15 de septiembre de 2018

PERDER LA VIDA POR JESÚS Y EL EVANGELIO

Ser discípulo significa aprender del maestro que enseña.
De una u otra forma todos los seres humanos somos discípulos unos de otros.
Pero lo más importante para un discípulo es aprender de Dios.
  •  Isaías
En el versículo anterior a la lectura de hoy, el profeta comienza el “Tercer cántico del Siervo del Señor”:
“El Señor Dios me ha dado una lengua de discípulo para saber decir una palabra de aliento”.
Completando esta idea leemos hoy:
“Cada mañana me espabila el oído para que escuche como los discípulos.
El Señor Dios me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás”.
He ahí dos actitudes muy importantes de todo aquel que quiera ser verdadero discípulo de Dios.
Primero hay que escuchar la Palabra y luego compartirla.
Después de esto Isaías  profetiza lo que acontecerá al gran Siervo del Señor, Jesucristo Redentor, como veremos en el Evangelio de hoy.
Esto profetiza:
“Ofrecí las espaldas a los que me golpeaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé la boca ante ultrajes ni salivazos…”
Todos están contra el siervo pero él tiene la seguridad de que “el Señor me ayuda”.
  • Salmo 114
Ahora es Dios quien “inclina su oído hacia mí el día que lo invoco”.
Por eso nace en mí el amor de la seguridad:
“Amo al Señor porque escucha mi voz suplicante”.
El oído de Dios y la lengua del hombre se entienden porque “le invoqué: Señor, salva mi vida”.
Y Él me escuchó:
“Arrancó mi alma de la muerte, mis ojos de las lágrimas, mis pies de la caída”.
El oído del discípulo y la voz del Maestro.
El oído del Maestro y la voz del discípulo: este es el secreto de la salvación de Dios.
  •  Santiago
La gran lección del apóstol es tan clara que algunas sectas no aceptan su carta entre los libros inspirados por Dios.
Santiago enseña que la fe sin obras es muerta.
¿Cómo va a ser posible que uno crea en Jesús que dijo: “estuve enfermo y me visitaste, estuve desnudo y me vestiste, en la cárcel…” y no lo tome en serio?
¿Puede aceptar el mensaje y no cumplirlo?, es decir, ¿creer y no hacer?
Santiago, como siempre, es muy concreto y por eso enseña:
“Alguno dirá: tú tienes fe y yo tengo obras. Enséñame tu fe sin obras y yo por las obras te probaré mi fe”.
Esta importante enseñanza debemos de tenerla siempre en cuenta para que no creamos que el cristianismo es pura teoría.
  •  Verso aleluyático
San Pablo, el gran enamorado del Maestro, expresó este amor del discípulo de Jesús cuando escribió a los Gálatas:
“Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz del Señor, en la cual el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo”.
  • Evangelio
Después que el Padre reveló a Pedro que Jesús era el “Mesías” de Dios, Jesucristo profetiza su futura pasión, muerte y resurrección:
“El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días”.
Pedro se revela contra este futuro que profetiza Jesús y después de reprocharle, el Maestro acerca a los discípulos y les dice cómo a de ser el verdadero discípulo:
“El que quiere venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga”.
Hay que fijarse bien que no se trata de seguir la cruz sino a Jesús. Lo otro no tendría sentido.
La cruz por la cruz, el sufrimiento por el sufrimiento nunca es aceptable.
Y añadió el Maestro:
“El que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará”.

José Ignacio Alemany Grau