Reflexión homilética para el III domingo
del Tiempo Ordinario, ciclo A
El Señor es mi luz. Bello el sembrar de
luces este domingo tercero del tiempo ordinario:
La luz de Isaías y Jesús paseando por la
orilla del lago llevando esperanza.
Qué bueno es unir la belleza y la fe.
El lago de Genesaret se presta para ello.
Te invito a pasear por la orilla para ver
cómo se pasa de la noche al día, es decir, de estar sin Jesús a estar con Él, a
verle pasear sanando y enseñando.
El
profeta Isaías
Describe y profetiza cómo el pueblo
humillado por Dios por sus pecados llegará un día a la felicidad.
Esta felicidad la profetiza así:
“El pueblo que
caminaba en tinieblas vio una luz grande. Habitaban tierras de sombras y una
luz les brilló”.
Pasar de las tinieblas a la luz. De la
tristeza a la alegría. Como describe el mismo profeta la alegría consiste en pasar de la siembra a la
cosecha, de la guerra a repartir el botín, de la esclavitud a la libertad.
Salmo
26
El justo se goza en el Señor porque en Él
lo encuentra todo:
La luz: cuánto amamos el don de la vista.
¡Ver!
Pues Dios es mucho más que esa luz que
tanto necesitamos.
Es nuestro defensor frente a todos los
enemigos, Él es el más poderoso y asegura nuestra victoria, “nuestra salvación”.
Y luego el salmo se hace petición, algo que
tú y yo necesitamos:
“Habitar en la casa
del Señor por los días de mi vida; gozar de la dulzura del Señor”.
Amigo, también tú recibe este consejo del
salmista:
“Espera en el Señor,
sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor”.
En los momentos difíciles y hasta de
depresión, medita este salmo.
Jamás
divididos
“Divide y vencerás”.
Es muy antiguo este dicho que tantos ponen
en práctica para destruir al enemigo.
En nuestros días lo estamos viviendo.
No caigas en la trampa.
No propaguemos la división. Somos uno con
Cristo. Somos una Iglesia.
Tenemos una cabeza visible, el Papa. Y
tenemos al obispo como el padre en la fe, que Dios nos ha dado como una
confirmación de su presencia.
Tenemos un Catecismo de la Iglesia católica.
En este momento, con frecuencia, la
división brota desde dentro y también nos la quieren imponer desde fuera.
Recuerda:
“Un solo Señor, una sola
fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre”.
Te invito a meditar las palabras de Pablo a
los corintios y verás cuánto dolor sienten los que ven romperse el cuerpo de
Cristo.
Si a Jesús en la cruz no le quebraron los
huesos, ahora pretenden quebrarlos en su Iglesia:
“Me he enterado… que
hay discordias entre vosotros. Y por eso os hablo así, porque andáis divididos…
¿Está dividido Cristo? ¿Ha muerto Pablo en la cruz por vosotros?”
Verso
aleluyático
Describe el paso de Jesús Redentor por la
tierra de Palestina predicando y sanando:
“Jesús proclamaba el
Evangelio del Reino curando las dolencias del pueblo”.
El
Evangelio
Jesús sale de Judea, donde han martirizado
al Bautista y se va a Galilea para cumplir su misión evangelizadora.
Empieza a llamar discípulos para formar la
escuela donde seguirán enseñando el amor de Dios y la salvación de los hombres,
cuando Él suba al cielo.
El párrafo de hoy nos habla primero del
resumen de su predicación.
Jesús pide la conversión, la metanoia, es decir, un cambio radical de
vida, dejando de lado el pecado, porque “está
cerca el Reino de los cielos”.
Es aquí donde Mateo cita las palabras que
leímos al comienzo en el profeta Isaías:
“El pueblo que
habitaba en tinieblas vio una luz grande”… Galilea vio a Jesús.
El párrafo, en segundo lugar, invita a los
primeros apóstoles.
Hay que admirar lo escueta de la llamada y
la rapidez de la respuesta que es inmediata y generosa:
“Inmediatamente
dejaron las redes y lo siguieron”.
Eran Andrés y Pedro.
Luego Jesús llama a Santiago y a Juan y la
respuesta es la misma:
“Inmediatamente
dejaron la barca y a su padre y lo siguieron”.
Jesús quiere que los evangelizadores le
imitemos:
Predicar la conversión, evangelizar,
enseñar y sanar.
¿Tú lo haces?
Ten presente que desde que te bautizaste
tienes que ser misionero y santo.
José Ignacio Alemany Grau, obispo