31 de diciembre de 2014

FIESTA DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR, CICLO B

LOS MAGOS DE ORIENTE

Hoy celebramos la Epifanía, es decir la “Manifestación de Dios”.

¿A quiénes se manifiesta Dios?

Durante la Navidad hemos ido recordando cómo Dios se manifestaba a su pueblo, comenzando precisamente por los más sencillos, los pastores.

Hoy la manifestación del Verbo encarnado la hace el cielo a unos representantes de los pueblos paganos.

Se trata de unos sabios de profundo espíritu religioso que se dedicaban al estudio de los astros que eran divinidades para muchos de ellos.

San Mateo dice que venían de Oriente.

Sabemos que la tradición habla de tres Reyes Magos e incluso les puso nombres: Melchor, Gaspar y Baltazar.

Algunos explican el número de tres reyes para indicar la presencia de los tres continentes entonces conocidos Asia, África y Europa.

Para otros indicarían las tres edades humanas, juventud, edad adulta y vejez.

Para el Papa Benedicto XVI, que nos ha dado estas referencias:

“Hay algo que es la idea decisiva: los sabios de Oriente son un inicio, representan a la humanidad cuando emprende el camino hacia Cristo, inaugurando una procesión que recorre toda la historia. No representan únicamente a las personas que han encontrado ya la vía que conduce hasta Cristo. Representan el anhelo interior del espíritu humano, la marcha de las religiones y de la razón humana al encuentro con Cristo”.

Es una bella idea que te invito profundizar.

Vayamos a los textos bíblicos de este día.

Ya sabemos cómo la Biblia presenta al Verbo encarnado como Luz:

La Luz de Dios es Cristo que ha llegado hasta nosotros. “Dios de Dios, Luz de Luz” (reza el Credo).

El profeta Isaías, anunciando esta llegada, nos dice hoy:

“Levántate, brilla, Jerusalén que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti”.

Hermosa imagen: el mundo cubierto por las tinieblas del pecado y el Señor rompiendo la oscuridad desde las alturas de Jerusalén.

Ante esa luz, el profeta ve cómo la humanidad entera se pone en movimiento para encontrar en Cristo a Dios.

A su vez san Pablo nos repite la idea que vimos en otro momento, cómo Dios descubre su secreto a todas las naciones. De esta manera los gentiles, lo mismo que el pueblo de Dios, son “coherederos, miembros del cuerpo de Cristo y partícipes de las promesas del Evangelio”.

Entre ellos, claro está, los Magos de Oriente. 

El Evangelio nos presenta en primer lugar a los Magos que movidos por una estrella especial en la que ellos descubren la estrella de Jacob, entienden que ha llegado el prometido “Rey de los judíos”.

Esa luz parece que históricamente fue una conjunción astral de los planetas Júpiter y Saturno en el signo zodiacal de Piscis que tuvo lugar en los años VII y VI a.C., considerado hoy como el verdadero periodo del nacimiento de Jesús.

Junto a estos signos externos se da, evidentemente, una luz interior, la fe, que impulsa a estos sabios a ir en busca de dicho Rey.

No deja de ser interesante que mientras los paganos se alegran y llevan presentes al recién nacido, los del pueblo de Dios, empezando por Herodes y toda la corte, se turban y sobresaltan.

Herodes por su parte investiga seriamente entre los doctores de la ley porque le interesa descubrir un posible rival.

Después, con astucia, engaña a los Magos pidiéndoles que “averigüen cuidadosamente qué hay del niño y cuando lo encuentren avísenme para ir yo también a adorarlo”.

Los Magos que primero siguieron un signo especial que vieron en su pueblo, caminaron después guiados por su inteligencia, pensando que encontrarían al futuro Rey en la capital y en el palacio.

Al salir de Jerusalén, otra vez el Señor les dio un signo muy especial para que pudieran encontrar la casa donde estaba el niño.

Los Magos “al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría”.

Llegando a la casa, que ya no era lógicamente la cueva, “vieron al Niño con María su madre”. Mateo no habla de san José posiblemente para recalcar la concepción virginal de María que ha presentado desde el comienzo de su Evangelio.

“Los Magos cayendo de rodillas le adoraron”. No es fácil humanamente hablando entender por qué estos hombres importantes caen de rodillas delante de un pequeño de un año y medio más o menos, adorarlo y ofrecerle tres regalos simbólicos, el oro que indica la realeza, el incienso la divinidad y la mirra la pasión.

