Dios asciende entre aclamaciones, el Señor al son de trompetas…
Tocad para nuestro Rey».
Esta es la alegría que nos trae este día gloriosos para Jesús y dichoso también para los discípulos que volvieron a la ciudad para esperar al Espíritu Santo, según el pedido de su Maestro.
- Hechos de los Apóstoles
San Lucas nos
cuenta cómo sucedió el momento de la Ascensión de Jesucristo.
Comenzó
recomendándoles que permanecieran en Jerusalén hasta que «se cumpla la promesa de mi Padre… Dentro de pocos días seréis
bautizados con Espíritu Santo».
Después de darles las
últimas recomendaciones «lo vieron
levantarse hasta que una nube se lo quitó de la vista».
Esa nube, símbolo del Espíritu Santo, declaraba que el mismo Espíritu que lo encarnó en el seno de la Virgen María, lo llevó al triunfo de la Gloria donde está sentado a la derecha de Dios Padre.
- Salmo 46
Se trata de un
salmo muy alegre que invita a glorificar a Dios y que, precisamente, la
liturgia lo utiliza de manera especial para este día.
Habla de la realeza
de Dios y su grandeza:
«Porque el Señor es sublime y terrible… Dios es el Rey del mundo…
Dios reina sobre las naciones.
Dios se sienta en su trono sagrado».
- San Pablo
El apóstol nos
habla de Jesucristo resucitado y nos dice:
«Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé
espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo».
A continuación,
pide también el apóstol, que este Señor «ilumine
los ojos de vuestro corazón» para comprender las maravillas de nuestro
Redentor que fue llevado al cielo y Dios «lo
puso todo bajo sus pies y lo dio a la Iglesia como cabeza sobre todo».
Qué maravilla para
nosotros saber que la Iglesia es el Cuerpo de Cristo.
Somos parte inseparable de Jesús desde el bautismo que nos dio la vida divina.
- Verso aleluyático
Insiste en el gran
mandamiento que nos deja Jesús.
Su importancia es
mayor por la fuerza con que pide y porque es lo último, como un testamento
paternal que nos deja al salir de este mundo y marchar al Padre:
«Id y haced discípulos de todos los pueblos.
Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo».
- Evangelio
El párrafo, que
corresponde al ciclo A, es el final del Evangelio de San Mateo que cuenta cómo
los discípulos fueron Galilea y al encontrarse con Jesús «se postraron, pero algunos vacilaban».
Jesús les dijo,
empleando una majestad que nunca antes ha utilizado y que debemos meditar todos
nosotros porque es el mandamiento más fuerte que Jesús nos ha dejado al
terminar su vida terrena:
«Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra».
Y ahora, añade este
mandato único en la historia de Jesús:
«Id y haced discípulos de todos los pueblos bautizándolos en el nombre
del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y enseñándoles a guardar todo lo que
os he mandado».
¡Bautizar a todos y
enseñarles!
Antes de irse Jesús
les asegura su presencia continua en la Iglesia para que se sientan fuertes en
el apostolado que les pide:
«Sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo».
Amigos todos, no
olvidemos que Jesús sube al cielo y nos deja un mandato que cumplir y una
presencia maravillosa que debemos aprovechar para ser valientes en la tarea.
José Ignacio Alemany Grau, obispo