En este domingo continuamos hablando del
Reino.
Hoy vamos a descubrir otros detalles muy
importantes para ir conociendo cómo tenemos que vivir los que pertenecemos al
Reino de Dios.
Reflexionemos por orden las lecturas del
día.
- Primer libro de Reyes
Salomón tiene la gran oportunidad que ya
quisiéramos tener cada uno de nosotros.
El Señor se le apareció en sueños y le
dijo: “Pídeme lo que quieras”.
Será bueno que hagas una pausa y pienses
qué le dirías tú a Dios si ahora te hiciera esta oferta.
Salomón en lugar de pedir cosas materiales
le pide “un corazón dócil para gobernar a
tu pueblo, para discernir el mal del bien”.
Al Señor le encantó el pedido de Salomón y
le ofreció todo:
“Te doy un corazón
sabio e inteligente como no lo ha habido antes ni lo habrá después de ti”.
Y junto a esto Dios le dio todas las
riquezas que ni podemos imaginar y un reinado de paz hasta que lamentablemente
su corazón se apartó de Dios.
- Salmo responsorial (118)
Con sus 176 versículos es el más largo de
todos los salmos.
La liturgia escoge unos versículos que
comienzan con una hermosa frase que nos viene muy bien para el Evangelio de
hoy:
“Mi porción es el
Señor”.
El Señor es la herencia más maravillosa.
Precisamente hace unos días meditábamos en San Pablo que somos herederos de
Dios y que esa herencia la compartimos con Cristo.
Estas son también las palabras que cantan
los religiosos al consagrarse a Dios.
El resto del salmo busca alabar y bendecir
la bondad de Dios que nos ha dado sus mandamientos.
Después de cada versículo repetiremos esta
frase que encierra el secreto de la santidad:
“Cuánto amo tu
voluntad, Señor”.
- Romanos 8
Continuamos con este capítulo de San Pablo.
Se trata de un pasaje hermoso que hemos ido meditando ya en varios domingos
anteriores.
Hoy nos dice “que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien”.
Y es que el Señor triunfará siempre, y los
suyos con Él, aun cuando se trate de los peores males de este mundo.
La Biblia de la CEE cita, para este
versículo, las palabras de santa Catalina de Siena:
“Todo procede del amor, todo está ordenado
a la salvación del hombre. Dios no hace nada que no sea con este fin”.
- Evangelio del Reino
Hoy nos cuenta Jesús tres parábolas. En
ellas aparecen claramente las exigencias que encierra este “Reino de Dios” o
“Reino de los cielos”.
+ La primera nos habla de un hombre que,
trabajando el campo de otro, encuentra un tesoro, lo cubre y disimula y va a
comprar el campo.
El dueño le exige una cantidad que le
supone perder todo lo que tiene, pero como está seguro que el tesoro vale mucho
más, pierde todo lo suyo pero se queda con el tesoro.
Jesús añade un pequeño detalle, el
desprendimiento llenó de alegría al que se
lo jugó todo.
+ La segunda parábola es muy similar: un
comprador de perlas queda fascinado por una mucho más preciosa y vende todo lo
que tiene para comprar la apreciada joya.
Está claro que la perla y el tesoro
personifican a Cristo el cual, por ser Dios, es el único que puede exigirnos
todo y también nuestro corazón.
Antes de hablar de la tercera parábola será
bueno meditar si nosotros al escoger vivir en el Reino de Dios y desprendernos
de cosas, situaciones, personas, etc., nos hemos quedado tristes por la pérdida
o alegres por poder pertenecer al Reino de Dios y tener a Jesús como nuestro
tesoro.
+ La tercera parábola de hoy habla de la
red.
Jesús dice que los ángeles, al final de los
tiempos, harán como los pescadores a la orilla del mar:
“Separarán a los
malos de los buenos y los echarán al horno de fuego”.
Ahí tenemos la recompensa de Dios a quienes
se exigen mucho para entrar y vivir en su Reino.
El Evangelio de hoy termina con unas palabras
interesantes que nos enseñan que cuando se convierte uno al Reino de Dios,
acepta la novedad del Reino que Jesús ofrece en el Nuevo Testamento, pero no olvida las maravillas que encierra también
el Antiguo Testamento:
“Pues bien, un
escriba que se ha hecho discípulo del Reino de los cielos es como un padre de
familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo”.
Creo que ahora tenemos la alegría de
conocer mejor el Reino de Dios al que pertenecemos los que entramos en la
Iglesia de Jesús.
¡Seamos valientes!
José Ignacio Alemany Grau, obispo