Como siempre Dios sale al paso en los momentos difíciles y los Magos, avisados por los ángeles, vuelven a su tierra, felices pero por otro camino.

Con la oración colecta pedimos a Dios, que quiso revelarse a los Magos mediante una estrella, que nos dé fe para reconocerlo en los distintos momentos de la vida y sobre todo que nos dé la alegría de contemplarlo un día cara a cara en el cielo.

Y si queremos que nuestras ofrendas sean agradables a Dios hagamos como la Iglesia “que no ofrece oro, incienso y mirra sino a Jesucristo, tu Hijo, al que aquellos dones representaban y que ahora se inmola y se nos da en comida”.
José Ignacio Alemany Grau, obispo

24 de diciembre de 2014

LA SAGRADA FAMILIA, Ciclo B.

NAVIDAD = NACIMIENTO = NATIVIDAD = CUMPLEAÑOS
Quizá no te habías dado cuenta otros años, de la riqueza que tiene la liturgia al celebrar la Navidad de Jesús.

De hecho hay un esquema para celebrar la Eucaristía en cada una de estas horas: la vigilia, la medianoche, la aurora y el día.

Hoy vamos a hacer nuestra reflexión en torno a los pensamientos que nos ofrece la oración colecta de cada uno de estos días y añadiendo alguna de las fiestas navideñas que siguen.

Ya sabes que la oración “colecta” se llama así porque “recoge” los pensamientos centrales de la Fiesta de ese día.

*Misa en la Vigilia.

La alegría de la fiesta de nuestra redención nos hace recibir gozosos a Jesús como Redentor.

La genealogía de Mateo muestra cómo Jesús, a través de su padre adoptivo, entronca directamente con la descendencia de David. 

También el mismo evangelista nos refiere la concepción virginal de María y el cumplimiento de las promesas del Antiguo Testamento que nos presenta a Jesús como el “Dios con nosotros”.

Pedimos al Padre que cuando venga Jesús como Juez, sea también una fiesta de alegría profunda para todos.

*Misa de la medianoche.

La noche se ha hecho día con Cristo que es la luz eterna. Pedimos que un día podamos gozar de su gloria definitiva en el cielo.

“El pueblo que andaba en tinieblas ha visto una luz grande.

Os traigo una buena noticia, una gran alegría, os ha nacido el Salvador, el Mesías, el Señor”.

Esta luz se hace ternura en la tierra porque a María le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su Hijo primogénito, “lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre”.

Y se hace gloria en el cielo con los ángeles que cantan “Gloria Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”.

*Celebración de la Aurora.

Pedimos que quienes vivimos inmersos en la luz del Verbo hecho carne, manifestemos en nuestras obras la fe que ha iluminado nuestro espíritu.

Los pastores, entusiasmados con el espectáculo y la música celestial, e iluminados por la gracia divina en su corazón, se dijeron:

“Vamos derechos a Belén a ver eso que ha pasado y que nos ha comunicado el Señor.

Fueron corriendo y encontraron a María y a José y al Niño acostado en el pesebre.

Al verlo contaron lo que les habían dicho de aquel Niño”.

*Misa del día.

Dios nos creó a su imagen y semejanza y ha aumentado nuestra dignidad por medio de Jesucristo.

“Pues de su plenitud todos hemos recibido gracia sobre gracia… La gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo”.

Y ahora algo maravilloso que debemos meditar mucho: a Dios solo podemos conocerlo por Jesucristo. Es Él, el regalo más grande que nos ha hecho nuestro Dios: “A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer”, viniendo hasta nosotros. 

Pedimos al Padre que nos conceda la gracia de compartir la vida divina con Jesucristo que hoy se ha dignado compartir con nosotros la condición humana.

*Misa de la Sagrada Familia.

El Padre nos ha puesto a la Sagrada Familia como ejemplo para todos los que formamos el pueblo de Dios.

Esta oración nos lleva a meditar en la Sagrada Familia, fiel a la ley del Señor: 

“Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor… Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor se volvieron a Galilea a su ciudad de Nazaret. El Niño iba creciendo y robusteciéndose y se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios lo acompañaba”.

Es lo importante, crecer, crecer normalmente, y crecer en familia, es decir, en la mejor escuela de la vida.

