LA REVOLUCIÓN DE LA TERNURA
Sión es como el corazón del pueblo de Israel.
La Biblia personifica y hace hablar muchas veces tanto a Jerusalén como a Sión.
Las palabras que pone en labios de la ciudad (Jerusalén) o de la ciudadela (Sión) es lo que piensa el pueblo de Israel.
Hoy Isaías recuerda esta queja del pueblo a Dios:
“Me ha abandonado el Señor, mi dueño me ha olvidado”.
Esto nos pasa muchas veces a los hombres. A veces nos quejamos del padre, de la madre y de otras personas cercanas y decimos que no nos quieren, que no se preocupan...
También nos quejamos de Dios en oportunidades duras de la vida: Dios no me quiere, no me escucha.
En el fondo nos pasa lo que a Israel, pero no es Dios el que abandona a su pueblo es éste el que abandona a Dios. Y el Señor, ayer como hoy, con su bondad infinita nos contesta:
“¿Es que puede una madre olvidarse de su criatura, no conmoverse por el hijo de sus entrañas? Pues aunque ella se olvide, yo no te olvidaré”.
A la luz de estas palabras el salmo responsorial nos invita a confiar plenamente en Dios:
“Descansa sólo en Dios, alma mía”.
Y en ese mismo salmo (61) encontramos los motivos para ello:
“Sólo en Dios descansa mi alma porque de Él viene mi salvación. Solo Él es mi roca y mi salvación, mi alcázar: no vacilaré… Él es mi esperanza…Dios es mi refugio. Pueblo suyo confía en Él. Desahoga ante Él tu corazón”.
Pero la gran revolución de la ternura de Dios llega con la encarnación del Verbo en el Nuevo Testamento. El Papa Francisco nos dice:
“El Hijo de Dios, en su encarnación, nos invitó a la revolución de la ternura”.
Pero sigamos ahora con las lecturas del día.
Pablo se fía de Dios y pone en Él su confianza. No quiere que lo juzgue nadie. Ni él mismo se juzga:
“Mi juez es el Señor”.
Y en el Evangelio encontramos un verdadero poema a la paternidad de Dios.
Leyéndolo nos parece oír estas palabras de Santa Teresita al redentorista hermano Van:
“No tengas miedo a Dios, no sabe más que amar”.
Yo les invito a leer y a releer estos versículos 24 a 34 del capítulo 6 de san Mateo.
En primer lugar Jesús nos da un sabio consejo. Él conoce muy bien que los hombres andamos detrás del dinero.
Se puede decir que el dinero es el ídolo de esta sociedad corrupta que quiere alejarse de Dios.
Por eso, como buen amigo, Jesús nos advierte:
“Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro... No podéis servir a Dios y al dinero”.
Y luego nos invita a poner toda nuestra confianza en Dios cuya ternura está reflejada en este párrafo. Él quiere que vivamos como hijos pequeños que se fían plenamente de su padre. En efecto, el niño está seguro del cuidado y cariño de su padre.
“No estéis agobiados por la vida pensando qué vais a comer o a beber ni por el cuerpo pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento y el cuerpo que el vestido?”.
Entonces Jesús, señalando a su público el bello paisaje de sembríos y pájaros advierte:
“Mirad a los pájaros. No siembran ni siegan ni almacenan y vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos?”.
Después habla Jesús de las preocupaciones por el vestido y, señalando de nuevo el campo, les dice:
“Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan y os digo que ni Salomón en todo su poder estaba vestido como uno de ellos. Pues si a la hierba que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe?”.
Y Jesús invitándonos a entrar en los detalles de la ternura de Dios, concluye:
“Buscad el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura”.
Con esto no quiere decir Jesús que debemos descuidar nuestras obligaciones y trabajo pero sí que la preocupación, es decir la primera ocupación, debe ser fiarnos de Dios y construir su reino.
Es el Papa Francisco el que en nuestro tiempo nos está invitando a fiarnos de Dios.
Son muchas las veces en que nos invita a entrar en esta revolución que ha creado en el mundo la ternura de Dios y que lejos de pensar que la ternura disminuye nuestra valentía comprendamos que es todo lo contrario, ya que no es fácil vivir el amor hasta la ternura, en un ambiente donde parece que el odio quiere dominar todo.
Terminemos meditando algunas palabras que últimamente nos ha dicho el Papa Francisco sobre la ternura que nos enseña nuestro Padre Dios:
“Si en nuestro corazón no existe el calor de Dios, de su amor, de su ternura, ¿cómo podemos nosotros, pobres pecadores, enardecer el corazón de los demás? ¡Piensen en esto, eh!”.
“Cuando un niño tiene una pesadilla, se despierta, llorando... el papá va y le dice no tengas miedo… no tengas miedo. Yo estoy aquí, aquí. Así habla el Señor. ‘No tengas miedo, gusano de Jacob, larva de Israel'. El Señor tiene esta forma de hablar: se acerca… “Y entonces, el papá y la mamá también dicen cosas un poco ridículas al niño: '¡Mi amor, mi juguete ...' , y todas esas cosas. El Señor dice: 'Gusanito de Jacob', ' eres como un gusano para mí, una cosita pequeña, pero te quiero mucho'. Este es el lenguaje de Dios, el lenguaje del amor de padre, de madre. ¿Palabra del Señor? Si, escuchemos lo que nos dice. Pero también veamos cómo lo dice: y nosotros debemos hacer aquello que hace el Señor, hacer aquello que dice y hacerlo como lo dice: con amor, con ternura, con esa condescendencia hacia los hermanos”.
“Aprendamos a descansar en la ternura de los brazos del Padre en medio de la entrega creativa y generosa”.
José Ignacio Alemany Grau, obispo