26 de mayo de 2016

EL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO

*        La oración colecta de hoy no es dirigida al Padre, como son la mayoría.
En ella invocamos a la segunda Persona de la Santísima Trinidad y por eso la conclusión de la misma es así:
“Tú que vives y reinas con Dios Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios por los siglos de los siglos”.
Como ves, de todas formas la oración es trinitaria.
Esta oración de la solemnidad de hoy te la conoces bien porque al terminar la exposición del Santísimo, se reza antes de la bendición:
“Oh Dios que en este sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu pasión, te pedimos nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de tu cuerpo y de tu sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu redención”.
Son pequeños detalles pero creo que, si nos fijamos en ellos, gozaremos con las muchas enseñanzas de la liturgia.
*        La primera lectura nos habla de un momento muy especial en el que por primera y única vez en la Biblia aparece un sacerdote totalmente desconocido que, en lugar de ofrecer víctimas como todos los sacerdotes, ofrece pan y vino.
Se trata de Melquisedec, rey de Salem.
Precisamente por este caso concreto en el salmo responsorial 109 que es un salmo mesiánico, le aplicaremos a Jesús estas palabras:
“Tú eres sacerdote eterno según el rito de Melquisedec”.
Este episodio es el que comenta también la carta a los Hebreos largamente, refiriéndolo a Jesucristo.
Si quieres un detalle más de esta lectura, en el texto no se dice Abraham sino Abram.
Será a partir del capítulo 17,5 del Génesis cuando Dios le diga:
“Serás padre de muchedumbre de pueblos. Ya no te llamarás Abram sino Abraham porque te hago padre de muchedumbre de pueblos”.
*        En la carta de Pablo a los corintios el apóstol recoge la tradición que había recibido de la comunidad cristiana.
Esto nos hace pensar, una vez más, en la importancia de la tradición que es anterior a la Escritura:
“Yo he recibido una tradición que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido”.
En efecto, Evangelio y cartas se escribieron años después de la resurrección de Jesús y parte de esta tradición es la que fue recogiendo la Escritura en el Nuevo Testamento.
Fíjate cómo esta lectura relata la institución de la Eucaristía con una estructura muy similar a la que escuchamos cada día en la Santa Misa.
*        El Evangelio está tomado de San Lucas, nuestro compañero del ciclo C y relata la multiplicación de los panes que es también un símbolo de la Eucaristía, hecho que tratará largamente San Juan en su capítulo sexto.
Lucas relata así la parte del milagro:
“Él, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que los sirvieran a la gente”.
Puedes fijarte en la alusión a la Eucaristía que hay en los verbos que se emplean:
Tomar, bendecir, partir y servir.
Por ejemplo, en la primera plegaria del Misal se dice:
“Elevando los ojos al cielo, hacia ti, Dios Padre todopoderoso, dando gracias te bendijo, lo partió y lo dio a los discípulos”.
El relato termina diciendo que “comieron todos y se saciaron y cogieron las sobras: doce cestos”.
Posiblemente aquí hay una alusión a los doce apóstoles que creían imposible dar de comer a tanta gente.
*        En el versículo aleluyático las palabras de Jesús son de San Juan (capítulo 6) donde promete la vida eterna a quienes comulguen:
“Yo soy el  pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre”.
*        Como en todas las solemnidades, te invito a meditar el misterio eucarístico, tal como lo propone el prefacio del día. No dejes de fijarte siempre en ese himno de alabanza:
“El cual al instituir el sacrificio de la eterna alianza, se ofreció a sí mismo como víctima de salvación y nos mandó perpetuar esta ofrenda en conmemoración suya.

Su carne, inmolada por nosotros, es alimento que nos fortalece; su sangre, derramada por nosotros, es bebida que nos purifica”.

Terminemos recordando unos versos de este precioso himno de santo Tomás (estrofa primera y última):
“Te adoro con devoción, Dios escondido, oculto verdaderamente bajo estas apariencias.
A ti se somete mi corazón por completo, y se rinde totalmente al contemplarte…
Jesús, a quien ahora veo oculto, te ruego que se cumpla lo que tanto ansío: que al mirar tu rostro cara a cara sea yo feliz viendo tu gloria”.