Pedimos a Dios imitar las virtudes domésticas y la unión en el amor de la Sagrada Familia hasta que un día podamos vivir la alegría de Dios en el hogar del cielo.

*Misa de la Maternidad Divina.

A los ocho días del nacimiento de Jesús la Iglesia nos invita a meditar el gran misterio de la Maternidad Divina.

María ha dado a Jesús lo que da toda madre a su hijo, el cuerpo.

Luego Dios infunde un alma para completar el ser humano. La diferencia maravillosa que hace a María Madre de Dios es, que a la unidad del cuerpo más el alma se une la Persona Divina que, sin dejar de ser Dios, se hace hombre verdadero. 

En este día la Iglesia nos recuerda la bendición solemne del Antiguo Testamento:

“El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. 

El Señor se fije en ti y te conceda la paz”.

Pedimos al Señor que pues nos entregó a través de María los bienes de la salvación, podamos sentir en nuestra vida la intercesión maternal de la que es Madre física de Jesús y Madre espiritual de todos nosotros.

******************************
Amigos lectores, lo maravilloso de la Navidad no es tanto que Jesús nació, sino que se ha quedado con nosotros para siempre.

Es esta presencia la que nos hace felices y nos permite celebrar gozosamente la Navidad.

Con esta alegría les deseo a todos una FELIZ NAVIDAD y que en el próximo AÑO 2015 podamos hacer cada día la voluntad de Dios para ser felices.
José Ignacio Alemany Grau, obispo

20 de diciembre de 2014

IV DOMINGO DE ADVIENTO. CICLO B

Y SE FUE EL ÁNGEL
La oración colecta de este domingo, IV de Adviento, ya nos pone en situación de espera.

Esta oración es muy conocida porque la rezamos hasta tres veces al día:

“Derrama, Señor, tu gracia sobre nosotros que por el anuncio del ángel hemos conocido la encarnación de tu Hijo, para que lleguemos, por su pasión y su cruz, a la gloria de la resurrección”.

Es bueno constatar que, ya desde la llegada de Jesús a este mundo, quiere la Iglesia que meditemos su misión completa: nos trae la salvación de Dios con su encarnación, pasión, muerte y resurrección.

A su vez la oración última nos invita a pedir a Dios la ayuda para prepararnos con fervor a la celebración del misterio del nacimiento de su Hijo.

· En el segundo libro de Samuel se nos cuenta cómo habiendo llegado el pueblo de Israel a la estabilidad, después de tantos años de trashumancia, David quiere hacer una casa a Dios, como corresponde:

Todos tienen ya su casa, también hay que hacerle una casa a Dios: “Yo estoy viviendo en casa de cedro, mientras el arca del Señor vive en una tienda”.

Aunque Natán, en el primer momento aceptó la propuesta del rey: “ve y haz cuanto piensas, pues el Señor está contigo”, pronto Dios le mandó cambiar los planes.

El templo de Dios lo construirá Salomón pero a David le asegura que tendrá una descendencia que permanecerá para siempre. A esta descendencia Dios le da el nombre de “casa”.

“Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia; tu trono permanecerá por siempre”.

Es bueno que desde ahora veamos cómo se cumplen estas palabras en el Evangelio de hoy:

“Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin”.

· El salmo responsorial nos invita a cantar las misericordias de Dios sobre su pueblo:
“Cantaré eternamente tus misericordias”. Y a continuación se repite la promesa hecha a David:

“Sellé una alianza con mi elegido, jurando a David mi siervo: te fundaré un linaje perpetuo, edificaré tu trono para todas las edades”.

· La segunda lectura nos trae las últimas palabras de la carta a los Romanos.

Se trata de una doxología (palabras de glorificación) en la que Pablo nos habla de la gran noticia para toda la humanidad.

Es el Evangelio, la Buena Nueva no solo para Israel, sino para todos los hombres, incluidos los gentiles.

Esto nunca lo hubieran podido conocer los humanos (Pablo lo llama “gran secreto”) sino hubiera sido por revelación de Dios.

· Aunque brevemente el verso aleluyático nos enseña la actitud que debemos adoptar frente a los planes de Dios en nuestra vida. Son palabras de la Virgen:

“Aquí está la esclava del Señor. ¡Hágase en mí según tu palabra!”.

