Reflexión homilética para el XXI domingo
del Tiempo Ordinario, ciclo A
La idea central de este domingo nos lleva
al momento en que Jesús hizo público que iba a fundar “mi Iglesia” sobre Pedro.
En ella interviene la Santísima Trinidad a
la que Pablo nos invita a glorificar por sus planes maravillosos.
Además, interviene directamente el Padre
revelando a Pedro que Jesús es su Hijo.
Isaías
La lectura del profeta se refiere a Sobná,
el mayordomo del palacio de Jerusalén, que actuaba como ambicioso funcionario.
Dios lo saca de su oficio y pone a Eleaquín, hijo de Elcías. A este lo exalta
el Señor y es fácil encontrar la razón por la cual la liturgia de hoy nos
presenta este texto.
Según la Biblia de Jerusalén: “Abrir y cerrar las puertas de la casa del
rey era una misión del visir egipcio cuyo equivalente en Israel es el maestro
del palacio”.
Esa será la función de Pedro en la Iglesia,
Reino de Dios.
Este texto también nos invita a leer el
Apocalipsis (3,7):
“Esto dice el Santo,
el Verdadero, el que tiene la llave de David, de forma que si Él abre, nadie
cierra y si Él cierra, nadie abre”.
Completando la idea recordemos la antífona
de adviento, aplicada a Jesús:
“Oh llave de David y
cetro de la casa de Israel”.
Con esto entenderemos más fácilmente el
Evangelio de hoy.
Salmo
responsorial (137)
Nos invita a cantar las maravillas del
Señor y nos hace ver cuáles son los motivos especiales de esta acción de
gracias: Dios escucha nuestras peticiones.
“Cuando te invoqué me
escuchaste”, y así
aumentó mi confianza en ti…
Gracias por la misericordia del Señor.
Porque la preferencia del Señor son los humildes.
San
Pablo a los Romanos
En este domingo seguimos leyendo la carta a
los Romanos.
Después de haber exaltado la fidelidad del
Señor con Israel, según hemos meditado en los domingos anteriores, Pablo entona
un precioso himno a la grandeza del Señor cuya maravilla, en las lecturas de
hoy, se encuentra en la fundación de la Iglesia para salvación de todos.
Dios es infinitamente más que todo lo que
nosotros podemos imaginar.
Meditemos, pues, con fe:
“Qué abismo de
generosidad, de sabiduría y de conocimiento el de Dios. Qué insondables sus
decisiones… Él es el origen, guía y meta del universo. A Él la gloria por los
siglos”.
Verso
aleluyático
Nos recuerda la parte del Evangelio de hoy,
en la que Jesús, empleando una hermosa comparación, dice a Pedro:
“Tú eres Pedro y
sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y los poderes del infierno no la
derrotarán”.
El
Evangelio
Empecemos recordando que la palabra “Iglesia” equivale a “asamblea” o
“comunidad” que aparece varias veces en el Antiguo Testamento, refiriéndose al
pueblo de Dios.
Por eso el nombre que Jesús da a su
comunidad es la continuidad, en cierto sentido, del Antiguo Testamento.
La Iglesia es el nuevo Pueblo de Jesús, el
Reino, la nueva alianza.
Al hablar de la “confesión de fe” de Pedro,
es el mismo Jesús quien nos advierte que es el Padre Dios el que ha revelado a
Pedro quien es Jesús.
Recordemos que Jesús dijo un día “nadie conoce al Hijo sino el Padre”.
Cuando fuimos a Roma para la visita ad limina me impresionó ver que delante
del altar donde concelebrábamos los Obispos del Perú, y separado por unos
cristales, estaba el sepulcro de San Pedro.
Quizá no era eso lo que Jesús quería decir…
pero es maravilloso pensar que hasta materialmente “sobre Pedro” está
construida la basílica de San Pedro en el Vaticano.
Cuando Jesús dice “mi Iglesia”, está claro que no venía de parte del Padre a fundar
una comunidad con todos los medios de salvación para que luego los hombres
hicieran un montón de iglesias diciendo que todas ellas valen igual para salvarse.
Dios llama a todos, pero dentro de esa
maravilla que es la Iglesia que fundó Jesús sobre Pedro.
Es cierto que quienes estamos en la Iglesia
podemos tener una serie de defectos y pecados de una forma similar a los otros
hombres, pero buscamos a Jesús y somos testigos de que por más problemas que
dentro y fuera podamos encontrar, “las puertas del mal no prevalecerán contra
ella”.
En cuanto a “las llaves para abrir y cerrar”…
ya hemos visto en la primera lo que significa:
Jesús ha escogido a Pedro como su vicario,
como su representante en la tierra.
Respecto a “atar y desatar”, también
sabemos que en el lenguaje judicial significa “prohibir o permitir”, “declarar
lícito o ilícito”, es decir, el poder que Jesucristo otorga a Pedro para perdonar.
Esto es lo que Pedro, como representante de
Cristo, significa para nosotros.
Amigos, amemos a la Iglesia y que nuestra
vida sea el espejo de nuestra fe. Aprovechemos este día para agradecer a Dios
el habernos acogido en su Iglesia.
José Ignacio Alemany Grau, obispo