José Ignacio Alemany Grau, obispo

20 de mayo de 2016

EL MISTERIO MÁS GRANDE: LA SANTÍSIMA TRINIDAD

Amigos, hoy es un día muy importante. Es el día que celebramos el misterio más grande y maravilloso de nuestra fe: la Santísima Trinidad.
Mi reflexión quiere ser una alabanza del principio al final:
*       “Bendito sea Dios Padre, y su Hijo unigénito, y el Espíritu Santo, porque ha tenido misericordia de nosotros”.
Es la antífona de entrada porque la liturgia quiere que desde el inicio glorifiquemos a la Santísima Trinidad.
*       Repite también este verso aleluyático (y no “te pases” creyendo que lo sabes todo de memoria):
“Gloria al Padre Y al Hijo y al Espíritu Santo, al Dios que es, que era y que viene”.
¿Qué celebramos hoy?
*       Nos lo dice el prefacio. Es el misterio de un Dios en tres Personas:
“Padre Santo… que con tu único Hijo y el Espíritu Santo eres un solo Dios, un solo Señor; no una sola persona, sino tres Personas en una sola naturaleza.
Y lo que creemos de tu gloria, porque tú lo revelaste, lo afirmamos también de tu Hijo, y también del Espíritu Santo, sin diferencia ni distinción.
De modo que, al proclamar nuestra fe en la verdadera y eterna Divinidad, adoramos tres Personas distintas, de única naturaleza e iguales en su dignidad”.
Breve y concisa, pero una clara presentación del misterio que conviene meditar mucho.
Toda oración oficial en la Iglesia de Jesús es a Dios Padre, por el Hijo, en el Espíritu Santo.
*       Recemos la oración colecta del día y lo verificaremos:
“Dios, Padre todopoderoso, que has enviado al mundo la Palabra de verdad y el Espíritu de santificación para revelar a los hombres tu admirable misterio, concédenos profesar la fe verdadera, conocer la gloria de la eterna Trinidad y adorar su unidad todopoderosa”.
Aparte de hablarnos esta oración de las tres Divinas Personas, tenemos en la conclusión de siempre estas palabras:
“Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos”.
(Qué pena que muchos hagan una conclusión breve en vez de esta hermosa conclusión de toda oración oficial.)
Cada domingo es fiesta de la Santísima Trinidad que se nos manifiesta en la pascua de Jesús.
Muchas veces al día repetimos que todo lo hacemos en el nombre de la Santísima Trinidad cuando decimos: “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.
Por otra parte la Iglesia nos enseña que somos la familia de Dios:
“Somos un pueblo reunido en virtud de la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.
Fíjate cómo en todos los documentos y oraciones la Iglesia dice “en el nombre del Padre Y del Hijo Y del Espíritu Santo”, aunque a la hora de rezar todos suelen suprimir la Y griega que pone igualdad total en lo que une… Vuelve a leer esta expresión del misterio y fíjate si digo la verdad.
Vayamos a las lecturas del día:
*        Proverbios
Este párrafo de la Sabiduría es muy especial y profundo.
Se aplica al Creador de todo, a la Sabiduría divina.
Los Santos Padres, relacionándolo con el prólogo del Evangelio de San Juan, lo refieren a Jesús:
“Por medio de Él se hizo todo y sin Él no se hizo nada de cuanto fue hecho”.
La liturgia refiere también esta lectura a la Virgen María, predilecta de Dios.
Te invito a hacer este hermoso ejercicio:
Lee estos versículos (Prov 8,22-31) pensando en Jesús, Verbo encarnado.
Luego lee estos versículos pensando que se refieren a María.
Así harás una bella oración.
*        San Pablo nos ofrece hoy este bellísimo versículo:
“El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado”.
Medita:
¡¡Dios te ha regalado su Espíritu!! Para que viva dentro de ti con el Padre y el Hijo, ya que son inseparables las tres Personas… así te convierten en un templo, como enseña el mismo Pablo.
*        En el Evangelio recordamos este misterio tan repetido los últimos días:
Jesús promete el Espíritu que está en el Padre, para que nos lleve a la plenitud de la verdad.
Nos lo regalan para nuestra santificación.
*        Como respuesta hagamos la bella oración del salmo 8:
“Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra”.
Finalmente te invito a repetir hoy con alegría: desde el bautismo tengo a Dios dentro de mí y lo llevo a todas partes:
¡Tengo un tesoro! ¡Soy rico! ¡Soy feliz!
Gracias Dios Padre, Hijo, Espíritu Santo.

