27 de julio de 2019

APRENDAMOS A ORAR


APRENDAMOS A ORAR

La liturgia de hoy nos enseña cosas muy prácticas sobre la oración, empezando por la casi “descarada” oración de Abraham y terminando con la oración del dulce Jesús. Veamos.
  • Génesis
Un buen día le confió Dios a Abraham su determinación de acabar con Sodoma y Gomorra porque sus pecados eran intolerables.
Es interesante también la actitud de Abraham que se acerca a Dios para darle unos “consejitos” y, como concluyendo, le dice: si hay en la ciudad cincuenta inocentes, ¿van a morir junto con los pecadores?
A partir de entonces se dio una competencia entre la “bondad” de Abraham y la actitud justiciera del Señor.
El resultado es que va bajando el número de justos y cuando Abraham llega a afirmar que si hubiera diez justos no deberían morir con los culpables, Dios acepta la petición del patriarca, diciendo:
“En atención a los diez no destruiré la ciudad”.
Ahí encontramos, por un lado, la confianza creciente de Abraham en Dios y por otro lado su astucia pensando que su sobrino Lot está en esa ciudad pecadora.
Dios tiene una misericordia mucho más grande que la de Abraham y salva a su sobrino con toda su familia.
Esto nos recuerda aquella parábola de Jesús que cuenta el Evangelio de hoy, cómo perseveró el amigo pidiendo al panadero a medianoche el pan que necesitaba.
  • Salmo responsorial 137
El salmista reconoce que Dios ha escuchado su oración y se lo agradece.
En este salmo debemos aprender a dar gracias al Señor porque escucha nuestra oración:
“Cuando te invoqué me escuchaste”.
Y fortalece así nuestra confianza en Él: “Acreciste el valor en mi alma”.
Pidamos también hoy al Señor que nunca nos abandone porque somos obra de sus manos cariñosas.
  • San Pablo
El apóstol nos invita a confiar en Jesús que con su resurrección nos ofrece también la nuestra y nos enseña que habiendo estado muertos por el pecado, Dios nos perdonó por el sacrificio de Cristo.
Por eso nuestra condena de muerte ha quedado clavada en la cruz donde murió Jesús por nosotros.
  • Verso aleluyático
Es breve pero nos enseña algo muy importante.
En Cristo hemos recibido el Espíritu Santo que nos permite repetir con confianza plena estas palabras: “Abbá, Padre”.
Repitamos frecuentemente estas sublimes palabras invocando al Espíritu Santo.
  • Evangelio
El Evangelio nos habla directamente de nuestro tema.
Comienza diciendo que uno de sus discípulos, seguramente emocionado al ver rezando a Jesús, le pidió: “Señor, enséñanos a orar”.
Posiblemente fue uno de los discípulos de Juan que recordaba cómo oraba el Bautista y les enseñaba también a orar a ellos.
Jesús aprovecha la oportunidad para enseñarnos la oración más bella, la del Padrenuestro, en la que resume por dónde debe ir nuestro corazón cuando queremos orar a Dios, pensando primero en la santidad y gloria de su Padre y enseñándonos después cómo debemos pedir también por nosotros mismos, el pan material y también el espiritual (¿la Eucaristía?) y perdonando de corazón para ser perdonados.
Una oración que haremos bien meditándola con profundidad cada vez que la recemos.
A continuación Jesús insiste en la constancia  de nuestra oración. Como decíamos antes, habla del panadero a quien su amigo inoportuno le pide pan a medianoche.
También tiene unas frases que resumen el porqué de la oración de petición:
“Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá”.
Termina el párrafo con este texto que encierra la grandeza del amor de Dios Padre:
“Si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo…?”
¿En tu oración has pedido muchas veces a Dios que te dé su Espíritu Santo?
Ten presente que la tercera Persona de la Trinidad Santa es la clave para ser oídos en nuestra oración.
Felices Fiestas Patrias Perú.

+ José Ignacio Alemany Grau, obispo

20 de julio de 2019


FUI FORASTERO Y ME RECIBISTE

Hoy la Escritura nos enseña cómo al recibir al huésped nos encontramos con Dios.
Dicho con palabras del Evangelio:
“Fui forastero y me recibiste”.
Actualmente, sin embargo, la experiencia nos enseña cuántos problemas surgen en la sociedad y en las familias cuando se recibe a tanto inmigrante que pide ser acogido.
Que Dios nos ilumine para que podamos cumplir el deseo de Jesús.
Veamos qué pasó con Abraham y con la familia de Betania.
  • Génesis
Nos presenta a Abraham, hombre de mucha fe, que ve que se acercan tres hombres cuando él se encontraba sentado junto a la encina de Mambré y les pidió “que no pasen de largo junto a tu siervo”.
Les dio una comida muy agradable y al terminar se dio cuenta de que el Señor lo había visitado para cumplir la promesa hecha hacía veinticinco años:
“Cuando vuelva a ti dentro del tiempo de costumbre, Sara habrá tenido un hijo”.
Fue maravilloso hospedar a tres hombres y encontrarse con Dios.
Posiblemente habrás oído alguna vez que estos tres personajes son un símbolo de la Santísima Trinidad. Así lo vieron los Santos Padres, como un preanuncio del mayor misterio de nuestra fe.
  •  Salmo 14

