16 de noviembre de 2025

OCUPADOS EN NO HACER NADA - Domingo XXXIII del tiempo ordinario

 

Cuando se nos habla de alguna cosa que sucederá en el futuro, la reacción más frecuente es preguntar: ¿Cuándo será?

La otra gran pregunta: ¿Nos adelantas alguna señal?

Hoy lo pensaremos bien sobre todo en la lectura del Evangelio.

  • Malaquías

El gran profeta nos ofrece una pequeña señal del futuro que tendrá la humanidad, con estas palabras:

«Malvados y perversos serán la paja y los quemaré el día que ha de venir, pero a los que honran mi nombre los iluminará un sol de justicia que lleva la salud en las alas».

Es una alusión que hace Malaquías para que podamos mirar el porvenir con esperanza.

  • Salmo 97

El salmista habla de Dios como un gobernante justo que rige a los pueblos con rectitud.

En medio de la alegría de este Dios justo, exclama: «Retumbe el mar y cuanto contiene, la tierra y cuantos la habitan. Aplaudan los ríos, aclamen los montes al Señor que llega para regir la tierra».

El salmista está seguro de que «el Señor regirá el orbe con justicia y los pueblos con rectitud».

  • San Pablo

En su carta a los tesalonicenses San Pablo pone el ejemplo de su propia vida para que aprendamos también nosotros a vivir.

Él ha trabajado, «día y noche a fin de no ser carga para nadie».

Reconoce el apóstol que, dado el trabajo que se ha impuesto, merece una recompensa, pero la ha rechazado: «Nadie nos dio de balde el pan que comemos, sino que quisimos daros un ejemplo que imitar».

Según él, toda su vida ha procurado invitar a todos a ganarse el pan del día, hasta llegar a decir:

«El que no trabaja, que no coma».

A continuación, da a entender que hay algunos que no trabajan y están «muy ocupados en no hacer nada».

La conclusión del santo es esta:

«A esos les mandamos y recomendamos, por el Señor Jesucristo, que trabajen con tranquilidad para ganarse el pan».

De esta manera, en el tiempo, con el esfuerzo personal, nos ganamos la eternidad feliz.

  • Verso aleluyático

Refiriéndose Jesucristo a su segunda venida, nos invita a mantener la alegría diciendo:

«Levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación».

  •  Evangelio

Es una meditación muy importante, no por la pregunta de los apóstoles, sino por las afirmaciones y consejos de Jesucristo.

Comienza el Señor diciendo: «Eso que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido».

La pregunta de los apóstoles es un tanto infantil: «Maestro, ¿cuándo va a ser eso?».

Y la segunda pregunta, también superficial, es: «¿Cuál será la señal de que todo eso va a suceder?».

La respuesta de Jesús es evasiva, pero quiere que entendamos que cuando suceda no será porque la gente anda diciendo que llega el fin del mundo, sino porque llega el tiempo del juicio de Dios.

De todas maneras, habrá unas señales muy difíciles de entender y no sirven como respuesta a la pregunta de los apóstoles. Creo que lo mejor es atenernos a las últimas palabras de este Evangelio:

«Ni un cabello de vuestra cabeza perecerá. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».

Una vez más, insiste Jesús en algo que nos cuesta bastante: perseverar fielmente hasta el final.


José Ignacio Alemany Grau, obispo Redentorista

9 de noviembre de 2025

Y DESPUÉS, ¿QUÉ? - Domingo XXXII del tiempo ordinario

 

Conocemos la curiosidad humana que quiere saber qué sucederá después, mucho antes de que suceda.

En este domingo tenemos una respuesta impresionante ya en el Antiguo Testamento. Meditemos con profundidad.

  • Libro de los Macabeos

Sabemos que la Ley (Torá) prohibía comer carne de cerdo.

Una madre y sus siete hijos fueron condenados a muerte. Las palabras de los cuatro primeros muchachos, antes de ser ejecutados, son impresionantes y aunque ahora con toda facilidad comemos carne de cerdo, entonces tuvieron que sufrir el martirio.

Después de azotarlos, hablaron de esta manera antes de ser martirizados:

El primero: «¿Qué pretendes sacar de nosotros? Estamos dispuestos a morir antes que quebrantar la ley de nuestros padres…».

El segundo: «Tú, malvado, nos arrancas la vida presente, pero cuando hayamos muerto por su ley, el Rey del Universo nos resucitará para una vida eterna».

El tercero nos dejó este gran testimonio: «De Dios las recibí (la lengua y manos) y por sus leyes las desprecio. Espero recobrarlas del mismo Dios».

El cuarto, dijo: «Vale la pena morir a manos de los hombres cuando se espera que Dios mismo nos resucitará».

Cuatro pensamientos que nos tienen que ayudar a confirmar el futuro de nuestra vida, después de la muerte temporal.

  • Salmo 16

«Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor».

Es la seguridad de que, después de la muerte, viene la resurrección. De ahí, entre otras, estas palabras:

«Guárdame como a las niñas de tus ojos, a la sombra de tus alas escóndeme».

  • San Pablo

Meditamos las últimas palabras de este párrafo de su carta a los tesalonicenses:

«Por el Señor estamos seguros de que ya cumplís y seguiréis cumpliendo todo lo que os hemos enseñado.

Que el Señor dirija vuestro corazón para que améis a Dios y tengáis la constancia de Cristo».

  • Verso aleluyático

Toda la redención nos la ha merecido Jesucristo:

«Él es el primogénito de entre los muertos. A Él la gloria y el poder por los siglos de los siglos».

Que toda nuestra vida en este tiempo que pasa sea apoyarnos en la salvación que nos ha merecido nuestro Redentor.

  • Evangelio

Se trata de una pequeña “trampa” que los saduceos, que no creían en la resurrección, le ponen públicamente a Jesús:

Una mujer se ha casado y su marido muere sin dejar descendencia. La ley de Moisés obliga a casarse al otro hermano con ella para darle descendencia a la mujer.

En este caso, fueron siete los hermanos que se casaron con ella y todos murieron sin dejar descendencia.

Ahora le presentan a Jesús esta pregunta capciosa: «¿De cuál de ellos será la mujer cuando llegue la resurrección?».

Aunque más parece un cuentito de mal gusto, Jesús se lo toma en serio y responde:

«En esta vida hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no se casarán… Son como ángeles; son hijos de Dios porque participan en la resurrección».

A continuación, el Evangelio presenta a Jesús recordando las palabras de Moisés en el episodio de la zarza ardiendo donde llama al Señor:

«Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob».

El Evangelio concluye con esta expresión de Jesús: «No es Dios de muertos sino de vivos, porque para Él todos están vivos».

De esta manera confirma Jesucristo que después de la muerte temporal hay vida eterna. Por eso, será bueno vivir preparados para poder gozar de una felicidad eterna con Dios.

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo Redentorista