José Ignacio Alemany Grau, obispo

12 de mayo de 2016

PENTECOSTÉS

La liturgia prepara este gran día con una vigilia especial, que algunos grupos de fe celebran de manera similar a la Vigilia Pascual.
En ella se recuerdan las palabras de Jesús que gritaba, en el día de la Fiesta de las tiendas (Ese día el sumo sacerdote sacaba agua de la piscina de Siloé y con ella rociaba el altar):
“El que tenga sed que venga a mí y beba el que cree en mí; como dice la Escritura “de sus entrañas brotarán ríos de agua viva”.
Jesús con estas palabras se proclama como la fuente de agua viva a la que todos debemos acercarnos.
El agua prometida por Jesús brotó el viernes santo de su costado abierto y ahora es el Espíritu Santo quien nos la da abundantemente.
La fiesta de Pentecostés va por el interior de los corazones y los transforma en la medida en que colaboran con Él, porque nunca fuerza nuestra libertad.
Jesús, pues, completa su misterio salvador, enviándonos su Espíritu Santo tal como lo había prometido hacer Él mismo juntamente con el Padre.
¿Cuál es la obra del Espíritu Santo?
Vamos al prefacio que enseña:
“Para llevar a plenitud el misterio pascual, enviaste hoy el Espíritu Santo sobre los que habías adoptado como hijos, por su participación en Cristo.
Aquel mismo Espíritu que, desde el comienzo, fue el alma de la Iglesia naciente; el Espíritu que infundió el conocimiento de Dios a todos los pueblos; el Espíritu que congregó en la confesión de una misma fe a los que el pecado había dividido en diversidad de lenguas”.
Como ves hay muchas cosas que meditar en este prefacio y te invito a que lo hagas personalmente.
El Espíritu Santo viene  a crear la unidad que pidió Jesús tantas veces para los suyos.
Sin el amor, que eso es el Espíritu Santo, jamás habrá unidad verdadera sino intereses mezquinos.
*        El libro de los Hechos nos cuenta que “estaban todos juntos en el mismo lugar” (qué necesario es que nosotros estemos juntos para ser eficaces).
Precisamente en los últimos días hemos visto paneles en los que se dice “juntos podemos”…
Además “estaban sentados” que es una actitud de reflexión, conversación y ¿oración?
Las ráfagas de viento y el fuego nos llevan a recordar los momentos de Moisés en el Sinaí cuando se llenó del Espíritu de Dios que transformó hasta su rostro.
Esos fueron los signos externos que empleó el Espíritu Santo para transformar a los apóstoles, apocados y cobardes, en grandes misioneros.
Así veremos cómo Pedro, que por miedo negó a Jesús, en este día se levantará a predicar que Jesús crucificado ha sido glorificado hoy y ha derramado el Espíritu Santo sobre la Iglesia. Más aún, llama a todos para que participen de la redención de Cristo.
Para que tuviera eficacia su venida, el Espíritu Santo hizo el milagro del don de lenguas, por el cual todos los judíos de la diáspora, es decir repartidos por todo el mundo, pudieran entender perfectamente a los apóstoles a pesar de la diversidad de lenguas.
Son diecisiete las lenguas que recoge el texto. Ese número indica universalidad y perfección. De esta manera Dios llama a todos los pueblos a la Iglesia de Jesús.
*        En el salmo responsorial repetiremos “envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra”.
Y glorificaremos a Dios con el salmo 103:
“Bendice alma mía al Señor: ¡Dios mío qué grande eres! Cuántas son tus obras Señor, la tierra está llena de tus criaturas… gloria a Dios para siempre, goce el Señor con sus obras…”
*        San Pablo recordará a los romanos que “vosotros no estáis sujetos a la carne, sino al Espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo”.
Una hermosa lección del capítulo 8 en la que resaltamos estas palabras.
“Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios”. No lo olvides: ¡el Espíritu Santo nos hace hijos de Dios!
*        Secuencia de Pentecostés
Se trata de un bellísimo himno para este día. Ojalá lo profundices:
“Espíritu Divino… Padre amoroso… Don… Luz… Fuente… Dulce huésped… Gozo… Divina Luz…”
Todos estos títulos y muchos más, te ayudarán a entender lo que la Iglesia pide en su oración al Espíritu Santo. 
*        El Evangelio recoge la promesa de Jesús en el cenáculo que se cumple en este día de Pentecostés:
“El Espíritu Santo que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho”.
*        Con la Iglesia repitamos nuestra llamada especial al Espíritu Santo en este día con estos tres gritos llenos de esperanza:
“¡Envía tu Espíritu Santo!”
“¡Ven Espíritu Divino!”
“¡Ven Espíritu Santo y llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor!”

