LA MANIFESTACIÓN DE DIOS
“Veneremos este día santo honrado con tres prodigios:
Hoy la estrella condujo a los magos al pesebre. Hoy el agua se convirtió en vino en las bodas de Caná. Hoy Cristo fue bautizado por Juan en el Jordán para salvarnos”.
Esta es la antífona de las segundas vísperas de la Epifanía del Señor.
La palabra “teofanía” se emplea frecuentemente en la Sagrada Escritura para hablarnos de las “manifestaciones de Dios”. Epifanía es una palabra similar ya que etimológicamente significa “manifestación de arriba” y por tanto también manifestación del Señor.
Esta fiesta llamada por la liturgia “Epifanía del Señor” incluye pues las tres manifestaciones de Dios en Cristo.
Hablemos de ellas.
La primera es la del día en que los magos de oriente, iluminados por una estrella especial, llegaron a Jerusalén buscando al Mesías recién nacido.
Sabemos que se fueron a la capital, Jerusalén, pensando que allí estaría el Mesías recién nacido.
Aquél fue el momento que Dios escogió para hacer que los grandes de Israel se enteraran del misterio que los pastores habían conocido la misma noche del nacimiento de Jesús y ahora lo proclamaban los magos de oriente. Éstos vienen movidos por el Espíritu Santo, que quiso acercar a los gentiles hasta el Salvador del mundo, para que se supiera que Jesús venía no sólo para Israel sino también para todos los seres humanos.
El Evangelio los llama magos y no reyes y no dice cuántos eran.
La tradición, sin embargo, pone tres personajes, seguramente que por el número de dones que ofrecieron a Jesús, oro, incienso y mirra. Incluso se les llegó a dar el nombre de Melchor, Gaspar y Baltasar.
Por lo demás el Evangelio siempre es escueto y también en este relato. Lo más importante es:
“Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre y, cayendo de rodillas lo adoraron”.
La segunda epifanía que recordamos en estos días, según la antífona que meditamos, es la de las bodas de Caná.
Jesús responde a la petición de María, su Madre, convirtiendo el agua que contienen las grandes tinajas, en vino generoso y así “en Caná de Galilea, Jesús comenzó sus milagros, manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en Él”.
Esta es, pues, la segunda epifanía que va precedida de la palabra “hoy”.
La tercera se da en el río Jordán después que Juan bautizó a Jesús, no con un sacramento sino con un bautismo de penitencia y conversión.
El Evangelio del día nos lo cuenta así:
Juan proclama a la multitud “detrás de mí viene el que puede más que yo y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo he bautizado con agua pero él os bautizará con Espíritu Santo.
Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán.
A penas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma. Se oyó una voz del cielo:
“Tú eres mi hijo amado, mi predilecto”:
Esta tercera epifanía es una manifestación de la Trinidad Santa en el momento en que Jesús comienza su vida pública:
El Padre habla, el Hijo en el río y el Espíritu Santo bajo el signo de una paloma.
Estos son los misterios que celebramos en estos últimos días del tiempo de Navidad.
Unas fiestas movibles que este año para nosotros se han repartido así:
La fiesta de los magos, el día 8 de enero, el bautismo de Jesús al día siguiente y el relato de las bodas de Caná lo presentará la liturgia más adelante, durante el tiempo ordinario.
Lo importante en estas manifestaciones de Dios es que Dios cumple sus promesas de salvar la humanidad.
Lo importante en estas manifestaciones de Dios es que Dios cumple sus promesas de salvar la humanidad.
Se repite hoy porque para Dios todo es un presente, un hoy de misericordia infinita que nos trae la salvación a los hombres de todos los tiempos.
Aprovechemos estas manifestaciones de Dios para agradecerle y repetir gozosamente: Dios ha visitado a su pueblo y hemos visto su gloria.
José Ignacio Alemany Grau, Obispo