¡SÍ HAY PAN!... ¡FALTA HAMBRE!
En nuestras reflexiones estamos en la fe. Desde ella compartimos las enseñanzas de hoy.
En la Biblia encontramos el regalo de Dios en el pan material (por pan se entiende los alimentos que necesitamos)y en el pan espiritual que nos regala la providencia divina.
Hoy vemos cómo Dios nos cuida a través del pan de cada día.
Comencemos recordando unos textos que nos hablan de cómo Dios cuida y alimenta a sus criaturas:
El salmo 145 nos dice: “Los ojos de todos te están aguardando, tú les das la comida a su tiempo; abres tú la mano y sacias de favores a todo viviente”.
En el 104, leemos: “Todos aguardan a que les eches comida a su tiempo. Se la echas y la atrapan; abres tu mano y se sacian de bienes”.
También en el salmo 110: “Él da alimento a sus fieles recordando su santa alianza”.
Por su parte San Mateo nos enseña: “No andéis agobiados pensando qué vais a comer o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los paganos se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso”.
Sin embargo, siempre hay momentos especiales en los que se hace patente esa providencia de Dios.
Hoy el II Libro de los Reyes nos cuenta cómo Eliseo, que a mi modo de ver es el profeta del Antiguo Testamento que hizo más milagros, multiplicó los panes.
Un buen día llega un hombre con las primicias que manda la ley. Trae veinte panes de cebada. El profeta le dice:
- “Dáselos a la gente, que coman.
El criado se asusta y le dice:
- ¿Qué hago yo con esto para cien personas?
Eliseo insiste:
- Dáselos a la gente, que coma. Porque así dice el Señor: comerá y sobrará”.
Comieron, se hartaron y sobró.
Seguramente que tú, amigo lector, estás pensando que Jesucristo hizo un milagro más grande. Precisamente éste es el milagro que nos va a contar hoy San Juan.
Conviene que adviertas que San Marcos, el compañero del ciclo B, se ha tomado unos días de vacaciones para dejar paso al cuarto evangelista, en su capítulo 6.
Hay una multitud.
Los apóstoles preguntan a Jesús qué van a hacer con ellos. Están hambrientos y en descampado.
Según los cálculos humanos, con doscientos denarios no habría ni un pedazo de pan para cada uno.
Andrés, un poco más práctico, le dice a Jesús:
“Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero, ¿qué es eso para tantos?
Jesús manda: decid a la gente que se siente en el suelo”.
Precioso lugar, cerca del lago, en la fértil Galilea. Verdor y frescura en el atardecer.
Sólo hombres eran unos cinco mil los que se sentaron en el suelo.
“Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado.
Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie.
Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron de lo que habían comido”.
Ante tanto regalo de Dios, el salmo nos invita a repetir: “abres tú la mano, Señor, y nos sacias”.
Por su parte el versículo del aleluya nos recuerda las palabras de San Lucas (7,16): “Un gran profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo”. Esto coincide exactamente con el comentario con el que San Juan termina el relato del Evangelio de hoy: “Éste sí que es el profeta que tenía que venir al mundo”.
San Pablo nos da unos consejos muy prácticos,para que vivamos la vocación bautismal que hemos recibido todos.
Será bueno que meditemos cómo llevamos sus palabras a nuestra vida:“Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor.
Esforzaos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz.
Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo.
Un Dios, Padre de todos, que lo trasciende todo y lo penetra todo y lo invade todo”.
Jesús se va hoy con un secreto en el alma, un secreto de amor que se queda para la próxima semana.
***
Termino deseándoles a todos lo mejor en estos días de Fiestas Patrias y enviándoles un gran abrazo:
¡FELIZ 28! ¡FELICES FIESTAS PATRIAS!
26 de julio de 2012
19 de julio de 2012
XVI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
DIFERENCIA
ENTRE PASTOR Y pastores
Comencemos aclarando
quién es el Buen Pastor y quiénes son los pastores.
El Pastor es
uno solo. Es el dueño del rebaño. A Él le pertenecen las ovejas por derecho, (porque
es Dios) y por conquista (porque nos ha redimido con su sangre). ¡Es
Jesucristo!
Es el Buen
Pastor que nos presenta una vez más el salmo responsorial:
“El Señor es mi pastor, nada me falta. En verdes
praderas me hace recostar, me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis
fuerzas”.
¡Cuánto le
gusta al pueblo de Dios este hermoso desahogo del salmista que le ayuda a
rezar!
Jesús, por su
parte, en el capítulo 10 de San Juan, nos dará más detalles sobre este Buen
Pastor. Él añade una gozosa afirmación que recuerda el versículo aleluyático: “Mis ovejas escuchan mi voz y yo las conozco
y ellas me siguen”.
¿Tú conoces a
Jesús y le sigues de cerca, para que no te falte ni su amor ni tu alimento?
Por otra parte
están los “pastores”. Estos se dividen en dos grandes grupos.
Los pastores
buenos que se sacrifican por el rebaño, imitando en lo que pueden, al Buen
Pastor y con conciencia de que ellos nos
son los dueños.
Y los malos
pastores que, creyéndose los dueños, se aprovechan de las ovejas y las
maltratan.
Habido esto en
cuenta, vamos a ver cómo presenta resalta hoy la liturgiaa los malos pastores
en la profecía de Jeremías y cómo nos presenta a Jesús, el Pastor de nuestras
almas, según San Pablo en la carta a los Efesios y nuestro compañero Marcos en
el Evangelio de hoy.
Meditemos en
Jeremías la descripción y amenazas a los malos pastores de entonces y también a
los de hoy (que por desgracia los hay):
“Ay de los pastores que dispersan y dejan perecer
las ovejas de mi rebaño…
Así dice el Señor:
A los pastores que pastorean a mi pueblo: vosotros
dispersasteis mis ovejas, las expulsasteis, no las guardasteis; pues yo os
tomaré cuentas por la maldad de vuestras acciones…”.
A continuación
el Buen Pastor manifiesta su gran preocupación por las ovejas y se compromete a
protegerlas reuniéndolas de nuevo y dándoles pastores buenos:
“Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas. De todos
los países a donde las expulsé. Y las volveré a traer a sus dehesas para que
crezcan y se multipliquen. Les pondré pastores que las pastoreen”.
De esta manera
las ovejas serán felices, estarán seguras y ya no tendrán miedo ni se
espantarán y ninguna se perderá.
San Pablo, en
la carta a los Efesios, nos dice que, gracias al sacrificio del Buen Pastor,“ahora estáis en Cristo Jesús. Ahora, por la
sangre de Cristo, estáis cerca los que antes estabais lejos. Él es nuestra paz…
Él ha hecho de los dos pueblos una sola cosa, derribando con su carne el muro
que los separaba y reconcilió a los dos pueblos uniéndolos en un solo cuerpo
mediante la cruz”.
Gracias a Él “unos y otros podemos acercarnos al Padre
con un mismo Espíritu”.
El Evangelio
de San Marcoses el mismo capítulo del domingo pasado en el que leímos cómo
debían actuar los apóstoles en la misión.
Ahora regresan, se reúnen con Jesús,
hacen una hermosa “evaluación” contándole el éxito de su trabajo apostólico. Después
de esto el Buen Pastor les invita al descanso:
“Venid vosotros solos a un sitio tranquilo para descansar un poco”.
“Venid vosotros solos a un sitio tranquilo para descansar un poco”.
Pero pronto
volvió a reunirse la multitud y a Jesús “le
dio lástima de ellos porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a
enseñarles con calma”.
Una de
lascaracterísticas más bellas del Buen Pastor es, precisamente, este
sentimiento que manifiesta San Marcos. Jesús, que cuida a los apóstoles para
que se conviertan en sucesores suyos cuando se vaya al cielo, no descuida nunca
a las multitudes hambrientas de Dios.
Su apreciación
dolorosa es ésta: “andan como ovejas sin
pastor”. Y como Él es el Pastor y el dueño del rebaño, se desvive por la
multitud hasta dar la vida por todos.
Amigo, ¿te
sientes feliz en el rebaño de Cristo? ¡Es su Iglesia!
¿Conoces y
sigues siempre la voz de tu Pastor y la de los buenos pastores que lo
representan?
12 de julio de 2012
XV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
LOS OJOS DE NUESTRO CORAZÓN
El verso aleluyático de hoy dice así:
“El Padre de nuestro Señor Jesucristo ilumine los ojos de nuestro corazón para que comprendamos cuál es la esperanza a la que nos llama”.
Vamos a adentrarnos en las distintas enseñanzas de hoy para que con la luz de Dios los ojos de nuestro corazón descubran cómo en realidad Jesucristo es el mayor evangelizador que colmó con creces nuestra esperanza de salvación:
¡Jesucristo es lo máximo!
La primera lectura nos habla de Amós a quien el Señor escogió como uno de sus profetas.
Amós era un hombre humilde que habló así al sacerdote de la casa de Dios cuando lo expulsó de Israel despreciando sus mensajes: “Yo no soy profeta ni hijo de profeta sino pastor y cultivador de higos.
El Señor me sacó de junto al rebaño y me dijo: “Ve y profetiza a mi pueblo Israel”.
Pues este hombre, que se reconoce pastor y no profeta, le dio a Israel importantes profecías que encerraban un severo castigo debido a las graves idolatrías que habían cometido. A su manera los evangeliza, proclamando el plan de Dios sobre Israel, invitándolo a la conversión.
Jesús en el Evangelio da buenos consejos a sus apóstoles para que vayan a evangelizar.
Mateo es más extenso en su relación, pero Marcos, nuestro compañero del ciclo B, los expone aquí también, aunque de una manera más escueta.
En primer lugar Jesús los envía de dos en dos para que su testimonio tenga más valor, según expresión del Antiguo Testamento y según la fraternidad que proclamó Jesús.
También les da autoridad sobre los espíritus inmundos.
Por otra parte, les pide desprendimiento: “no lleven para el camino nada más que un bastón; ni pan ni alforja, ni dinero”.
También les pide que lleven sandalias pero no han de llevar una túnica de repuesto y es que la pobreza debe ser uno de los distintivos del misionero de Cristo.
Les advierte además:
“Quedaos en la casa donde entréis hasta que os vayáis de aquel sitio.
Si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudid el polvo de los pies para probar su culpa”.
Nos consta, por el mismo Evangelio, que hicieron milagros de todo tipo y volvieron felices a contarle a Jesús el resultado de su misión.
A través de estos consejos, Jesús nos enseña cómo debe ser el que lleva la buena noticia de Dios a los hombres:
Sin seguridades humanas, sin obligar a nadie, sino respetando su libertad y al mismo tiempo resaltando el valor que tiene el Evangelio.
Junto a la humildad de Amós y estos consejos para los apóstoles, encontramos hoy la lección de Pablo a los Efesios, donde nos describe todas las bendiciones que el Dios eterno ha querido darnos a través del gran evangelizador, Jesús:
En su Personahemos sido elegidos por Dios para que sepamos que debemos ser “santos e irreprochables ante Él por el amor”.
También Dios “nos ha destinado en la persona de Cristo”(sin ningún merecimiento nuestro sino)“por pura iniciativa suya a ser sus hijos”.
Por Jesús, “por su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados”.
El fruto de su entrega es nuestra salvación.
De verdad, si lo meditamos bien, podemos decir que “el tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia ha sido un derroche para con nosotros, dándonos a conocer el misterio de su voluntad”.
Y tengamos en cuenta que todo cuanto ha hecho Jesús y cuanto debemos hacer nosotros, ha de ser siempre para gloria del único Dios y Señor que nos ha salvado y redimido.
Cuando uno recibe un tesoro es responsable de él. Nosotros también somos responsables del tesoro que hemos recibido de Dios por Cristo.
Tenemos el Evangelio de nuestra salvación y estamos seguros de que hemos sido marcados por Cristo con el Espíritu Santo y este tesoro debemos compartirlo con los demás.
No olvidemos, pues, nunca a este Espíritu del Padre y del Hijo que es la prenda de nuestra herencia. Y sabemos que nuestra herencia es Dios y la compartimos con Cristo nuestro hermano mayor.
Finalmente recordemos que la salvación nos viene siempre del Padre Dios a través de Cristo en el Espíritu Santo.
Una vez másnuestra vida y nuestra misión tienen origen trinitario y que nuestra vida sólo tiene una meta: Dios.
El verso aleluyático de hoy dice así:
“El Padre de nuestro Señor Jesucristo ilumine los ojos de nuestro corazón para que comprendamos cuál es la esperanza a la que nos llama”.
Vamos a adentrarnos en las distintas enseñanzas de hoy para que con la luz de Dios los ojos de nuestro corazón descubran cómo en realidad Jesucristo es el mayor evangelizador que colmó con creces nuestra esperanza de salvación:
¡Jesucristo es lo máximo!
La primera lectura nos habla de Amós a quien el Señor escogió como uno de sus profetas.
Amós era un hombre humilde que habló así al sacerdote de la casa de Dios cuando lo expulsó de Israel despreciando sus mensajes: “Yo no soy profeta ni hijo de profeta sino pastor y cultivador de higos.
El Señor me sacó de junto al rebaño y me dijo: “Ve y profetiza a mi pueblo Israel”.
Pues este hombre, que se reconoce pastor y no profeta, le dio a Israel importantes profecías que encerraban un severo castigo debido a las graves idolatrías que habían cometido. A su manera los evangeliza, proclamando el plan de Dios sobre Israel, invitándolo a la conversión.
Jesús en el Evangelio da buenos consejos a sus apóstoles para que vayan a evangelizar.
Mateo es más extenso en su relación, pero Marcos, nuestro compañero del ciclo B, los expone aquí también, aunque de una manera más escueta.
En primer lugar Jesús los envía de dos en dos para que su testimonio tenga más valor, según expresión del Antiguo Testamento y según la fraternidad que proclamó Jesús.
También les da autoridad sobre los espíritus inmundos.
Por otra parte, les pide desprendimiento: “no lleven para el camino nada más que un bastón; ni pan ni alforja, ni dinero”.
También les pide que lleven sandalias pero no han de llevar una túnica de repuesto y es que la pobreza debe ser uno de los distintivos del misionero de Cristo.
Les advierte además:
“Quedaos en la casa donde entréis hasta que os vayáis de aquel sitio.
Si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudid el polvo de los pies para probar su culpa”.
Nos consta, por el mismo Evangelio, que hicieron milagros de todo tipo y volvieron felices a contarle a Jesús el resultado de su misión.
A través de estos consejos, Jesús nos enseña cómo debe ser el que lleva la buena noticia de Dios a los hombres:
Sin seguridades humanas, sin obligar a nadie, sino respetando su libertad y al mismo tiempo resaltando el valor que tiene el Evangelio.
Junto a la humildad de Amós y estos consejos para los apóstoles, encontramos hoy la lección de Pablo a los Efesios, donde nos describe todas las bendiciones que el Dios eterno ha querido darnos a través del gran evangelizador, Jesús:
En su Personahemos sido elegidos por Dios para que sepamos que debemos ser “santos e irreprochables ante Él por el amor”.
También Dios “nos ha destinado en la persona de Cristo”(sin ningún merecimiento nuestro sino)“por pura iniciativa suya a ser sus hijos”.
Por Jesús, “por su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados”.
El fruto de su entrega es nuestra salvación.
De verdad, si lo meditamos bien, podemos decir que “el tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia ha sido un derroche para con nosotros, dándonos a conocer el misterio de su voluntad”.
Y tengamos en cuenta que todo cuanto ha hecho Jesús y cuanto debemos hacer nosotros, ha de ser siempre para gloria del único Dios y Señor que nos ha salvado y redimido.
Cuando uno recibe un tesoro es responsable de él. Nosotros también somos responsables del tesoro que hemos recibido de Dios por Cristo.
Tenemos el Evangelio de nuestra salvación y estamos seguros de que hemos sido marcados por Cristo con el Espíritu Santo y este tesoro debemos compartirlo con los demás.
No olvidemos, pues, nunca a este Espíritu del Padre y del Hijo que es la prenda de nuestra herencia. Y sabemos que nuestra herencia es Dios y la compartimos con Cristo nuestro hermano mayor.
Finalmente recordemos que la salvación nos viene siempre del Padre Dios a través de Cristo en el Espíritu Santo.
Una vez másnuestra vida y nuestra misión tienen origen trinitario y que nuestra vida sólo tiene una meta: Dios.
5 de julio de 2012
XIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
LAS PERSECUCIONES DEL EVANGELIZADOR
“Un buen día dijo Pedro a Jesús: Ya ves; nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar? Jesús le dijo que… todo el que por mí deja casa, hermanas o hermanos, padre o madre, hijos o tierras, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna”.
Normalmente pensamos que esto es todo lo que Jesús promete al evangelizador, según San Mateo, y olvidamos uno de los detallitos en los que abunda el Evangelio de Marcos.
Él, al repetir esta promesa,completa así:
“Recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más (casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras con persecuciones) y en la edad futura vida eterna”.
Por si acaso alguno prefiere a Mateo y piensa que le basta con las recompensas y no necesita de las persecuciones, veamos lo que nos enseña la liturgia del día.
En primer lugar Ezequiel cuenta lo que le dijo el Espíritu:
“Hijo de Adán, yo te envío a los israelitas, a un pueblo rebelde que se ha revelado contra mí. Sus padres y ellos me han ofendido hasta el presente día. También los hijos son testarudos y obstinados; a ellos te envío para que les digas: “Esto dice el Señor”. Ellos, te hagan caso o no te hagan caso, pues son un pueblo rebelde, sabrán que hubo un profeta en medio de ellos”.
Como se ve fácilmente, no es un panorama muy agradable el que Dios pone ante el gran Ezequiel.
Por su parte San Pablo, que estaba feliz porque el Evangelio se iba anunciando por todas partes, nos advierte también que no es en las alabanzas y en la aceptación de todos donde está el éxito apostólico.
Él nos cuenta que “para que no tenga soberbia, me han metido una espina en la carne: un ángel de satanás que me apalea para que no sea soberbio”.
El apóstol explica que le molesta esa tentación (que en realidad no sabemos en qué consistió) y por eso “tres veces he pedido al Señor verme libre de él; y me ha respondido:
Te basta mi gracia; la fuerza se realiza en la debilidad”.
San Pablo, buen trabajador en laviña de Jesús, era muy sacrificado y humilde, por eso asimiló la lección hasta afirmar “muy a gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo”.
Por eso enseña que él vive feliz en medio de insultos, persecuciones y toda clase de privaciones porque ya encontró la solución y, al ofrecer todo por Cristo,las debilidades lo hacen más fuerte.
Hoy también San Marcos nos dice que a Jesús, el mayor evangelizador de todos, se le ocurrió ir a su pueblo a predicar y la reacción de la gente fue: ¿qué nos va a enseñar éste que es del pueblo?… “¡Es el hijo de José el carpintero y de María. Sus primos Santiago, José, Judas y Simón y sus primas son bien conocidas en el pueblo!”.
Es claro que si ellos se escandalizaban porque uno de Nazaretpudiera saber tanto, la reacción de Jesús era totalmente distinta. Le daba pena su falta de fe. Se lamentó porque no pudo hacer allí ningún milagro y se fue con esa amargura que deja la decepción, diciendo:
“No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa”.
Nuestra reacción frente a la persecución que vivieron los evangelizadores de otros tiempos y que hoyse repite de una u otra forma, tiene un cauce bíblico. Nos lo da el salmo responsorial.
Ante una situación similar el salmista nos invita a repetir:
“Nuestros ojos están en el Señor, esperando su misericordia.
Misericordia, Señor, misericordia, que estamos saciados de desprecios; nuestra alma está saciada del sarcasmo de los satisfechos, del desprecio de los orgullosos”.
No sé qué les habrá parecido la lección de este domingo. Nos la da la Palabra de Dios que por tener un valor infinito se puede entender desde muchos puntos de vista, pero de todas formas no deja de ser ciertolo que hemos comentado.
Hoy vemos cómo se tergiversan las palabras del Papa y cuántas veces de una u otra forma se le ataca. De la misma manera vemos a muchos obispos, sacerdotes y evangelizadores perseguidos de diversas formas.
Para todos, la mejor reacción es la que tuvo San Pablo:
“Muy a gusto presumo de mis debilidades porque así residirá en mí la fuerza de Cristo".
“Un buen día dijo Pedro a Jesús: Ya ves; nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar? Jesús le dijo que… todo el que por mí deja casa, hermanas o hermanos, padre o madre, hijos o tierras, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna”.
Normalmente pensamos que esto es todo lo que Jesús promete al evangelizador, según San Mateo, y olvidamos uno de los detallitos en los que abunda el Evangelio de Marcos.
Él, al repetir esta promesa,completa así:
“Recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más (casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras con persecuciones) y en la edad futura vida eterna”.
Por si acaso alguno prefiere a Mateo y piensa que le basta con las recompensas y no necesita de las persecuciones, veamos lo que nos enseña la liturgia del día.
En primer lugar Ezequiel cuenta lo que le dijo el Espíritu:
“Hijo de Adán, yo te envío a los israelitas, a un pueblo rebelde que se ha revelado contra mí. Sus padres y ellos me han ofendido hasta el presente día. También los hijos son testarudos y obstinados; a ellos te envío para que les digas: “Esto dice el Señor”. Ellos, te hagan caso o no te hagan caso, pues son un pueblo rebelde, sabrán que hubo un profeta en medio de ellos”.
Como se ve fácilmente, no es un panorama muy agradable el que Dios pone ante el gran Ezequiel.
Por su parte San Pablo, que estaba feliz porque el Evangelio se iba anunciando por todas partes, nos advierte también que no es en las alabanzas y en la aceptación de todos donde está el éxito apostólico.
Él nos cuenta que “para que no tenga soberbia, me han metido una espina en la carne: un ángel de satanás que me apalea para que no sea soberbio”.
El apóstol explica que le molesta esa tentación (que en realidad no sabemos en qué consistió) y por eso “tres veces he pedido al Señor verme libre de él; y me ha respondido:
Te basta mi gracia; la fuerza se realiza en la debilidad”.
San Pablo, buen trabajador en laviña de Jesús, era muy sacrificado y humilde, por eso asimiló la lección hasta afirmar “muy a gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo”.
Por eso enseña que él vive feliz en medio de insultos, persecuciones y toda clase de privaciones porque ya encontró la solución y, al ofrecer todo por Cristo,las debilidades lo hacen más fuerte.
Hoy también San Marcos nos dice que a Jesús, el mayor evangelizador de todos, se le ocurrió ir a su pueblo a predicar y la reacción de la gente fue: ¿qué nos va a enseñar éste que es del pueblo?… “¡Es el hijo de José el carpintero y de María. Sus primos Santiago, José, Judas y Simón y sus primas son bien conocidas en el pueblo!”.
Es claro que si ellos se escandalizaban porque uno de Nazaretpudiera saber tanto, la reacción de Jesús era totalmente distinta. Le daba pena su falta de fe. Se lamentó porque no pudo hacer allí ningún milagro y se fue con esa amargura que deja la decepción, diciendo:
“No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa”.
Nuestra reacción frente a la persecución que vivieron los evangelizadores de otros tiempos y que hoyse repite de una u otra forma, tiene un cauce bíblico. Nos lo da el salmo responsorial.
Ante una situación similar el salmista nos invita a repetir:
“Nuestros ojos están en el Señor, esperando su misericordia.
Misericordia, Señor, misericordia, que estamos saciados de desprecios; nuestra alma está saciada del sarcasmo de los satisfechos, del desprecio de los orgullosos”.
No sé qué les habrá parecido la lección de este domingo. Nos la da la Palabra de Dios que por tener un valor infinito se puede entender desde muchos puntos de vista, pero de todas formas no deja de ser ciertolo que hemos comentado.
Hoy vemos cómo se tergiversan las palabras del Papa y cuántas veces de una u otra forma se le ataca. De la misma manera vemos a muchos obispos, sacerdotes y evangelizadores perseguidos de diversas formas.
Para todos, la mejor reacción es la que tuvo San Pablo:
“Muy a gusto presumo de mis debilidades porque así residirá en mí la fuerza de Cristo".
Suscribirse a:
Entradas (Atom)