YO SOY EL BUEN PASTOR
Casi todos los días, cuando voy caminando de la casa a la Radio, me llama la atención un hombrecito que dice a todo el que pasa: “¡Catorce curitas por un sol!”.
Pueden creerme; mi mente vuela de inmediato a todos los obispos que tienen seminario con muy pocos seminaristas y pienso que sería fabuloso para ellos el poder conseguir, tan rápidamente, catorce padrecitos para su diócesis. Y más todavía si fuera a tan bajo costo.
A este domingo se le llama el domingo del Buen Pastor.
Tampoco Jesucristo consiguió muy rápidamente catorce “curitas”. Primero porque sólo le salieron doce apóstoles y segundo porque el formarlos le costó bastante.
Yo ante todo quiero resaltar en este domingo que sólo hay un Buen Pastor y que ese Pastor es el “Yo soy”.
Esto quiere decir que solamente el “Yo soy” es el dueño del rebaño. Es decir Jesucristo.
En la práctica hay dos problemas:
Uno, que los sacerdotes digan “mi parroquia”, “mis fieles”, “mi comunidad”… y peor todavía, que se lo puedan creer… Y por otra parte también muchos fieles dicen “mi párroco”… y se apegan a él como si fuera su pastor… y ¡pobre obispo si se lo cambian!
No es ésta la enseñanza que da precisamente Jesucristo. Ante todo y con exclusividad nos dice “Yo soy el Buen Pastor”.
La frase es clara y absoluta y, por si acaso, advierte que: “El Buen Pastor da la vida por las ovejas”.
Y no sólo da la vida por ellas, sino que, para que no haya peligro de confusión, afirma:
“Yo conozco a las mías y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre…”.
Pero todavía Jesús hace más amplia su posesión:
“Tengo además otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor”.
Después de leer atentamente todo esto nos deben quedar muy claras dos cosas: Jesús es el único y Buen Pastor y segundo, todas las ovejas le pertenecen, incluso las que aún no están en su rebaño.
La enseñanza concreta para nosotros, por consiguiente, es muy amplia:
* Tenemos al mejor Pastor.
* Le pertenecemos y conocemos su voz.
* Cuando otro quiera adueñarse de nosotros hemos de pensar que es un asalariado y no el Buen Pastor.
De muchas maneras se ha querido marginar al Buen Pastor a través de la historia de la salvación.
El salmo responsorial nos enseña esto con una comparación “la piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular”.
Esto es lo mismo que decir: los que rechazaron al Buen Pastor han perdido, porque “el Señor ha hecho un milagro patente”, colocar a Cristo como único Señor.
Por su parte, San Pablo, nos presenta a Dios como único Padre que nos ha amado y con qué amor, ya que nos llama sus hijos y ¡lo somos!
Sabemos perfectamente que Jesús, Verbo de Dios, es uno con el Padre y el Espíritu Santo, y por consiguiente la piedra angular.
También San Pedro, en su discurso kerygmático que hoy leemos, nos repite: “Jesús es la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, que se ha convertido en piedra angular; ningún otro puede salvar; bajo el cielo no se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos”.
De estas reflexiones brota claramente una conclusión:
Sólo Jesucristo es el dueño de su Iglesia y de todas las ovejas que puedan acercarse a Él.
Y que cada uno de nosotros debemos ser agradecidos al que dio la vida por nosotros y no permitir que ninguno, ni sacerdote, ni diácono, ni párroco, ni obispo, sean los dueños de nuestro corazón porque eso sería traicionar a Jesús, el único Buen Pastor, que ha dado la vida por nosotros.
Y si todo está en orden en nuestro corazón, seremos los mejores colaboradores de los que representan a Cristo. Pero eso sí, representan a Cristo; no son Cristo.
Terminemos pidiendo a Dios que nos dé muchos pastores, según el corazón del Buen Pastor, “para que así el débil rebaño de tu Hijo tenga parte en la admirable victoria de su Pastor”.