14 de septiembre de 2025

EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ - Domingo XXIV del tiempo ordinario

 La Iglesia en este domingo recuerda, con varias instituciones religiosas, la Exaltación de la Santa Cruz.

Evidentemente que lo que se exalta no es un simple madero, sino al Dios que quiso manifestar su amor en la humillación más grande. Meditemos hoy en el amor infinito de todo un Dios que se dejó crucificar para demostrar su amor a los hombres y salvarlos.

  • Libro de los Números

Nos encontramos con un mal momento del pueblo de Israel. El pueblo murmuró contra el Señor y contra el maná que le había dado como alimento en medio de las arenas candentes del desierto:

«¿Por qué nos has sacado de Egipto para morir en el desierto? No tenemos ni pan ni agua, y nos da náusea ese pan sin cuerpo».

A pesar de todo, sabemos que en la tradición del pueblo de Dios el maná tenía un sabor muy especial que satisfacía el hambre de cada uno.

Ante el privilegio que le concedió el Señor de tener un alimento suficiente, Dios, como castigo, les envía las serpientes venenosas «que los mordían, y murieron muchos israelitas».

El pueblo se arrepiente y pide a Moisés que suplique a Dios que lo perdone. Como respuesta Dios no los liberó de las serpientes, sino que ordenó a Moisés: «Haz una serpiente venosa y colócala en un estandarte: los mordidos de serpientes quedarán sanos al mirarla».

Sabemos que ese estandarte es el símbolo de la cruz de Cristo que salvaría más tarde a toda la humanidad.

  • Salmo 77

Escarmentados con el ejemplo que vivió Israel en el momento terrible de las serpientes venenosas, acudimos a la misericordia infinita de Dios pidiéndole que no olvidemos las acciones maravillosas que hizo Dios con su pueblo:

«Cuando los hacías morir lo buscaban y madrugaban para volverse hacia Dios. Se acordaban de que Dios era su roca, el Dios altísimo su redentor.

Lo adoraban con sus bocas, pero sus lenguas mentían… Dios, en cambio, sentía lástima, perdonaba su culpa y no lo destruía».

Acudamos siempre a la misericordia infinita de Dios que está más allá de nuestros pecados.

  • San Pablo

En la Carta a los filipenses nos presenta el verdadero «estandarte» de nuestra salvación:

«Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios… Se rebajó hasta someterse incluso a la muerte y una muerte de cruz».

Ahora también nosotros acudimos a la misericordia infinita de Jesús para pedirle perdón por nuestros pecados y proclamar que «Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre».

¡En Él está nuestra salvación!

  • Verso aleluyático

Nos invita a adorar a Cristo y bendecirlo porque es nuestro Salvador:

«Te adoramos, oh, Cristo, y te bendecimos porque con tu cruz has redimido al mundo».

  • Evangelio de San Juan

Es la impresionante lección que Jesucristo le da a Nicodemo que acude a Él de noche, por temor a ser visto por los judíos. Haciendo alusión a la primera lectura, le dice:

«Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre para que todo el que cree en Él tenga vida eterna».

A continuación, nos habla del amor infinito de Dios que fue capaz de entregar al mundo para su salvación a su propio Hijo único.

La llegada de Jesucristo tiene una clara explicación: Dios «no mandó su Hijo al mundo para condenarlo, sino para que el mundo se salve por Él».

Este es el gran regalo de la misericordia infinita de Dios.

Por eso, no adoramos la cruz como un signo de tortura (hay tantos que la llevan hoy) sino que en ella fue crucificado Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, y con fe lo adoramos y aprovechamos de «su entrega» a través de su muerte y resurrección.

Con San Pablo repetimos también hoy:

«Dios lo levantó sobre todo y le concedió el Nombre sobre todo nombre…

Y toda lengua proclame: “¡Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre!”.

***

 

En este día 14 de septiembre de 2025, cumpleaños del Papa León XIV, le deseamos un día muy feliz y le prometemos nuestra sincera oración para que Dios pueda actuar por medio de él:

«¡FELIZ CUMPLEAÑOS, PAPA LEÓN!».

6 de septiembre de 2025

JESÚS RECLAMA EL PRIMER PUESTO - Domingo XXIII del tiempo ordinario

La liturgia de este domingo guarda una unidad muy importante para cada uno de nosotros, hombres y mujeres de este tiempo.

