JESÚS COMIENZA PESCANDO PESCADORES
La liturgia es la manera que tiene la Iglesia, nuestra Madre, de ayudarnos a crecer en la fe.
Uno de los medios más importantes es el año litúrgico.
Como sabemos, está dividido en tres grandes periodos: Navidad con la preparación del adviento; la Pascua con la cuaresma y el periodo más largo que llamamos Tiempo ordinario.
El tiempo ordinario nos habla de lo de cada día, que en realidad es lo que nos permite crecer en todos los sentidos. Las fiestas son impulsos importantes, pero es el tiempo ordinario el que nos permite progresar en la vida del Espíritu.
Algo así sucede en la vida humana.
Durante este periodo que ahora comenzamos la Iglesia nos presenta toda la vida de Jesús con la excepción de los dos grandes acontecimientos ya anotados líneas arriba: navidad y pascua.
Iremos leyendo milagros, enseñanzas, rasgos de su vida, sus amigos, sus enemigos, etc.
Es interesante lo que el lunes pasado hemos leído, el inicio de la carta a los Hebreos, para que entendamos que, si en el pasado Dios habló por los profetas, y de otras muchas maneras, “últimamente nos ha hablado por medio de su Hijo”. A Él solo hemos de seguir.
Como el primer domingo celebramos el Bautismo de Jesús, en este segundo vemos cómo empieza Jesucristo a buscar los primeros apóstoles para que le acompañen en la evangelización.
Comienza pescando pescadores, como veremos en los próximos días.
Profundicemos la liturgia de hoy:
* Salmo responsorial
Vemos la actitud de Cristo ante el Padre al llegar a este mundo.
Será bueno que la tengamos en cuenta toda nuestra vida porque Jesús pone su entendimiento y voluntad en las manos de Dios, diciendo:
“Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”.
Precisamente la primera oración colecta del tiempo ordinario nos presentó esta misma idea pidiendo “una luz para conocer tu voluntad y fuerza para realizarla”.
Hermosa lección.
*Primera lectura
Nos habla de Samuel, el pequeño Samuel nacido como fruto de la oración de Ana, su madre que era estéril.
Tres veces repite el joven “aquí estoy”, que son las mismas palabras de Jesús al venir al mundo y de María al aceptar el plan de Dios en su vida.
Samuel, el primer profeta escogido por Dios, con la sencillez del niño, va tres veces en plena noche ante el sacerdote Elí, respondiendo a su supuesto llamado.
Al final, el pequeño se pone en comunicación con Dios con estas simples palabras que le dictó el mismo sacerdote:
“Habla, Señor, que tu siervo te escucha”.
*Segunda lectura
San Pablo nos recuerda que no nos pertenecemos a nosotros mismos:
“No os poseéis en propiedad, porque os han comprado pagando un precio por vosotros”.
Es Cristo quien pagó con su vida, para que podamos obtener la libertad que nos quitó el pecado. Por eso el mismo apóstol dice:
“¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo?… Él habita en vosotros porque lo habéis recibido de Dios”.
Amigo, si somos de Dios, ¡que se note!
Una manera de conseguirlo será glorificar a Dios no sólo con nuestra alma sino también con nuestro cuerpo: “Glorificad a Dios con vuestro cuerpo”.
*Evangelio
El evangelista del ciclo B es Marcos, pero como ya hemos dicho el Evangelio de Juan nos lo va ofreciendo la liturgia a través de los tres ciclos.
Hoy es precisamente Juan quien nos cuenta cómo Jesús empieza a reunir a los apóstoles y cómo Él los toma de los propios discípulos de Juan.
Juan Bautista es el maestro. Tiene su grupo.
Les había hablado mucho del Mesías. Y un buen día “fijándose en Jesús que pasaba, dice: “Éste es el Cordero de Dios”.
De esta manera tan sencilla Juan pasa sus discípulos a Jesús.
En efecto, los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús:
“Jesús se vuelve… y pregunta: ¿qué buscáis?
Ellos le contestaron: Rabí, ¿dónde vives?”
Jesús les invita y se quedan con Él todo el día.
Hay un detalle muy hermoso que cuenta el propio Juan con estas palabras:
“Serían las cuatro de la tarde”.
Sin duda es un detalle de amor.
El otro discípulo era Andrés que se fue derecho a su hermano Simón para decirle: “hemos encontrado al Mesías que significa Cristo. Y lo llevó a Jesús”. Jesús lo acoge y le cambia el nombre de Simón por el de Pedro, que significa “piedra”.
Otra hermosa lección para nosotros que si queremos evangelizar debemos imitar a Jesús entusiasmando a otras personas para que puedan descubrirlo y darlo a conocer.
José Ignacio Alemany Grau, obispo