuciones:
  • Ezequiel el profeta
Nos cuenta hoy:
“El Espíritu entró en mí, me puso en pie y oí que me decía”.
De hecho no es nada agradable lo que le ofrecía el Espíritu del Señor… que lo enviaba como profeta a un pueblo rebelde, de gente testaruda y obstinada y que él, como profeta enviado de Dios, tendría que darle su mensaje, diciendo:
“Esto dice el Señor”.
Nosotros podríamos preguntarnos para qué Ezequiel tenía que profetizar si no le iban a hacer caso, por lo menos muchas veces.
El motivo que le da Dios es muy importante y conviene que en estos días, de una manera especial, lo tengamos en cuenta los evangelizadores:
Conviene que este mundo materializado y de espaldas a Dios “sepa que hubo un profeta en medio de ellos”.
Para nosotros esto debería ser suficiente. Lo demás lo hará Dios cuando lo crea conveniente.
  •   Salmo responsorial
Nos invita a ponernos plenamente en las manos de Dios y confiar en Él, pase lo que pase y en los momentos difíciles seamos fieles y sigamos confiando en Él, como dice este versículo:
“Misericordia, Señor, misericordia, que estamos saciados de desprecios; nuestra alma está saciada del sarcasmo de los satisfechos,del desprecio de los orgullosos”.
  •  San Pablo
No es fácil que una persona que lleve la vida que llevaba Pablo, con tantas “persecuciones, privaciones, insultos, debilidades y dificultades sufridas por Cristo”, nos diga que vive contenta.
Pues a todo esto añade el apóstol, para confirmar lo que dijo Jesús: “con persecuciones”, estas palabras:
“Para que no tenga soberbia, me han metido una espina en la carne: un ángel de satanás que me apalea, para que no sea soberbio”.
Y con sencillez San Pablo nos cuenta cómo, por tres veces, pidió al Señor que le librara de ese sufrimiento. Y por toda respuesta el Señor le contestó:
“Te basta mi gracia”.
La fuerza se realiza en la debilidad.
De una u otra forma nos puede pasar esto también a nosotros.
Si lo aceptamos con la fe de Pablo, podremos entender o por lo menos repetir:
“Muy a gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo”.
  •  Verso aleluyático
Nos recuerda la obligación de evangelizar que tenemos todos nosotros, a semejanza de nuestro Maestro y Señor.
No olvidemos que desde el bautismo también el Espíritu del Señor está en nosotros y podemos decir:
“El Espíritu del Señor está sobre mí y me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres”.
  • Evangelio
No hay duda que quien más persecuciones y malos tratos ha recibido ha sido el mismo Jesús.
Por tanto Él, como ningún otro, se pudo aplicar las famosas palabras: “con persecuciones”.
Imaginemos lo que pasó aquel día:
Jesús fue a Nazaret donde estaban todos sus familiares y además llevó a sus discípulos. La gente del pueblo le admiró mientras hablaba en la sinagoga, pero muy pronto comenzaron los desprecios de un “pueblo pequeño”, donde el chisme es el que domina.
¿De dónde saca todo eso?
¿Qué sabiduría es esa que le han enseñado?
¿Y esos milagros?
Y enseguida llega lo más doloroso:
“¿No es este el carpintero, el hijo de María?”
Luego hablan de sus parientes con sus nombres propios:
“Santiago, José, Judas, Simón”.
“¿Y sus hermanas no viven también entre nosotros?”
Posiblemente, como entonces no era muy oportuno hablar de la mujer no pusieron sus nombres.
Jesús demuestra en el Evangelio que le dolió el trato que le dieron en su pueblo, hasta el punto de que quisieron apedrearlo.
Y luego dijo estas palabras que tantas veces se cumplen entre los evangelizadores:
“No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa”.
Y Jesús se fue a predicar por otros pueblos…

+ José Ignacio Alemany Grau, obispo