ESCUCHEN A MI HIJO
Nos anuncia la divinidad de Jesucristo con la transfiguración y presencia de la Santísima Trinidad y al mismo tiempo nos habla del camino hacia el Calvario y la muerte.
Pero eso sí, con la resurrección.
Sin ella la divinidad de Jesús hubiera sido falsa.
- Génesis
Abraham tiene una disponibilidad increíble. Si no fuera él tan grande y santo, nos parecería un tanto despistado y fuera de sí. Le habla Dios y contesta:
“¡Aquí estoy!”
Le habla su hijo y le contesta: “¡Aquí estoy!”
Finalmente le habla el ángel para que no mate al pequeño y le dice también: “¡Aquí estoy!”
Qué disponibilidad la de este hombre que un día salió de Ur de Caldea porque Dios le invitó y allá quedó todo su pasado.
Pero hoy la cosa es más seria e impresionante, porque Dios al pedirle a su hijo, que es su futuro y la realización de las promesas de Dios… no duda y lo lleva al monte Moria para sacrificarlo.
La espiritualidad de Abraham ha madurado mucho y ahora para él, Dios es lo primero. Dios es todo para Abraham.
El resto ya no le importa. Todo depende de Dios.
Al final del párrafo de hoy nos llaman la atención unas palabras que dice el Señor:
“Juro por mí mismo”.
Cuando juramos los hombres de fe, nos apoyamos en Dios y juramos por Él. Pero cuando Dios jura, como comentará la carta a los Hebreos, tiene que jurar por sí mismo porque no hay nadie más grande.
- Salmo responsorial (115)
Nos invita a caminar como lo hizo Abraham:
“Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida”.
En el salmo nos reconocemos como siervos de Dios, “hijos de su esclava”, a los que Dios liberó para siempre rompiendo las cadenas del pecado y de la muerte.
- San Pablo
Hace una comparación implícita entre Abraham y el Padre Dios.
La grandeza de Abraham estuvo en que no dudó en inmolar a su Hijo, su único, como Dios le pedía. Sin embargo, quien lo hizo de hecho fue el Padre Dios, que nos entregó a su Hijo único.
Por eso san Pablo nos invita a confiar en el Padre del cielo porque dice:
“El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con Él?
Amigos, confiemos en Dios que, siendo tan grande, nos demostró su cariño
entregando a su Hijo para salvación de todos.
- Versículo aleluyático
Recoge unas palabras del Evangelio en las que el Padre Dios nos pide que
escuchemos a su Hijo amado:
“Este es mi Hijo, el amado. Escuchadlo.”
- Evangelio
Para entender el mensaje del Evangelio de este día será bueno leer el párrafo que lo precede.
En efecto, San Marcos nos habla de la transfiguración de Jesús entre dos grandes anuncios de su pasión y muerte.
Tras la confesión que Pedro hace de la divinidad de Jesús, Él “empezó a instruirlos” y les dio a conocer el primer anuncio de su muerte y resurrección.
A continuación viene el relato de la transfiguración que es como un lenguaje especial de la liturgia en este segundo domingo invitándonos a poner en el camino cuaresmal una nota de alegría y esperanza.
Acompañemos a Jesús hacia el Calvario pero seguros de que por ser Dios vencerá a la muerte y resucitará glorioso.
Jesús aparece ante los tres predilectos glorioso y transfigurado.
Dos grandes personajes del Antiguo Testamento, Elías que representa a los profetas, y Moisés la ley, aparecen conversando con Jesús.
En un momento los envolvió una nube, signo del Espíritu Santo, y la voz del Padre exclamó:
“Este es mi Hijo amado, escúchenlo”.
Pero, después de este momento de glorificación y gozo, Jesús bajando del monte, les recuerda a los tres predilectos la predicción de la muerte y resurrección:
“No contéis a nadie lo que habéis visto hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos”.
Que este domingo nos traiga a todos la alegría del triunfo de Jesús sobre la muerte y el pecado y caminemos durante la cuaresma “unidos por la esperanza”.
José Ignacio Alemany Grau, obispo