10 de abril de 2015

II Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia, ciclo B


EL MISTERIO DE LA SANGRE Y EL AGUA
 “Al anochecer, estando yo en mi celda, vi al Señor Jesús vestido con una túnica blanca. Tenía una mano levantada para bendecir y con la otra tocaba la túnica sobre el pecho. De la abertura de la túnica sobre el pecho, salían dos grandes rayos: uno rojo y otro pálido. En silencio, atentamente miraba al Señor. Mi alma estaba llena de amor, pero también de gran alegría. Después de un momento, Jesús me dijo: pinta una imagen según el modelo que ves y firma: Jesús, en ti confío.
Deseo que esta imagen sea venerada primero en su capilla y después en el mundo entero.
Quiero que esta imagen que pintarás con el pincel, sea bendecida con solemnidad el primer domingo después de la Pascua de resurrección; ese domingo debe ser la fiesta de la Divina Misericordia”.
Esto nos cuenta santa Faustina, acontecimiento que sucedió el 22 de febrero de 1931 en su celda.
Precisamente este domingo es el que pidió Jesús que se celebrara su fiesta.
Hoy, como una misericordia del Dios de la Misericordia, el Papa Francisco declarará Año Santo de la Divina Misericordia los días que van del 8 de diciembre de 2015 hasta la festividad de Cristo Rey de 2016.
¿Qué nos dice la liturgia de este domingo que desde antiguo recoge el tema de la misericordia e incluso la revelación del agua y sangre del costado de Cristo?
* La oración colecta del día comienza con estas palabras:
“Dios de misericordia infinita…  para que comprendamos mejor la inestimable riqueza del bautismo que nos ha hecho renacer y de la sangre que nos ha redimido…”
* Esto lo comprendemos mejor con la enseñanza de la carta de San Juan que nos dice hoy, hablando de Jesucristo:
“Este es el que vino con agua y con sangre: Jesucristo. No solo con agua sino con agua y con sangre; y el Espíritu es quien da testimonio porque el Espíritu es la verdad”.
Es clara la conexión entre estas palabras y las de Jesús a santa Faustina. El agua representa el bautismo y la sangre la Eucaristía.
Siguiendo las enseñanzas de la carta de San Juan hoy, el apóstol nos pide la fe en Jesucristo quien nos ayudará a vencer al mundo. Nos pide también que como prueba de amor cumplamos los mandamientos:
“En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios; si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos”.
* Por su parte San Lucas, en los Hechos de los Apóstoles nos presenta una comunidad que vive del amor:
“En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía”.
La caridad en aquellos momentos era tan fuerte que “ninguno pasaba necesidad, pues los que poseían tierras o casas las vendían… luego se distribuía según lo que necesitaba cada uno”.
* El salmo responsorial es el 117 tan hermoso y que en estos días últimos hemos meditado frecuentemente, sobre todo la alegría de:
“Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo”.
Por todo lo cual repetiremos felices:
“Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia”.
* El Evangelio del día nos presenta las apariciones del Resucitado según San Juan.
Jesús entró, se puso en medio y dijo:
“Paz a vosotros”.
Es la paz de Jesús, el Príncipe de la paz, que la Iglesia repite continuamente. (Estas palabras exactamente son el saludo especial del Obispo a los fieles).
A continuación vienen los regalos pascuales del Maestro que debemos meditar porque la fe nos enseña que han llegado hasta cada uno de nosotros:
-          “Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”.
Cristo te quiere a ti como misionero.
-           Exhalando el aliento sobre los apóstoles les dijo:
“Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”.
Este es el gran regalo del sacramento del perdón y de la misericordia que debemos aprovechar.
-          A continuación San Juan, saltando 8 días, nos cuenta cómo Jesús vino a buscar al apóstol que se había negado a aceptar la resurrección. Simplemente le parecía imposible.
Y Jesús nos hace otro regalo puesto que después del acto de fe que hace Santo Tomás con aquellas hermosas palabras: “Señor mío y Dios mío”, nos anima a todos, diciendo:
“¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto”.
Ésta es nuestra felicidad porque como dirá San Pedro (1P 1,8), hablándonos de Jesucristo:
“Sin haberlo visto lo amáis y, sin contemplarlo todavía, creéis en Él y así os alegráis con un gozo inefable y radiante, alcanzando así la meta de vuestra fe: la salvación de vuestras almas”.
Este es el gozo pascual que deseo a todos ustedes, mis amigos lectores.

José Ignacio Alemany Grau, obispo