La liturgia de hoy nos invita a vivir en este mundo buscando superarnos siempre dentro de las normas de la moralidad, de tal manera que, nuestras aspiraciones por lo material no sean definitivas sino temporales, porque nuestro corazón tiene su aspiración más allá de las estrellas.
- Eclesiastés
Aunque parece muy
humano es muy realista la frase que nos repite hoy este libro que, según el
comienzo del mismo, pertenece a Salomón, hijo de David, rey de Jerusalén,
aunque algunos biblistas dudan de su autoría. El Qohelet nos dice esta frase
digna de meditación:
«Vanidad de vanidades y todo es vanidad».
A partir de este
párrafo nos irá presentando lo absurdo que son las cosas materiales de las que
nos tenemos que desprender necesariamente en favor de otras personas que muchas
veces no son ni conocidas ni familiares.
Aunque un tanto
pesimista la conclusión, si prescindimos de la fe, es cierta:
«Hay quien trabaja con sabiduría, ciencia y acierto y tiene que dejarle su porción a uno que no ha trabajado… También eso es vanidad».
- Salmo 89
Nos invita a buscar
en el Señor nuestro refugio y a pedirle que nos enseñe «a calcular nuestros años para que adquiramos un corazón sensato».
Terminemos pidiendo
al Señor con el salmista:
«Por la mañana sácianos de tu misericordia y toda nuestra vida será alegría y júbilo».
- San Pablo
Si el Eclesiastés
nos dejó en un ambiente de reflexión puramente humana para ver la limitación de
nuestras posesiones, San Pablo invita a los colosenses a pensar en la
resurrección de Jesucristo, que también es nuestra:
«Buscad los bienes de allá arriba donde está Cristo sentado a la derecha
de Dios».
Por este motivo nos
invita a suspirar de verdad no por los bienes de la tierra que pasan sino por
los de arriba que, como decía Jesús, permanecen siempre.
El motivo de esta
confianza en la felicidad del más allá está en que nosotros hemos muerto con
Cristo y resucitado con Él en esperanza. Esa vida nuestra con Jesús está
escondida en Dios.
Por eso, cuando
Jesús sea glorificado seremos también glorificados con Él.
La conclusión que
saca San Pablo es que nos despojemos del «hombre
viejo con sus obras» y que nos revistamos del hombre bueno «que se va renovando como imagen de su
Creador hasta llegar a conocerlo».
Sobre este descubrir y vivir como el hombre nuevo dice San Pablo que todos tenemos los mismos derechos porque «Cristo es la síntesis de todo y está en todos».
- Verso aleluyático
Nos recuerda la
primera bienaventuranza de Jesús propuesta por San Mateo:
«Dichosos los pobres en el espíritu porque de ellos es el reino de los
cielos».
De esta manera la liturgia nos hace una invitación al desprendimiento de las cosas materiales de las que nos hablan las lecturas de hoy.
- Evangelio
Aprovechando que un
desconocido le pide a Jesús que diga a su hermano que reparta con él la
herencia, el Señor habla del desprendimiento de toda clase de codicia y nos da
este consejo muy interesante:
«Aunque uno ande
sobrado, su vida no depende de sus bienes».
Y les propone a
continuación la parábola del hombre rico que tiene una gran cosecha y piensa:
«¿Qué haré? No tengo dónde almacenar la cosecha».
Entonces hace
grandes planes para almacenar el grano. Imaginaba una vida feliz diciéndose a
sí mismo:
«Tienes bienes acumulados para muchos años. Túmbate, come, bebe y date
buena vida.
Pero Dios le dijo: necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has
acumulado, ¿de quién será?»
Saquemos la
conclusión que nos da Jesús después de esta parábola:
«Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios».
José Ignacio Alemany Grau, obispo