El misterio de la transfiguración de Jesús del
que hablamos hoy encierra maravillas que no solamente se refieren a Jesucristo,
sino como dice el prefacio de este día, es para alentar “la esperanza de la
Iglesia, al revelar en sí mismo la claridad que brillará un día en todo el Cuerpo
que le reconoce como Cabeza suya”.
Entre los miembros de este Cuerpo estamos
tú y yo, ¿no es cierto?
1.
La
visión de Daniel
En la visión de Daniel de la primera
lectura, aparece “un anciano… su vestido
era blanco como la nieve y su cabello era como lana limpísima”.
Sin duda quiere representar a Dios mismo
con características que manifiestan su grandeza y eternidad.
Daniel durante la “visión nocturna vio venir en las nubes del cielo como un hijo de
hombre que se acercó al anciano y se presentó ante él”.
Seguramente has recordado las palabras de
Jesús ante el sanedrín cuando solemnemente dijo:
“Desde ahora veréis al Hijo
del hombre sentado a la derecha del Poder y que viene sobre las nubes del
cielo”.
Este es Jesús que se llamó a sí mismo Hijo
del hombre y que hoy Daniel dice que “le
dieron poder real y dominio. Todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán.
Su dominio es eterno”.
Este es el Jesús que hoy nos presentará,
aunque de manera muy breve, el Evangelio de la transfiguración.
2.
El
salmo 96
Nos habla del señorío de Dios y por tanto
de Jesucristo que es Dios. Precisamente para resaltar la grandeza de Jesús se
pone hoy este salmo:
“El Señor reina Altísimo
sobre toda la tierra”.
Esta es la parte que repetiremos todos con
fe, mientras el lector continúa resaltando la belleza de su reinado:
“El Señor reina, la tierra
goza, se alegran las islas innumerables…
Porque tú eres, Señor,
altísimo sobre toda la tierra”.
Glorifiquemos gozosos al Hijo de Dios como
hoy nos pide nuestro Padre Dios.
3.
San
Pedro
En su segunda carta San Pedro,
recordándonos que él estuvo allí presente, alude a la transfiguración con estas
palabras:
Jesucristo, “Él recibió de Dios Padre honra y gloria cuando la sublime gloria le
trajo aquella voz: ‘este es mi Hijo amado, mi predilecto’”.
Al recordar estas palabras del Padre Dios a
Jesús, Pedro nos anima a fiarnos de las Escrituras porque han sido inspiradas
por el Señor.
4.
Versículo
aleluyático
Nos recalca las palabras del Padre en la transfiguración.
Es de advertir que en este momento el evangelista añade una palabra muy
importante al mensaje del Padre en el bautismo de Jesús.
Esta palabra es un mandato: “¡Escúchenlo!”
Tenemos que meditar largamente este mandato
del Padre, puesto que el Verbo de Dios encarnado es la Palabra engendrada en la
eternidad por el Padre Dios y ahora nos la entrega para que en ella podamos conocer
todo lo que Dios quiere de nosotros.
5.
Evangelio
Examinemos la escena que nos presenta hoy
San Mateo.
Los tres discípulos han subido con Jesús a
un monte alto que es el Tabor.
En un momento de oración, sin duda, hay una
manifestación trinitaria que resalta la grandeza de Jesucristo.
“La nube” que lo envuelve todo, como en
otras manifestaciones, es el Espíritu Santo.
En ese momento se oye una voz que, por lo
que dice, sabemos que es del Padre:
“Este es mi Hijo amado,
escuchadle”.
La segunda Persona aparece resplandeciente
con belleza más divina que humana.
Por otra parte, como en sumisión a la
Palabra del Padre, aparecen los representantes de la ley y los profetas, Moisés
y Elías, conversando con Jesús sobre su muerte.
Se ve a los discípulos derribados en el
suelo, impresionados, ante la grandeza de tal manifestación.
Está claro que con esta Transfiguración
Jesucristo quiere fortalecer la fe de sus apóstoles para el momento de la
pasión y crucifixión.
Por eso se explica que cuando acaba todo,
Jesucristo dice a sus apóstoles:
“No contéis a nadie la
visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos”.
Amigo, meditemos cómo nos enseña la Iglesia
que esta transfiguración de Jesús es para todos nosotros la esperanza cierta de
que también un día nuestro cuerpo, unido al alma, será transfigurado en el
cielo con Dios para siempre.
José
Ignacio Alemany Grau, obispo