· Espiguemos algunos pensamientos del Evangelio, tan conocido como profundo y siempre nuevo del anuncio del ángel Gabriel a María.

* Gabriel significa “fuerza de Dios”.

* José pertenece a la estirpe de David, como dice Lucas y presenta largamente la genealogía del Evangelio de Mateo.

En este sentido David es su padre y Jesús pertenece a la “casa de David”. Precisamente por Él la dinastía del real profeta reinará para siempre.

El hecho de ser José el padre legal de Jesús, según la tradición judía transmite esta pertenencia.

Por otra parte, una enseñanza de la Tradición cristiana afirma que también María pertenecía a la casa de David.

* El ángel felicita a María porque su alegría es fruto de la gracia de Dios de la que está llena.

* “No temas María”. La gente del pueblo de Dios frente a cualquier manifestación sobrenatural se sentía sobrecogida de temor, por eso tantas veces aparecen en la Biblia expresiones como ésta: ¡no tengas miedo!

Con estas palabras el ángel abre el camino a un diálogo profundo entre María y él.

* “No conozco varón”. Estas palabras, en el sentido bíblico de que se trata, se refieren a las relaciones matrimoniales. Así manifiesta María que ni tenía estas relaciones con José ni las pensaba tener.

* “Concebirás… el Espíritu Santo vendrá sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra”.

Muchas veces en la Biblia la nube es signo del Espíritu Santo y aquí la sombra que proyecta esta nube sobre María habla de la fecundidad y “por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios”.

* “Y se fue el ángel”.

Las cosas de Dios tienen de extraordinario (milagroso) solamente lo necesario. Después hay que seguir solos y valientes aunque siempre con su apoyo, dentro de lo normal.

Se fue el ángel. Misión cumplida. Y todo siguió normalmente… 

¡¡¡Y llegó Jesús!!! 

Cada semana el día del Señor nos une y aunque no tenemos la alegría de conocernos personalmente gozamos con la Palabra de Dios.

Es un motivo más que importante para que nos felicitemos mutuamente con la alegría de la Navidad.

Les deseo un nuevo y profundo encuentro con Jesús, Verbo encarnado, en estos días.

Y que el Divino Niño y su Santa Madre nos conduzcan durante el 2015 para vivir cada vez más cerca de Dios y de los hombres, sobre todo de los que más nos necesiten.

¡FELIZ NAVIDAD!
José Ignacio Alemany Grau, obispo

10 de diciembre de 2014

III DOMINGO DE ADVIENTO, CICLO B

LA ALEGRÍA DE DIOS QUE VIENE
Tradicionalmente el tercer domingo de Adviento es el “Domingo de la alegría”.

Por ese motivo los ornamentos del celebrante son rosados (cuando se puede) y las velas de la Corona de Adviento en lugar de ser las cuatro moradas, hay una rosada que se prende en este domingo.

Como pueden comprender, los colores de las velas de la Corona tienen que ver con los ornamentos que usa el sacerdote en la Santa Misa.

Esa es la razón por el cual la liturgia nos da hoy motivos especiales de alegría para que vivamos la venida de Jesús como lo que es en realidad:

La alegría más grande. La mejor noticia. Lo más hermoso que ha vivido la humanidad.

En este día podemos entender un poco mejor por qué el Papa Francisco nos ha escrito su carta titulada “El gozo del Evangelio”. ¡El Evangelio es Jesús!

Leamos y meditemos con amor gozoso la liturgia de este día.

*La lectura de Isaías. ¡Bellísima!

Tres pensamientos:

-El Espíritu del amor y gozo está sobre ti, amigo. Lo que el profeta dice del Mesías se lo aplicó Jesús en la sinagoga de Nazaret y tú debes hacerlo tuyo también.

Léelo así: El Espíritu del Señor está sobre mí porque me ha ungido el día del bautismo y de la confirmación para que haga el bien a todos y les descubra la buena nueva de Jesús.

-Ese Espíritu Santo nos hace desbordar de un gozo indecible porque me ha vestido un traje de gala que es la gracia santificante:

“Desbordo de gozo con el Señor y me alegro con mi Dios: porque me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo, como novio que se pone la corona, o novia que se adorna con sus joyas”.

-Toda esta belleza de Dios constituye el jardín más hermoso que podemos imaginar acompañado de la música más agradable, es decir, los himnos que entonan todos los pueblos a su Creador.