El salmo nos habla de quién merecerá hospedarse en la casa de Dios y las condiciones para ser acogido por Él:
Proceder honradamente; practicar la justicia, no calumniar, no hacer mal al prójimo ni difamarlo.
Y completa lo dicho pidiendo que no se preste dinero a usura ni acepte soborno alguno contra el inocente.
Todo esto siempre ha sido cierto y sigue siéndolo también en nuestro ambiente social.
  • Pablo
El apóstol enseña: “ahora me alegro de sufrir por vosotros: así completo en mi carne los dolores de Cristo”.
Esos sufrimientos son las exigencias del Reino que en la vida de Pablo es el anunciar el Evangelio y que le han llevado por todo tipo de sacrificios.
También descubrimos en este párrafo el valor que tiene el sufrimiento con Cristo y por Cristo para bien de su Cuerpo místico.
Al final del párrafo nos muestra la preocupación suya y de los evangelizadores:
Enseñar a todos para que puedan “llegar a la madurez de su vida en Cristo”.
Esa es la inquietud del apóstol de siempre. Conseguir que todos puedan conocer a Cristo y madurar en la virtud para llegar a la santidad.
  • Verso aleluyático
Es San Lucas el que promete la felicidad a los que “guardan la Palabra de Dios y dan fruto perseverando”, que es lo que Jesús pidió a los suyos:
“Den fruto que permanezca”.
  • Evangelio
El Evangelio nos habla de la visita de Jesús a la casa de Marta y María donde también nos encontramos, como decíamos al principio, que estas santas mujeres hospedaron a un hombre y se encontraron con Dios.
Debemos fijarnos cómo no hay contraposición entre la actitud de Marta, servir sacrificadamente al prójimo y la de María, que sentada a los pies de Jesús escucha su Palabra.
A primera vista la respuesta de Jesús a Marta parecería un desprecio a la dueña de la casa que quiere atenderle lo mejor posible a Él y a sus discípulos.
Pero no es eso ni mucho menos, puesto que el mandato de Cristo siempre ha sido inseparable: el amor de Dios y el servicio al prójimo.
María acoge la Palabra y Marta la vive.
Esta es la misión de la Iglesia: vida contemplativa y activa, acentuando cada uno lo que le inspira el Señor.

José Ignacio Alemany Grau, obispo

13 de julio de 2019

CONVIÉRTETE A TU DIOS


CONVIÉRTETE A TU DIOS


Una de las cosas más repetidas por el Señor, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento es la invitación a la conversión.
Incluso en el tercer misterio luminoso que nos presentó el Papa Juan Pablo II se nos pide meditar en la llamada a la conversión para entrar en el Reino.
De esto nos habla precisamente la primera lectura de hoy.
  • Deuteronomio
“Conviértete al Señor, tu Dios, con todo el corazón y con toda el alma”.
Sin duda nos está pidiendo que la mente y el corazón vayan juntos por los caminos de Dios.
Para ello la Escritura nos dice que cumplamos sus mandatos, que no son inalcanzables, más bien:
“El mandamiento del Señor está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca. Cúmplelo”.
Buena enseñanza para este tiempo que no aprecia la ley de Dios.
Podemos decir que nuestra naturaleza está tan bien hecha que el Creador se nos ha quedado dentro y su voz repite en el interior de todo el que no está pervertido:
“Obra el bien… evita el mal”.
  • Salmo responsorial (68)
Nos dice: “Buscad al Señor y revivirá vuestro corazón”.
Podemos entenderlo como un pedido a la conversión: si nos hemos alejado de Él hay que buscarlo para que reviva el amor en nosotros.
De hecho toda criatura, para ser feliz, necesita encontrarse con su Creador que es, al mismo tiempo, la meta y fin de su vida y el amigo más íntimo.
El salmo nos invita a vivir en la humildad para ser felices:
“Miradlo, los humildes y alegraos”.
  • Colosenses
El apóstol nos presenta a Jesucristo en un precioso himno que nos describe su grandeza porque siendo hombre es al mismo tiempo imagen de Dios invisible y primogénito de toda criatura.
Es bueno que meditemos cómo en Jesucristo se da la perfecta divinidad y la humanidad verdadera. Por eso mismo nos asegura la fe que es Jesús el que nos ha reconciliado con nuestro Dios al que hemos ofendido de tantas maneras.
  • Aleluya
Si el Antiguo Testamento nos hablaba de la Palabra del Señor, ahora San Juan nos explica cómo Jesús, Verbo de Dios, tiene palabras que son espíritu y vida y por lo mismo Jesús es el Verbo enviado por Dios, la Palabra:
“Tú tienes palabras de vida eterna”.
  • Evangelio
El Evangelio es de San Lucas.
Nos habla del maestro de la ley que se acerca a Jesús  y le hace una pregunta cuya respuesta él mismo conocía perfectamente.
Por eso, como buscando justificarse ante la gente que está escuchando, le pregunta al Señor:
“¿Y quién es mi prójimo?”
La respuesta es clara para todos:
El prójimo es el próximo. Es decir, el que está cerca de nosotros, sea amigo, desconocido o incluso enemigo.
Jesús aprovecha para exponer la parábola tan conocida e importante de “el buen samaritano” que se encuentra con un desconocido herido y maltratado, y que además era judío. Sin embargo lo atiende con delicadeza, lo lleva a la posada y paga su estancia para que recupere su salud.
De todas formas, es bueno que la Iglesia nos recuerde con frecuencia y sobre todo en las enseñanzas dominicales, que el primer mandamiento es “amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu ser”.
A continuación viene, en el Evangelio de hoy, la última parte de la respuesta que da el doctor de la ley: “y al prójimo como a ti mismo”.
Pero sabemos que Jesús llevará este precepto a la perfección cuando diga en la última cena:
“Este es mi mandamiento: que se amen unos a otros como yo los he amado”.
Jesús es el modelo perfecto del amor que nos conduce a la conversión completa y mediante ella a la posesión del Reino.