José Ignacio Alemany Grau, obispo

6 de mayo de 2016

LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR

Es un poco extraño que al narrar San Lucas la subida de Jesús al cielo, diga que los discípulos en vez de quedar llenos de pena, vacío y nostalgia… “se volvieron a Jerusalén con gran alegría”.
De hecho, los encuentros con Dios son así.
Recuerda al eunuco que al irse Felipe, después de bautizarlo, “siguió su camino lleno de alegría”.
Es que cuando el Señor entra en el corazón de verdad no se echa de menos la presencia física.
¿Y qué es la ascensión?
Hay tres prefacios en torno a esta fiesta.
Extraemos las ideas centrales para nuestra meditación:
* Jesús, después de resucitar se apareció un tiempo a los apóstoles y después, “ante sus ojos, fue elevado al cielo para hacernos partícipes de su divinidad”.
* La Iglesia se goza viendo subir al Señor victorioso y cubierto de gloria:
“El Rey de la gloria, vencedor del pecado y de la muerte… ha ascendido a lo más alto del cielo como mediador entre Dios y los hombres, como juez de vivos y muertos”.
* No se fue Jesús al cielo para desentenderse de nosotros, sino para llenarnos de esperanza, sabiendo que nos llevará con Él:
“No se ha ido para desentenderse de este mundo sino que ha querido precedernos como cabeza nuestra… para que vivamos con ardiente esperanza de seguirlo en su reino”.
* En el cielo Jesús intercede por nosotros y nos asegura la presencia del Espíritu Santo.
* Finalmente la liturgia nos invita a perseverar en oración con María, seguros de que, según la promesa de Jesús, vendrá a nosotros el Espíritu Santo.
Con estos pensamientos profundos podemos entender mejor lo que significa la ascensión del Señor para la Iglesia.
Vayamos ahora a las lecturas.

*        La primera lectura es el comienzo de los Hechos de los apóstoles.
Nos cuenta San Lucas los últimos encuentros de los apóstoles con Jesús que les pide que queden en Jerusalén hasta que se cumpla la promesa del envío del Espíritu Santo:
“Seréis bautizados con el Espíritu Santo”.
No faltó tampoco la dolorosa incomprensión de quienes todavía soñaban que Jesús podía ser el caudillo que libertara a Israel del imperio de Roma.
Jesús no los toma en cuenta y les explica la misión que deberán hacer con el poder del Espíritu:
“Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo y seréis mis testigos en Jerusalén, en Judea, en Samaría y hasta los confines del mundo”.
La última escena es bella:
“Dicho esto, lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista”.
Creían que, pasando la nube, volverían a ver a Jesús pero unos “hombres vestidos de blanco les dijeron: ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?
El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo, volverá como lo habéis visto marcharse”.
*        El salmo responsorial parece escrito para este día:
“Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas”.
Unámonos a la fiesta que celebra el salmista:
“Pueblos todos, batid palmas, aclamad a Dios con gritos de júbilo… tocad para Dios tocad, tocad para nuestro Rey, tocad… Dios reina sobre las naciones”.
*        La segunda lectura pertenece a la carta a los Hebreos.
Recoge una de las ideas del prefacio:
“Cristo ha entrado no en un santuario construido por hombres, sino en el mismo cielo, para ponerse ante Dios intercediendo por nosotros”.
A continuación nos recuerda todo lo que Jesús ha hecho por nosotros como único Salvador que ofrece al Padre su propio cuerpo como víctima. Y nos aconseja:
“Mantengámonos firmes en la esperanza que profesamos porque es fiel quien hizo la promesa”.
*        Finalmente en el Evangelio, San Lucas nos ofrece un relato similar al de los Hechos de los apóstoles.
Con esta conclusión del Evangelio y el principio de los Hechos, une el fin de la obra sacrificada de Jesús con la eficacia de la salvación, que es el inicio de la Iglesia.
Jesús sube al cielo.
Ellos regresan con alegría.
Van al templo a bendecir a Dios.
Cuando llega el Espíritu Santo se dispersan para evangelizar el mundo como testigos del amor.
Lucas narra un detalle importante:
Jesús es llevado triunfante como Rey de la creación y al mismo tiempo termina actuando como sacerdote, que se despide bendiciendo.
Amigos, que en este día recibamos la bendición de Jesús para nosotros, para nuestras familias y para el mundo entero.
José Ignacio Alemany Grau, obispo