*El Magníficat. 

La Madre nos ha dejado el más bello himno de alabanza para que glorifiquemos a Dios como lo hizo Ella.

Rézalo con el gozo de este domingo y mientras lo haces, recuerda tantos regalos y maravillas que Dios te ha ido regalando a lo largo de tu vida.

*Pablo invita a los Tesalonicenses a vivir siempre en la alegría y eso es lo que dice también para ti:

“Estad siempre alegres”.

Pero no se contenta Pablo con esta invitación. Nos da unos hermosos consejos para que nunca perdamos ese gozo profundo que nos regala Dios:

-Ser constantes en la oración.

-Vivir siempre en acción de gracias.

-No apagar el Espíritu Santo.

-Y examinarlo todo quedándonos con lo bueno.

-Guardarnos de todo tipo de maldad para que cuando venga el Señor Jesús nos encuentre dignos de Él.

Por lo demás, san Pablo nos recuerda que es la fidelidad de Dios la que respalda nuestras promesas:

“El que os ha llamado es fiel y cumplirá sus promesas”.

*El Evangelio nos presenta al Bautista en la descripción que hace de él el apóstol Juan:

-La presentación de Juan:

-Se trata de un hombre que Dios ha enviado como testigo de la luz, esa luz que es el Verbo de Dios.

-La humildad de Juan que pudo aprovecharse de la situación ya que todos lo tenían como alguien muy importante. Él afirma, sin embargo, que ni es el Mesías ni Elías ni ningún profeta especial.

Se define simplemente como una voz que repite lo que se le ordena.

Él ha venido simplemente a preparar los caminos del Señor. De todas formas Juan da a conocer su inmensa alegría al comunicar que el Mesías ya está aquí.

-Lo que más admiramos es la humildad de este Precursor que nos hace ver cuánto agrada a Dios esta virtud que Jesucristo escogió para ponerse como modelo:

“Aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón”.

Aprovechemos, amigos, este domingo importante para descubrir la alegría de saber cuánto nos ha amado Dios y cómo sólo por amor nos ha enviado a su Hijo querido, este Hijo que constituye, precisamente, el gozo del Padre:

“Este es mi Hijo, mi Amado, mi Predilecto”.
José Ignacio Alemany Grau, obispo

5 de diciembre de 2014

II DOMINGO DE ADVIENTO, CICLO B

DA IGUAL UN DÍA QUE MIL AÑOS

En este segundo Domingo de Adviento la Iglesia se muestra como la Esposa enamorada de Dios, que sale animosa a su encuentro.

Ella conoce los falsos atractivos de un mundo que pretende encantarnos y pide a Dios la sabiduría necesaria para poder llegar a la plenitud de la vida en Cristo (ver Oración colecta).

Analicemos, por separado, las tres lecturas del ciclo B.

* El capítulo 40 de Isaías, cuyo principio leemos hoy, pertenece en realidad al Deuteroisaías, es decir, un personaje distinto del primer Isaías que escribió los treinta y nueve primeros capítulos.

Con este párrafo comienza el llamado “Libro de la Consolación” y en verdad que desde el inicio trae ecos de ese consuelo de Dios:

“Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios.

Hablad al corazón de Jerusalén y gritadle que… está pagado su crimen”.

En un segundo momento el mismo Isaías grita que preparen el camino al Señor.

La imagen que utiliza nos recuerda cómo se preparaba la llegada de un rey, allanando cerros y rellenando valles y enderezando caminos tortuosos, para que el viaje le fuera más cómodo al magnate.

El personaje a que se refiere Isaías es evidente: el mismo Dios.

Realmente en este domingo se nos prepara para encontrarnos con Él:

“Aquí está vuestro Dios, mirad, el Señor Dios llega con poder y su brazo manda. 

Viene con Él su salario y su recompensa lo precede”.

Les dejo para su meditación personal estas bellísimas frases de Isaías, que sin duda, es el profeta preferido en la liturgia para su oración, después de los salmos.

Medita y aplícate a ti mismo la ternura y belleza de esta palabra de Dios:

-“Hablad al corazón de Jerusalén.

-Dios viene con la recompensa.

-Como un pastor que apacienta el rebaño lleva los corderos sobre el pecho.

-Cuida personalmente a las ovejas que cría”.

* De la carta de san Pedro.