José Ignacio Alemany Grau, obispo

6 de julio de 2019

PAZ A ESTA CASA


                                 PAZ A ESTA CASA

No hay duda que una de las cosas que más añoramos todos es la paz.
Y sin embargo, hacemos más por la desunión que por la unidad; y por las peleas, muy pobres por cierto, que por la comunión.
Veamos qué nos dicen las lecturas de este día, sobre todo el saludo misionero que enseña Jesús.
  •  Isaías
El tercer Isaías nos cuenta el regreso de los desterrados de Babilonia y hoy nos habla de la reconstrucción de Jerusalén y la presenta como un pueblo en crecimiento, utilizando los términos de la maternidad fecunda: “ubres abundantes”, “mamaréis a los pechos”, “llevarán en brazos a sus criaturas y sobre las rodillas las acariciarán”…
El profeta presenta a Jerusalén en fiesta y resalta la promesa de Dios que dice:
“Yo haré derivar hacia ella como un río la paz”.
La paz que todos deseamos y de una manera especial el pueblo de Israel que ha sufrido tanto en el destierro y regresa a la capital y a la presencia de Dios en su templo.
  • Salmo responsorial 65
Es un himno de alabanza en el que se pide a toda la humanidad que glorifique al Señor:
“Aclamad al Señor tierra entera, tocad en honor de su nombre, cantad himnos a su gloria”.
No olvidemos que siempre la alabanza produce alegría en el corazón sincero y abierto a Dios:
“Alegrémonos con Dios, que con su poder gobierna eternamente”.
No hay duda que compartir las cosas de Dios y glorificarlo juntos se traduce en paz. Por eso es bueno que los que seguimos a Jesús compartamos con frecuencia las cosas de Dios:
“Fieles de Dios, venid a escuchar, os contaré lo que ha hecho conmigo”.
  • San Pablo
Hoy nos habla, al final de la carta a los Gálatas, de cómo en su labor apostólica ha aprendido a dar toda la gloria a Dios y no a sí mismo:
“Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, en la cual el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo”.
A continuación se despide Pablo deseando la paz y la misericordia de Dios para todos:
“La paz y la misericordia de Dios vengan sobre todos”.
  • Verso aleluyático
Nos presenta el versículo dos deseos importantes que Pablo expresa en la carta a los Colosenses:
“La paz de Cristo… y la palabra de Cristo habiten entre vosotros en toda su riqueza”.
Dos deseos que debemos compartir también nosotros con quienes convivimos y a quienes evangelizamos.
  •   Evangelio
El Evangelio de Lucas tiene diversos pensamientos entre los que resaltamos:
+ “La mies es abundante y los obreros pocos. Rueguen al Dueño”.
Tengamos siempre presente que el que da las vocaciones es Dios y la Iglesia las tendrá si se las pide al Señor.
No olvidemos que la Iglesia somos todos los bautizados y por tanto todos debemos hacer oración para que el Señor envíe vocaciones a su mies.
+ “Pónganse en camino”.
Es Jesús quien envía a todos los bautizados a evangelizar, como nos están pidiendo continuamente los últimos Papas, en especial desde San Pablo VI en su preciosa carta Evangelii Nuntiandi.
+ El saludo del misionero debe ser éste, según el pedido de Jesús:
“Cuando entréis en una casa, decid primero la paz a esta casa”.
Es interesante que Jesús añada que, si hay gente de paz, “descansará sobre ellos vuestra paz; si no volverá a vosotros”.
+ Resalta también San Lucas la vuelta de los setenta y dos, que vienen muy contentos y felices porque han visto los signos que Jesús les prometió, hasta dominar a los demonios en los posesos.
+ Concluye el Evangelio con la advertencia de Jesús, diciendo que el motivo más importante de nuestra alegría debe ser que “vuestros nombres están inscritos en el cielo”.
Recordemos, para terminar, que una de las bienaventuranzas que dejó Jesús en el sermón del monte fue ésta:
“Bienaventurados los que construyen la paz porque éstos serán llamados hijos de Dios”.

José Ignacio Alemany Grau, obispo