En
este primer domingo de cuaresma les invito a leer las tentaciones de Jesús que
nos cuenta San Mateo para que puedan aprovechar mejor esta breve reflexión.
- Génesis
Ahora
algunos, en su orgullo, no quieren que se lea la Biblia. Temen que la Palabra
de Dios los descubra. Lo mismo les sucedió a Adán y Eva.
Ellos,
cabeza de la humanidad, quisieron ser como Dios.
El
Génesis nos habla de ese pecado de orgullo que cometieron nuestros
progenitores.
La
manzana fue una bella comparación para que entendamos el pecado que hay al
fondo de todo:
“¡Serán como dioses!”
Es
la propuesta de satán, el padre de la mentira, como lo definió Jesús.
¡Los
padres engañados desobedecieron a Dios pretendiendo ser como Él!
Y
como Dios es Dios y no miente, cumplió su palabra.
Del
pecado de orgullo brotó la conciencia del mal y se sintieron desnudos y sin
fuerzas para salir a pasear con Dios por el Edén, como era su costumbre cada
tarde.
Así
Adán y Eva acabaron con el paraíso y nos llevaron al destierro con ellos.
Ahora
vemos frecuentemente cómo se repite el mismo pecado y el hombre pretende ser
como Dios, a pesar de no ser más que una pobre criatura limitada.
- Salmo 50
Si
el Señor nos permite conocer la gravedad del pecado nos daremos cuenta de que
solo el ofendido nos podrá perdonar y entonaremos, con el real profeta David,
el Miserere:
“Misericordia, Dios mío, por
tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa… Contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces”.
- Pablo
A
veces nos armamos un lío pensando:
¿Cómo
va a ser posible que por un hombre y una mujer todos vengamos al mundo
heredando una culpa que no hemos cometido?
¿Qué
culpa tenemos?
Con
estos interrogantes en la mente no acabamos de entender tampoco por qué la
muerte y resurrección de Jesús nos va a salvar a todos.
Es
esto lo que aclara San Pablo hoy:
Los
primeros padres eran humanos pero eran también responsables de todos los seres
humanos. Eran solo criaturas que se atrevieron a enfrentarse con Dios y lo
ofendieron.
¡Aquello
fue terrible: un pecado horroroso!
“Llegada la plenitud de los
tiempos” Dios envió a su
Hijo que era como otro cualquiera porque tiene verdadera humanidad pero era, al
mismo tiempo, Dios como el Padre.
Jesús
se sacrificó por todos y mientras padeció como hombre para liberarnos del
pecado mereció infinitamente por ser Dios.
Así
su sacrificio ofrecido por todos, con su valor infinito, nos salvó a todos:
“En resumen, si el delito de
uno trajo la condena de todos, también la justicia de uno traerá la justicia y
la vida”.
- Verso aleluyático
Hace
falta el pan porque somos materia, cuerpo humano.
Pero
no dejemos de lado la Palabra de Dios porque tenemos que alimentar la otra
parte de nuestro ser, el alma:
“No solo de pan vive el
hombre sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios”.
- Evangelio
La
maldad del demonio no es infinita porque él es criatura limitada, pero su
desfachatez y orgullo no tienen medida.
Lo
vemos metido por todas partes, queriendo destruir la obra de Dios.
Así
anda esta pobre sociedad ciega, porque satanás la deslumbra para hacerla caer.
El
colmo, sin embargo, fue que, cuando Dios se encarnó, allá fue el mismísimo para
tentarle.
Y
lo más grave es que con la misma Escritura pretendió hacer caer al Señor.
Pero
Jesús, que vino a enseñarnos, nos ayuda a comprender que con la Palabra de Dios
no se puede jugar.
Tengamos
presente que una mala interpretación hecha con maldad nos puede perder.
Es
preciso conocer bien la Palabra, aprender también lo que nos dice el Magisterio
eclesiástico que Dios regaló a su Iglesia para que no se tuerza en el camino y
caminar felices porque Dios camina con nosotros.
José
Ignacio Alemany Grau, obispo