El apóstol nos habla de la paciencia de Dios “que no quiere que nadie perezca sino que todos se conviertan”.

¡Así es la misericordia de Dios para con nosotros: siempre nos espera!

Nos habla a continuación, con palabras propias del género apocalíptico, de la venida del Señor que “llegará como un ladrón… con gran estrépito los elementos se desintegrarán y la tierra con todas sus obras se consumirá”.

Para nosotros los consejos concretos que da san Pedro son lo importante y nos deben servir siempre:

“Nosotros, confiados en la promesa del Señor, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva, en la que habite la justicia.

Por tanto, queridos hermanos, mientras esperáis estos acontecimientos, procurad que Dios os encuentre en paz con Él, inmaculados e irreprochables”.

Para san Pedro el antes o el después importa poco porque “para el Señor un día es como mil años y mil años como un día”.

* La lectura del Evangelio de hoy es el inicio de San Marcos.

En el primer versículo nos presenta el propósito de todo su escrito: 

La persona de Jesucristo como hijo de Dios.

El relato del día nos recuerda al Bautista, preparando en el desierto la venida del Señor. Lo hace evocando precisamente al profeta Isaías.

La predicación de Juan pedía la conversión para recibir el perdón de los pecados.

Él bautizaba en el Jordán con un bautismo de agua que no es precisamente el sacramento que inaugurará Jesús personalmente.

Por eso el Bautista advertía a la gente que el más importante era Jesús:

“Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle la sandalia. Yo os he bautizado con agua pero Él os bautizará con Espíritu Santo”.

* El salmo responsorial nos anuncia la salvación y la paz:

“Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos.

La salvación está ya cerca de sus fieles y la gloria habitará en nuestra tierra”.

Y aludiendo, sin duda, a la venida del Mesías, dice:

“El Señor nos dará la lluvia y nuestra tierra dará su fruto”.

Bellas palabras que muchos autores aplican a María que es la tierra que da fruto y ese fruto que da María es el Señor que nos llueve del cielo.
José Ignacio Alemany Grau, obispo

27 de noviembre de 2014

I DOMINGO DEL TIEMPO DE ADVIENTO, CICLO B

EL SEÑOR VIENE SIEMPRE

El Señor viene, viene siempre.

Cada día viene el Señor.

Hay que estar siempre en vela para reconocerlo y abrirle el corazón apenas llegue y llame.

Estamos en el Primer Domingo de Adviento. La liturgia del final de año y la del comienzo del mismo inicia recodándonos la venida del Señor, tal como enseña Jesús:

Debemos estar preparados para el gran encuentro que será al final de los tiempos, la Parusía.

Mientras tanto hay que descubrirlo en los distintos acontecimientos de la vida.

Tengamos además en cuenta que hoy comenzamos el ciclo B y nuestro Evangelista compañero del año va a ser san Marcos.

En la primera lectura de Isaías manifestamos nuestra confianza en Dios a pesar de nuestros pecados:

“Sales al encuentro del que practica la justicia y se acuerda de tus caminos”.

El gran profeta nos habla de la confianza que debemos tener todos con el Señor:

“Tú, Señor, eres nuestro Padre. Tu nombre de siempre es “nuestro Redentor”.

Para Isaías ya no tienen tanta importancia ni Abraham ni Jacob a quienes siempre citaban los israelitas. Para él lo que importa es la paternidad de Dios:

“Señor, tú eres nuestro Padre, nosotros la arcilla y tú el alfarero, somos obra de tu mano”.

Encontramos también en esta lectura una alusión a la venida del Redentor cuando dice:

“Ojalá rasgases los cielos y bajases, derritiendo los montes con tu presencia… Jamás oído oyó ni ojo vio un Dios, fuera de ti, que hiciera tanto por el que espera en Él”.

Confiemos en la misericordia de Dios contigo y conmigo, con todo hombre. Su misericordia es más grande que nuestros pecados. Él es nuestro Dios y Padre.

El salmo responsorial es un ruego al Señor que es nuestro Pastor, según el profeta Isaías, para que venga a nosotros y con su poder amoroso de Padre venga a salvarnos:

“Que tu mano proteja a tu escogido, al hombre que tú fortaleciste”.

Finalmente el salmista nos invita a no alejarnos de Dios, pidiéndole:

“Danos vida para que invoquemos tu nombre”.

