Hoy
la liturgia nos indica dos cosas importantes.
Una,
la grandeza de Dios que es el Rey del reino, y otra los detalles sobre el Reino
que nos presentan las parábolas del evangelio.
- Libro de la Sabiduría
Destaca
algunas perfecciones divinas de nuestro Creador. Debemos meditarlas para
conocer un poquito de la grandeza de nuestro Dios.
Ante
todo no hay más que un Dios, según la Revelación la Santísima Trinidad, que
cuida de todo pero que ha tenido la enorme delicadeza de darnos a conocer a
nosotros, pobres criaturas, algo de su divinidad:
Él
es el único Dios y nadie puede juzgarlo.
Es
tan justo que puede perdonar a quien quiere. Él juzga, el gobierna y tiene
poder para realizar lo que quiere.
Por
otra parte este Dios nos enseña a nosotros que el justo debe ser humano y nos
regala la esperanza de saber que siempre el pecador puede arrepentirse del
pecado y conseguir el perdón.
- Salmo responsorial
El
salmo 85, por su parte, nos invita a glorificar a este Dios maravilloso:
“El Señor es bueno y
clemente”… escucha y
atiende nuestras súplicas.
Todos
los pueblos vendrán a postrarse en su presencia. Dios es grande y hace maravillas.
- San Pablo a los Romanos
Nos
enseña que el Espíritu Santo, que es Dios como el Padre y el Hijo, desde su
grandeza viene hasta nosotros para que en el momento de hacer nuestra oración
de petición, podamos hacerlo de la manera más conveniente para ser escuchados:
“El Espíritu viene en ayuda
de nuestra debilidad… y el que escudriña los corazones sabe cuál es el deseo
del Espíritu”.
- Verso aleluyático
Es
el eco del evangelio que leímos dos domingos atrás, cuando alabábamos al Señor que
se da a conocer a los humildes y sencillos:
“Bendito seas, Padre, Señor
de cielo y tierra, porque has rebelado los secretos del Reino a la gente
sencilla”.
Si
somos sencillos entenderemos mejor las parábolas del Reino que presenta el
evangelio.
- Evangelio
Tengamos
presente, una vez más, que Jesucristo no define el Reino ni pone una serie de
condiciones para entrar en él; sin embargo, profundizando las parábolas
podremos conocer todas las maravillas que encierra el Reino de Dios:
Hoy
la liturgia nos presenta tres parábolas distintas.
En
la primera se habla del trigo, como imagen de los buenos, y la cizaña que
representa a los pecadores.
Después
de leer la parábola nos queda sin duda una pregunta: ¿cuál sería la respuesta
del Señor a sus criados si le hubieran dicho que había más cizaña que trigo?
¿Será
esto lo que sucede precisamente en nuestros días?
A
continuación nos habla Jesús de que el Reino se parece a un granito de mostaza.
Es
chiquito pero tiene poder, ya que posee el germen de vida.
Así
es el Reino en cada uno de nosotros, pequeño, pero con la vida divina que se
nos da en el bautismo.
También
nos habla de la levadura en otra comparación, advirtiéndonos que el Reino está
en el mundo para que, en su pequeñez, pueda hacer fermentar entre los hombres
la gracia que es la esencia del Reino.
Es
bueno advertir que los discípulos no preguntan a Jesús cuál es el significado
de estas dos parábolas, posiblemente porque entendieron o pensaron que el Reino
llegaría a un gran esplendor.
Más
difícil les pareció la parábola de la cizaña en la que vieron cómo el Señor
aceptaba la presencia de buenos y malos. Por eso le preguntaron al llegar a
casa.
Los
segadores son los ángeles de Dios que purificarán la humanidad para que solo
vayan a Dios los que tienen el “germen de un buen trigo”, la gracia divina.
Cuando
llegue la plenitud, los ángeles arrancarán de su Reino a todos los corruptores
y malvados.
En
cambio los justos brillarán como el sol en el Reino del Padre.
José
Ignacio Alemany Grau, obispo