Ahora sí, amigos todos, estamos al final del año litúrgico, domingo XXXIII del tiempo ordinario.
Nos
queda la fiesta de Cristo Rey y después empieza el Adviento que la Iglesia
empleará para poner a nuestra reflexión la vida de Cristo que cada año nos
lleva de la espera del Mesías hasta la Parusía, venida de Cristo glorioso.
Cada
año lo emplea la Iglesia para ayudarnos a imitar a Jesús, caminando a la
perfección. Cada año más cerca de Él.
Hoy, en el verso aleluyático, la liturgia nos pide tomar en serio el juicio final y pedir a Dios la gracia de permanecer “en pie”, durante el juicio de Dios a toda la humanidad.
- Daniel
Empleando
un estilo apocalíptico, propio del profeta Daniel, nos habla del final de los
tiempos y cómo los fieles al Señor “despertarán
para la vida eterna” y los impíos, en cambio, “para ignominia perpetua”.
Que
nuestra fe sincera recuerde siempre las palabras que repetimos en el Credo:
“Desde
allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos”.
Tomemos en serio nuestra fe, fiándonos de Dios.
- Salmo 15
Nos
invita a gozar en el Señor que es nuestro tesoro y nuestra herencia eterna.
Meditemos
el regalo que Dios tiene para nosotros, que es Él mismo, que se ha hecho
nuestro regalo eterno y nuestra heredad:
“El Señor es el lote de mi
heredad y mi copa, mi suerte está en tu mano. Me ha tocado un lote hermoso, me
encanta mi heredad… Bendeciré al Señor que me aconseja, hasta de noche me
instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor, con Él a mi derecha no vacilaré. Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas y mi carne descansa esperanzada”.
- Carta a los hebreos
La
carta vuelve a expresar la grandeza del sacerdocio de Jesucristo.
El
hombre siempre se ha sentido pecador y busca toda clase de cosas para aplacar
la “cólera de Dios”.
En
realidad ninguna ofrenda valía para nada, porque no hay nada en este mundo
limitado que pueda aplacar a Dios infinito.
Por
puro amor el Verbo se hizo carne y ofreció esa “carne”, su cuerpo, como un
sacrificio de valor infinito:
“Con esta sola ofrenda ha
perfeccionado para siempre” a
la humanidad.
Agradezcamos y participemos en lo posible en la santa misa donde encontramos esta purificación.
- Verso aleluyático
Ya hemos aludido a él al comienzo de esta reflexión, pero es bueno que lo tengamos presente como la idea central de este domingo que, refiriéndose al fin del año litúrgico, nos invita a pensar seriamente si estamos bien preparados y “tener la fuerza para mantenernos en pie ante el Hijo del hombre”, en lo que solemos llamar el juicio final.
- Evangelio
San
Marcos nos habla en este párrafo utilizando el género apocalíptico que se nos
hace
difícil entender.
Por
una parte nos habla de la gran concentración de la humanidad al fin de los
tiempos, como se nos enseña varias veces en distintos textos bíblicos.
Hoy
se nos dice que habrá una reunión de los “elegidos
de los cuatro vientos, de horizonte a horizonte”.
A
esta reunión le precederán grandes acontecimientos tanto en la tierra como en
los astros y el sol y la luna.
De
este tema nos ha hablado repetidas veces Jesús, pero nunca podremos concretar el
momento porque “nadie sabe el día ni la
hora”.
Llama
la atención esta advertencia de Jesús que nos dice: “En cuanto al día y la hora nadie los sabe, ni los ángeles del cielo,
ni el Hijo sino solo el Padre”.
Es
evidente que aquí Jesús habla de su conocimiento como verdadera criatura ya
que, como Dios, conoce lo mismo que el Padre y el Espíritu Santo.
En
medio de este género literario nos encontramos con que Jesús parece hablar también
de la destrucción de Jerusalén que San Marcos ha unido al fin del mundo:
“Os aseguro que no pasará
este generación antes de que todo esto se cumpla”.
De
todas maneras debemos profundizar ya que “el
cielo y la tierra pasarán pero mis palabras no pasarán”.
José Ignacio Alemany Grau, obispo