La paternidad de Dios se realiza en Jesucristo, según san Pablo, cuya carta a los Corintios leemos hoy.

Con Cristo “habéis sido enriquecidos en todo: en el hablar y en el saber… de hecho no carecéis de ningún don, vosotros, los que aguardáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo”.

Todavía más. 

Sabemos que Dios es fiel y nos ayudará hasta el final:

“Él nos mantendrá firmes hasta el final, para que no tengan de qué acusaros en el día de Jesucristo, Señor nuestro”.

El párrafo de hoy termina recordándonos la fidelidad de Dios:
“Dios os llamó a participar en la vida de su Hijo, Jesucristo, Señor nuestro. ¡Dios es fiel!”.

El Evangelio de hoy, que es de Marcos, es la continuación de las palabras de Jesús que meditamos en otro momento, respecto a su venida “sobre las nubes con gran poder y gloria”, para reunir a todos los hombres.

Respondiendo a una pregunta implícita de los suyos, aclara Jesús:

“En cuanto al día y la hora nadie lo conoce, ni los ángeles del cielo ni el hijo, sólo el Padre”.

Conviene que sepamos que Jesús, como Hijo de Dios, conoce todo lo mismo que el Padre. Pero como Hijo del hombre no está en los planes de Dios revelarnos todos los detalles. 

Después de esto surge otra pregunta: ¿Y qué tenemos que hacer?

¿Es bueno que no sepamos cuándo será la venida del Señor? 

Lo que Jesús quiere es que aprovechemos al máximo todos los talentos que nos dejó el Señor y vivamos en gozosa espera.

Bajo la imagen del portero de un edificio, nos indica cómo debemos actuar hasta que el Señor vuelva. Lo leemos hoy.

En efecto, el párrafo del Evangelio comienza y termina con la misma palabra:

“Vigilad”.

Más aún. A la mitad del párrafo encontraremos la misma palabra, advirtiendo:

“Vigilad, porque no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, a la medianoche, al canto del gallo o al amanecer”.

Lo importante es que cuando “venga inesperadamente no nos encuentre dormidos”.

Jesús que nos amó con la prueba más grande, dar la vida por nosotros, nos insiste con este importante consejo: hay que vigilar siempre y no desfallecer.

Seamos inteligentes y aprovechemos el presente, sea como sea, con los ojos abiertos a un futuro que ciertamente será mejor porque “el Señor vendrá para llevarnos con Él”.
José Ignacio Alemany Grau, obispo

20 de noviembre de 2014

SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO, CICLO A

JESUCRISTO TIENE QUE REINAR 

“Porque consagraste Sacerdote eterno y Rey del Universo a tu único Hijo, nuestro Señor Jesucristo, ungiéndolo con óleo de alegría, para que ofreciéndose a sí mismo, como víctima perfecta y pacificadora en el altar de la cruz, consumara el misterio de la Redención humana, y, sometiendo a su poder la creación entera, entregara a tu majestad infinita un reino eterno y universal: el reino de la verdad y la vida, el reino de la santidad y la gracia, el reino de la justicia, el amor y la paz”.

No he querido quitar ni una sola palabra a este importante párrafo del prefacio porque la Iglesia nos presenta de esta manera la grandiosidad y entrega de Cristo Sacerdote y Rey y al mismo tiempo nos enseña las características de su reinado maravilloso.

Fijémonos bien: es para siempre y para todos. En él encontramos la verdad y vida que tanto ansiamos y en este mundo sólo gozamos a medias. 

Por otra parte es un reino que corresponde al plan de Dios sobre nosotros, es decir conseguir la gracia y la santidad.

Finalmente, en este reino se encuentran las tres características que siempre anheló la humanidad: la justicia, el amor y la paz.

La primera lectura nos habla de Dios como Pastor.

Es el profeta Ezequiel quien nos transmite algunas características suyas:

“Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas… seguiré yo el rastro de mis ovejas y las libraré… Yo mismo apacentaré mis ovejas… Buscaré las ovejas perdidas, recogeré a las descarriadas y curaré a las enfermas.”

Ezequiel nos presenta también a Dios como juez con estas palabras que nos hacen recordar lo que encontraremos en el Evangelio del día:

“Voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carnero y macho cabrío”.

La referencia a las ovejas está clara.

En cuanto a los carneros y machos cabríos, suele entenderse respecto a los jefes del pueblo.

