DIOS
NO HIZO LA MUERTE
“Dios no hizo la muerte ni goza
destruyendo a los vivientes”.
Dios
todo lo hizo bien.
Creó
al hombre para la felicidad, más aún, “lo
hizo a imagen de su propio ser” para que gozara como Él goza.
Sin
embargo el diablo se interpuso, fomentando el orgullo humano, y el hombre “pisó
el palito” y cayó. Y “la muerte entró en
el mundo por la envidia del diablo”, para todos los seres humanos. Su fruto
fue el pecado original.
El
párrafo del libro de la Sabiduría ve como algo normal la muerte física.
Lo
doloroso para él es la otra muerte, la del pecado.
De
esa muerte debemos huir. Si Dios por el bautismo nos libró del pecado original,
esforcémonos por evitar todo otro pecado que nos aparte de Él.
El
salmo responsorial nos invita a glorificar al Dios de la vida:
“Te ensalzaré, Señor, porque me has
librado.
El Señor me escuchó y cambió mi luto en
danzas. Te daré gracias por siempre”.
No
sé, si muchas o pocas veces, pensamos en que el Señor es Dios de vida y a Él se
la debemos. Es preciso vivir en acción de gracias.
Por
su parte, San Pablo nos invita hoy a vivir el compartir cristiano que es parte
del gran mandamiento.
Meditemos
estehermoso pedido que hace a los Corintios para que compartan con los pobres
de Jerusalén:
“No se trata de aliviar a otros, pasando
vosotros estrecheces; se trata de igualar. En el momento actual, vuestra
abundancia remedia la falta que ellos tienen; y un día la abundancia de ellos
remediará vuestra falta; así habrá igualdad”.
Esta
maravillosa caridad la ha vivido siempre la Iglesia de Jesús. Ahora, por ejemplo
lo hace Cáritas. Ése origen tuvo también
Adveniatde la Iglesia en Alemania.
A
continuación Pablo alude al maná.
Según
el Éxodo “a la hora de recoger cada día
la porción para uno o para toda la familia, al pesar la ración no sobraba al
que había recogido más ni faltaba al que había recogido menos: cada uno había
recogido lo que necesitaba para comer”.
Si
compartiéramos como enseña San Pablo, tendríamos una sociedad según Cristo. Mientras
tanto, que cada uno de nosotros colabore según sus posibilidades, imitando “lo generoso que fue nuestro Señor
Jesucristo: siendo rico se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su
pobreza”.
El
Evangelio nos presenta a Jesús que todo lo hizo bien y se dedicó a sanar toda
dolencia.
Hoy
San Marcos, nuestro compañero del ciclo B, nos presenta dos milagros, cada uno
de los cuales tiene una gran enseñanza: la importancia de la fe.
El
primero nos cuenta que una mujer “pensando
que con solo tocar el vestido se curaría” se acercó a Jesús, lo tocó y se
curó.
Jesús
la alaba ante todos con estas palabras: “Tu
fe te ha curado. Vete en paz y con salud”.
Una
fe maravillosa es ésta que nos debería hacer pensar que, cuando recibimos la
Eucaristía, no tocamos el vestido de Cristo externamente sino que todo Jesús
entra en nosotros con su amor y poder.
El
segundo milagro es también fruto de la fe.
Meditemos.
En
el camino le dicen: “Tu hija ha muerto. ¿Por
qué molestar más al Maestro?”
Jesús
le dice: “NO TEMAS. ¡Basta que tengas fe!”
Cuando
llega Jesús a la casa dice disimulando y como queriendo quitar importancia al
gran milagro que iba a hacer:
“La niña no está muerta, está dormida”.
La
gente sabía muy bien, sobre todo las plañideras, que la niña estaba bien
muerta.
Jesús
entra en la casa y dice a la pequeña:
“Niña, contigo hablo, ¡levántate! La
niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y se
quedaron viendo visiones”.
Es
importante que también hoy nosotros escuchemos a Jesús que nos repite: “No temas… basta que tengas fe”.
Por
si acaso, recuerda también que Él te dice: “Contigo
hablo, ¡levántate!”; deja el pecado que es muerte y ven con el Dios de la
vida.
¡NO
TEMAS!