  • Libro de la Sabiduría

Nos habla de dos realidades que constituyen la persona humana. En primer lugar, nos hace una pregunta que no es fácil responder:

«¿Qué hombre conoce el designio de Dios? ¿Quién comprende lo que Dios quiere?».

Desde aquellos tiempos el hombre tenía claro que posee razonamientos fiables por naturaleza:

«Su cuerpo mortal es lastre del alma y la tienda terrestre abruma la mente que medita».

Si bien nos dice que en el ser humano hay una «mente que medita», sin embargo, hay además una gran confusión que llevamos dentro de nosotros porque «¿quién rastreará las cosas del cielo? ¿Quién conocerá el designio de Dios si Tú no le das sabiduría?».

Cuando la parte material va unida conscientemente a la parte espiritual, tenemos la grandeza del auténtico ser humano:

«Solo así fueron rectos los caminos de los terrestres, los hombres aprendieron lo que Te agrada».

  • Salmo 89

Es una invitación para que meditemos la grandeza y, al mismo tiempo, la pequeñez del ser humano: «Tú reduces el hombre a polvo diciendo: “retornad, hijos de Adán”».

Para el salmista Dios viene a ser como un sembrador: «Los siembras año por año como hierba que se renueva por la mañana, y por la tarde se seca».

El escritor sagrado se vuelve a Dios pidiéndole, y nosotros con él: «Que adquiramos un corazón sensato. Por la mañana sácianos de tu misericordia y toda nuestra vida será alegría y júbilo».

  • San Pablo

El apóstol nos enseña la diferencia que hay entre un bautizado y uno que no lo ha sido: Filemón, siendo pagano, tuvo a Onésimo como esclavo, pero ahora tanto Filemón como Onésimo son bautizados y es distinta la manera de relacionarse que debe tener Filemón con Onésimo.

El tiempo que hubo de separación entre los dos cambió totalmente la mirada para contemplar al mismo hombre. Por esta razón, dice San Pablo:

«Quizá se apartó de ti para que lo recobres ahora para siempre y no como esclavo, sino mucho mejor: como hermano querido».

Filemón aprendió a valorar a la persona en todas sus dimensiones al recibir la fe con el bautismo y comprendió que un cristiano tiene un valor muy grande al bautizarse, por eso San Pablo mismo añade:

«Si yo lo quiero tanto, ¡cuánto más lo has de querer tú como hombre y como cristiano!».

  • Verso aleluyático

Pedimos al Señor que nos ayude a descubrir el valor de la persona humana a la luz de la fe: «Haz brillar tu rostro sobre tu siervo. Enséñame tus leyes».

  • Evangelio

El Evangelio de San Lucas, en este día, tiene varias enseñanzas muy importantes para el verdadero cristiano. Comienza Jesús diciendo:

«Si alguno se viene conmigo y no POSPONE a su padre y a su madre… incluso a sí mismo: no puede ser discípulo mío».

No hay contradicción entre estas palabras y el mandamiento del amor fraterno: «Ámense unos a otros como yo los he amado».

Tengamos siempre presente en nuestra mente y corazón: JESUCRISTO ES EL PRIMERO EN TODO.

A continuación, nos pide Jesús seguirlo a Él cargando la cruz de cada día, para que seamos auténticos discípulos y nos presenta dos parábolas que aclaran la enseñanza.

Tenemos que llegar a conocer perfectamente el valor de la vida del cristiano para que no nos suceda como al que pensaba construir una casa y por no haber previsto el dinero que necesitaba, «la gente decía: este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar».

También tenemos el caso del rey que va a la guerra con cinco mil hombres enfrentándose a su enemigo que tiene diez mil hombres. Si ve imposible la victoria, se verá obligado a pedir condiciones de paz.

La conclusión de la reflexión que nos propone la liturgia es muy clara e importante, porque el ser humano tiene dos tiempos que son dos valores muy distintos: uno terreno, temporal y material, que es la primera parte de nuestra vida en este mundo; y otro espiritual y eterno que tenemos que merecer mientras vivimos en la primera etapa de nuestra existencia.

Ánimo, amigos: con el tiempo ganamos la eternidad.

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo Redentorista