Reflexión dominical 13.11.11
SE ACABA EL AÑO LITÚRGICO
Las tres lecturas de hoy nos invitan a una seria reflexión como preparación al fin del año.
En primer lugar encontramos el tema de la mujer en la Biblia:
A la lectura de hoy que es de los Proverbios, añado otras tres citas bíblicas para que nuestras lectoras puedan escoger el modelo que les parezca mejor para su vida y para que los hombres, al escoger esposa, puedan hacer lo mismo.
* “Por cuanto son altivas las hijas de Sión, y andan con el cuello estirado y guiñando los ojos y andan a pasitos menudos y con sus pies hacen tintinear las pulseras… aquel día quitará el Señor el adorno de las ajorcas, los solecillos y las lunetas; las perlas, las lentejuelas y los cascabeles; los peinados y las cadenillas de los pies, los brazaletes, los pomos de olor y los amuletos, los anillos y aretes de nariz, los vestidos preciosos, los mantos, los chales, los bolsos, los espejos, las ropas finas, los turbantes y las mantillas…” (Is 3,16-23).
* “Que las mujeres, vestidas decorosamente, se adornen con pudor y modestia. No con trenzas o con oro o con perlas o vestidos costosos sino con buenas obras, como conviene a mujeres que hacen profesión de piedad” (1Tm 2,9ss).
* “Que vuestro adorno no esté en el exterior, en el peinado, joyas y modas, sino en lo oculto del corazón, en la incorruptibilidad de un alma dulce y serena: esto es precioso ante Dios. Así se adornaban en otro tiempo las santas mujeres que esperaban en Dios…” (1P 3,3s).
* Finalmente, la lectura de hoy que es de los Proverbios (31,10ss):
“Una mujer hacendosa, ¿quién la hallará? Vale mucho más que las perlas. Su marido se fía de ella y no le faltan riquezas. Le trae ganancias y no pérdidas todos los días de su vida. Adquiere lana y lino, los trabaja con la destreza de sus manos. Extiende la mano hacia el huso y sostiene con la palma la rueca. Abre sus manos al necesitado y extiende el brazo al pobre. Engañosa es la gracia, fugaz la hermosura, la que teme al Señor merece alabanza”.
El salmo responsorial (127) nos presenta el matrimonio que irá feliz al juicio de Dios:
“Dichoso el hombre que teme al Señor y sigue sus caminos. Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso y te irá bien…tu mujer como parra fecunda en medio de la casa y los hijos como renuevos de olivo alrededor de tu mesa”.
San Pablo nos habla hoy del fin de los tiempos: “Sabéis perfectamente que el día del Señor llegará como un ladrón en la noche. Cuando estén diciendo “paz y seguridad”, entonces, de improviso les sobrevendrá la ruina, como los dolores de parto a la que está encinta y no podrán escapar”.
Para San Pablo los cristianos debemos vivir siempre en la luz y como hijos del día. Por tanto, nunca habrá esa noche de pecado en nosotros. De todas formas nos advierte: “que no durmamos como los demás sino que estemos vigilantes y despejados”, para cuando venga el Señor.
Estas ideas evidentemente las toma San Pablo del Evangelio que sin duda le contaron los primeros cristianos. De ellos bebió las enseñanzas de Cristo, a parte de las revelaciones personales que recibió como apóstol elegido.
El Evangelio, a su vez, nos cuenta la parábola de los talentos.
Un señor, antes de viajar, reparte el dinero entre sus empleados, “a cada uno según su capacidad”.
Cuando regresan los dos primeros han doblado la cantidad recibida: Uno trae diez talentos y otro cuatro. A los dos los felicita por igual: “Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu Señor”.
La misma felicitación, el mismo premio y pasan con el mismo derecho al banquete celestial.
El tercer empleado, en cambio, quiso justificar su holgazanería diciendo: “Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces; tuve miedo y fui a esconder mi talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo”.
El señor castiga severamente su falta de responsabilidad.
La aplicación es clara e importante. Estamos a fin de año. Dios nos ha dado a todos unos talentos para que los desarrollemos a lo largo de nuestra vida. ¿Cómo vamos correspondiendo y cómo va nuestro “negocio” con el Señor?
A los hombres los engañamos y hacemos todas las trampas que podemos. ¡Con Dios esto no es factible!
Terminemos con el consejo del verso aleluyático: “Permanezcan en mí y yo en ustedes. El que permanece en mí da fruto abundante”.
José Ignacio Alemany Grau, obispo