16 de marzo de 2024

LÍBRAME DE ESTA HORA

Es impresionante meditar cómo Dios no abandonó nunca a su pueblo, pero el pueblo, aunque prometió fidelidad, continuamente falló a Dios.

Esto nos pasa fácilmente a nosotros: prometemos tanto a Dios y, sin embargo, caemos en la infidelidad.

  • Jeremías

Habla de una nueva alianza de Dios con Israel que «quebrantaste mi alianza», a pesar de tantos prodigios del Señor.

La nueva alianza de Dios es: «Meteré mi ley en su pecho, la escribiré en sus corazones. Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo».

Llegará un momento en que nadie tendrá que enseñar a otro porque «todos me conocerán, desde el pequeño al grande, cuando perdone sus crímenes y no recuerde sus pecados».

Todo esto es muy bello, pero no olvidemos que tenemos una libertad que Dios respeta.

Este tesoro (la libertad) puede poner en peligro las maravillas de Dios en cada uno de nosotros.

  •   Salmo 50

Qué bueno es repetir este salmo, sobre todo durante la cuaresma, y meditarlo para prepararnos a hacer una buena confesión para comulgar con amor nuevo en la «pascua florida»:

«Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa. Lava del todo mi delito, limpia mi pecado».

  • Carta a los hebreos

Nos lleva al huerto de los olivos y nos presenta a Jesús que «a gritos y con lágrimas presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte».

Pidió por todos y así se convirtió en el Salvador de todos los hombres por su sometimiento a la voluntad del Padre.

Así «se ha convertido para los que le obedecen en autor de salvación eterna».

Aprendamos a obedecer al Padre, como hizo y nos enseñó Jesús, y esa obediencia será nuestra salvación.

  • Aclamación

Jesús vino a servir y no a ser servido. Por eso nos enseña: «El que quiera servirme que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor».

El servicio fue la característica de Jesús y lo mismo pide a los que le seguimos, porque el amor de Dios se traduce en servicio al prójimo.

  • Evangelio

«Si el grano de trigo no cae en tierra y muere se queda infecundo, pero si muere da mucho fruto».

La muerte para nosotros es ir matando el amor propio y dedicarnos a servir al prójimo imitando a Jesús, que sirvió hasta la muerte en cruz. Este es el servicio más grande que nos ha salvado a todos.

Suele decirse que, en este párrafo de San Juan, el evangelista nos presenta, de alguna manera, la oración del huerto:

«Ahora mi alma está agitada, ¿y qué diré?: Padre, líbrame de esta hora. Pero si para esto he venido, para esta hora. Padre, glorifica tu nombre».

La voz del Padre Dios dice: «Lo he glorificado y volveré a glorificarlo».

La gente no entendió y Jesús termina aclarando que el Padre lo glorificará cuando sea crucificado y entonces: «atraeré a todos hacia mí».

Se acerca la Pascua de Jesús, acerquémonos también nosotros a Él para glorificarlo porque en su muerte está nuestra salvación.

 

***

Aprovechemos para invocar a San José, Patrono de la Iglesia universal, cuya solemnidad celebraremos el próximo martes 19:

+ Padre amado, San José, enséñanos a amar.

+ Padre San José, luz de ternura, ayúdanos a querernos en la Iglesia como en familia.

+ Padre San José, obediente, ayúdanos a obedecer con humildad los mandamientos del Padre Dios.

+ Padre San José, acogedor, enséñanos a acogernos unos a otros porque en el prójimo está Jesús.

+ Padre San José, modelo de valentía creativa, enséñanos a descubrir caminos nuevos para que sea eficaz nuestra caridad y servicio.

+ Padre San José, trabajador, ayúdanos a trabajar y a conseguir el trabajo necesario para vivir dignamente.

Terminamos diciendo:

San José, cuida de la Iglesia de Jesús para que vivamos en el amor que Jesús nos pidió. ¡San José, ruega por nosotros!

 

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo

9 de marzo de 2024

DIOS NOS SALVA POR JESUCRISTO

En este domingo IV de cuaresma las lecturas nos hablan de cómo la misericordia de Dios se manifiesta en la generosa entrega del Verbo encarnado para nuestra salvación.

Pero tengamos en cuenta que siempre Dios respeta la libertad humana y de nosotros dependerá aprovechar el tesoro que Dios nos ofrece.

  • Segundo libro de las Crónicas

Nos ofrece un breve resumen de las maldades de los jefes y del pueblo de Israel.

La misericordia de Dios va enviando mensajeros para advertirles el posible castigo, pero ellos se burlan de esos mensajeros de Dios.

Dios envía a los caldeos que destruyen e incendian todo en Jerusalén, incluido el templo de Dios y se llevan al pueblo deportado y cautivo, como esclavos, a Babilonia.

Dios misericordioso hace que se cumpla, de manera inesperada, la profecía de Jeremías y el rey Ciro da este decreto:

«El Señor, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra. Él me ha encargado que le edifique una casa en Jerusalén, en Judá. Quien de entre vosotros pertenezca a su pueblo ¡sea su Dios con él y suba!»

De esta manera Israel recupera la libertad y vuelve a Jerusalén para reconstruir el templo.

Como no todos vuelven, al grupo que regresa a Israel se le llama «el resto» que ha sido purificado durante los setenta años del destierro.

Admirable e inesperada providencia del Dios bueno.

  •   Salmo 136

Los judíos lloran su destierro en Babilonia:

«Junto a los canales de Babilonia nos sentamos a llorar con nostalgia de Sion. En los sauces de sus orillas colgábamos nuestras cítaras», pero estaban muy tristes para cantar en el destierro:

«¿Cómo cantar el cántico del Señor en tierra extraña?»

  • San Pablo

Dios, solo por su misericordia infinita, nos ha salvado y nos ha hecho vivir por medio de Cristo:

«Estáis salvados por su gracia y mediante la fe. Y no se debe a vosotros, sino que es un don de Dios y tampoco se debe a las obras para que nadie pueda presumir.

Somos obra suya. Nos ha creado en Cristo Jesús para que nos dediquemos a las obras buenas».

Tengamos en cuenta que estamos salvados «por la gracia y mediante la fe».

  • Verso de aclamación

«Todo el que cree en Él tiene vida eterna».

Solo en Jesús tenemos la vida después de la vida y todo porque Dios nos ha amado tanto «que entregó a su Hijo único».

  • Evangelio

Cuando Moisés elevó la serpiente para librar de la muerte a los mordidos por las serpientes; es decir, para devolver la vida humana, vemos en ello, como en profecía, la muerte de Jesús en la cruz, para devolvernos la vida divina.

¿Quién podrá medir el amor de Dios y cuál es el motivo de ese amor?

Solo Dios que nos creó pudo arriesgar tanto: ¡enviar a su Hijo!

Creer en Cristo asegura la eternidad con Dios.

Cada uno escoge: o con Cristo y en Él la salvación, o sin Cristo y… «el que no cree ya está juzgado porque no ha creído en el nombre único del Hijo de Dios».

El juicio es muy simple: Dios envió a su Hijo. Él es la luz.

Los que obran mal detestan la luz y se quedan sin ella, en tinieblas.

Amigos, Dios no puede hacer más. Nos dio la luz, la salvación, el cielo; es decir, a su Hijo.

Al hombre le queda siempre la libertad para escoger la luz o la oscuridad, el cielo o el castigo eterno.

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo