NUESTRO DIOS ES PODEROSO
A través de las lecturas de hoy la Iglesia nos enseña el poder de Dios y su
misericordia infinita.
El libro de Job nos habla del Dios poderoso tan preciosamente y con
tanta poesía que no quiero limitarme a transcribir los versículos de la primera
lectura de hoy, sino que añado otros del mismo capítulo. Me encanta cómo nos
describe el poder el Creador:
“¿Quién cerró el mar con una
puerta, cuando escapaba impetuoso de su seno, cuando le puse nubes por mantillas
y nubes tormentosas por pañales, cuando le establecí un límite poniendo puertas
y cerrojos, y le dije: “Hasta aquí llegarás y no pasarás; aquí se romperá la
arrogancia de tus olas?”
(Así es la obra de Dios y toda la naturaleza obedece sus leyes. Sólo el
hombre, abusando del don de la libertad que Dios le dio, se rebela contra Él).
Será bueno que las personas que no creen en Dios respondan a las
preguntas que el mismo Todopoderoso le hace a Job.
Admiremos la belleza y profundidad de estas otras:
¿Has entrado en los silos de la
nieve y observado los graneros del granizo?
¿Por dónde se dispersa el
relámpago, por dónde se difunde el viento del este?
¿Tiene padre la lluvia? ¿Quién
engendra el rocío?
¿Conoces las leyes del cielo y
las haces cumplir en la tierra?
¿Tienes de mensajeros a los rayos
que vienen y te dicen: ¡a sus órdenes!?
¿Quién prepara al cuervo su
comida?”
En el Evangelio también vemos el poder de Jesús, verdadero Dios y
verdadero hombre.
San Marcos hoy nos cuenta un hecho sorprendente que dejó boquiabiertos a
los apóstoles durante una tempestad en el lago:
“Se levantó un fuerte huracán y
las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa,
dormido sobre un almohadón. Lo despertaron, diciéndole: Maestro, ¿no te importa
que nos hundamos?”.
(¡Se la perdieron los apóstoles! La verdad es que todavía no se fiaban
mucho de Jesús, pero para los hombres de fe, hoy y siempre, aferrarse a Cristo,
aunque esté dormido, es decir, aunque parezca que no interviene ni soluciona
nuestros problemas, eso es fiarse de Él. Eso es creer en la providencia. Eso es
progresar en el espíritu).
San Marcos, prosigue:
“Jesús increpó al viento y dijo
al lago: ¡Silencio! ¡Cállate!
El viento cesó y vino una gran
calma”.
Posiblemente Jesús podía pensar que, habiendo visto tantos milagros sus
discípulos, tendrían más confianza en Él. Por eso, los reprende con estas
palabras:
“¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún
no tenéis fe?”
El resultado fue que ellos quedaron “espantados” ante un prodigio tan
grande y su conclusión fue ésta:
“Pero, ¿quién es éste? ¡Hasta el
viento y las aguas le obedecen!”
Ése es Jesús, el predilecto del Padre.
Ése “es un gran profeta que ha
surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo”, como dice el
versículo aleluyático.
De esta manera vemos al Todopoderoso, encarnado en Cristo, que nos
muestra su grandeza y su poder.
Pero todo este poder lo ha puesto el Señor al servicio de la
misericordia, por puro amor a sus criaturas.
De aquí que San Pablo nos enseñe que “nos
apremia el amor de Cristo… Cristo murió por todos, para que los que viven ya no
vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos”.
De esta forma la misericordia de Dios en Cristo nos ha hecho “criaturas
nuevas”.
El salmo responsorial, consciente de que el Dios tan grande, bueno y
poderoso, se ha hecho misericordia, nos invita a repetir:
“Dad gracias al Señor (¡verdadero Señor!) porque es eterna su misericordia… Den gracias al Señor por las
maravillas que hace con los hombres”.