27 de marzo de 2013

Domingo de Pascua de Resurrección

EXPLOSIÓN DE GOZO PASCUAL 

La Pascua es una explosión de gozo que debemos compartir con la liturgia. 

Bastaría imaginar que muere uno de los esposos que se han querido tanto, y, de pronto, el muerto a quien lloró, se le presenta vivo y feliz. 

Eso pasó con Jesús. El mismo Jesús que vivió aquí en la tierra hace unos dos mil años y lo mataron, es el que resucitó. 

El Resucitado y el que pasó por la tierra es el mismo y ésta es la gran verdad de fe que nos permite celebrar una fiesta sin engaño. 

En su concisión y sencillez, los evangelios cuentan cómo, poco a poco, fueron destruyendo el cuerpo de Cristo con la corona de espinas, la terrible flagelación, los clavos, la cruz y todavía una lanzada que le abrió el corazón, por si quedaba algo de vida, y de allí brotó sangre y agua abundante. 

A este Señor, ciertamente muerto, lo enterraron pero como además de hombre era Dios, resucitó. 

La prueba de la resurrección de Cristo fundamentalmente es doble: 

El sepulcro vacío y las apariciones. 

Del sepulcro vacío son testigos los soldados que salieron corriendo cuando se dio el pequeño terremoto. 

Las mujeres que fueron a embalsamar el cuerpo de Jesús, Pedro, Juan y luego los demás apóstoles que, sin duda, fueron a constatar esta maravillosa realidad. 

Junto al sepulcro vacío, tenemos además la prueba de las apariciones contadas, con toda sencillez por los mismos apóstoles y otros personajes. 

En torno a las apariciones tenemos unas breves palabras que compartimos para ayudarnos en esta reflexión. 

* Alegraos. 

Es la primera palabra de Jesús. La dijo a las mujeres que, movidas por la caridad iban a embalsamar su cuerpo. En fin de cuentas fueron las más sacrificadas y valientes y las primeras en llegar al sepulcro con la aurora. No podía haber mejor regalo de Jesús para ellas que la alegría y el gozo de volver a verlo. 

* No os asustéis. 

Lo dice el ángel a las mujeres. 

Frente a lo sobrenatural, brotan en nosotros muchos sentimientos y, posiblemente, uno de los más fuertes es el temor. 

Para los antiguos, incluso, la cercanía a lo sobrenatural les hacía pensar que iban a morir, como leemos en muchos textos bíblicos. 

* No tengáis miedo. 

Estas palabras de Jesús han fortalecido multitud de corazones. 

Juan Pablo II nos las repitió muchas veces porque no debemos tener miedo nunca a Dios. Solamente debemos temer perderlo. 

* ¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? 

Es una manía frecuente entre los hombres. Buscar las cosas donde no están. 

Buscar en la Pascua al Resucitado entre los muertos, no tiene ningún sentido porque: 

* No está aquí. 

El sepulcro estaba ya vacío y las mujeres con amor, temblor y curiosidad pudieron comprobarlo. 

Jesús había dejado sólo unas reliquias (el sudario y los lienzos) para la historia y para el amor. 

* Ha resucitado. 

Con estas palabras queda completo el mensaje. 

Jesús, amor de la Iglesia, está vivo y dispuesto a cumplir su palabra: “Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”. 

Esta es la razón de ser de nuestra fe en la historia de la salvación y en el plan misericordioso de Dios para con todos nosotros. 

Por eso podemos aceptar los sacrificios de todo tipo, la enfermedad y la muerte misma, porque el Verbo se encarnó para sacrificarse y luego resucitar, por nosotros y con nosotros, para llevarnos así a “la casa del Padre donde hay muchas moradas”. 

* ¿Por qué lloras? 

Son las dulces y consoladoras palabras de Jesús para la Magdalena que llora desesperadamente en el huerto, cuando las otras mujeres ya habían recibido el mensaje del Señor. 

María Magdalena lloraba y su llanto estaba justificado. 

Vale la pena llorar cuando se pierde a Cristo. 

Ella creyó que lo había perdido para siempre y por eso su alegría fue incontenible. 

Jesús le confió el mensaje, lo mismo que había hecho con las otras mujeres para que comenzara a rodar por los siglos la gran noticia: 

¡Jesucristo ha resucitado! 

José Ignacio Alemany Grau, obispo