El salmo responsorial es, una vez más, el 22 tan querido por nuestro pueblo.

Muchas veces lo referimos a Jesús, y está bien la referencia, pero evidentemente que la Biblia habla del Dios único del Antiguo Testamento, ya que entonces no conocían el misterio de la Trinidad:

“El Señor es mi Pastor, nada me falta”.

En la segunda lectura san Pablo nos presenta a Jesucristo resucitado de entre los muertos que es la primicia, es decir el primero en resucitar en nombre de toda la humanidad que Él redimió con su muerte y resurrección.

Y puesto que se trata de la fiesta de Cristo Rey, fijémonos en esta expresión:

“Cristo tiene que reinar hasta que Dios haga de sus enemigos estrado de sus pies”.

Este reino de Cristo terminará cuando Él, verdadero Dios pero también verdadero hombre, se someta a sí mismo al Padre Dios “y así Dios será todo para todos”.

El verso aleluyático nos recuerda las palabras de Marcos en el día que Jesús entró en Jerusalén solemnemente: “Bendito el que viene en nombre del Señor. Bendito el reino que llega”.

En cuanto al Evangelio, es un pasaje muy conocido por todos nosotros.

Se trata de un adelanto que nos hace Jesús quien, como buen Maestro, nos prepara para salir airosos en el último examen que rendiremos cada uno, al final de los tiempos.

Este examen será sobre la segunda parte del gran mandamiento, es decir, junto al amor de Dios el amor al prójimo, que es la verdadera manifestación de que nuestro amor es sincero:

“Tuve hambre y me diste de comer. Tuve sed y me diste de beber. Fui forastero y me hospedaste. Estuve desnudo y me vestiste…”

Se trata por consiguiente de un juicio decisivo para toda la humanidad:

El criterio en este juicio será nuestra actitud con los necesitados.

Es Jesús mismo quien revela la clave de la felicidad cuando contesta a las preguntas de los bienaventurados (“¿Cuándo te vimos con hambre y te alimentamos; con sed y te dimos de beber…?”)

“Cada vez que lo hicieron con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicieron”.

No hay duda de que nuestro gozo será pleno si podemos oír las maravillosas palabras del Juez y Rey, Jesucristo:

“¡Vengan, benditos de mi Padre; hereden el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo!”

Y terminemos pidiendo al Padre con la oración principal de este día:

“Dios todopoderoso y eterno que quisiste fundar todas las cosas en tu Hijo muy Amado, Rey del Universo, haz que toda la creación, liberada de la esclavitud del pecado sirva a tu majestad y te glorifique sin fin”.
José Ignacio Alemany Grau, obispo

14 de noviembre de 2014

XXXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO A

AÑORANDO LA VENIDA DEL SEÑOR
“Estad en vela y preparados porque a la hora que menos pensáis viene el Hijo del hombre”.

Estas palabras del verso aleluyático nos presentan el tema central de este domingo:

El Señor vendrá. Hay que estar preparados.

Con el salmo responsorial descubrimos la actitud de los corazones que buscan sinceramente a Dios: 

“Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua… Toda mi vida te bendeciré… en el lecho me acuerdo de ti y velando medito en ti”.

Es hermoso buscar con ansia al Señor noche y día.

El motivo que ha experimentado el salmista es: “porque fuiste mi auxilio”.

Finalmente, con una bellísima comparación que recuerda al águila o la gallinita con sus polluelos, termina: “a la sombra de tus alas canto con júbilo”.

Suspirar por Dios, ansiar estar con Él es el anhelo más grande del corazón noble.

La Sabiduría nos da la alegría de saber que Dios se deja encontrar. Es un Dios maravilloso que responde con su presencia a los que le buscan:

“La Sabiduría es radiante e inmarcesible. La ven fácilmente los que la aman y la encuentran los que la buscan. Ella misma se da a conocer a los que la desean. Quien madruga por ella no se cansa: la encuentra sentada a la puerta…”

Sabemos que la Sabiduría viene a ser la personificación de Dios en muchos párrafos de este libro.

El Evangelio de hoy nos presenta una parábola muy conocida por todos nosotros:

Se trata de diez doncellas que esperan al novio, adornando con sus luces las bodas, según la costumbre de aquel tiempo.

Como tardaba el esposo, les entró sueño y se durmieron.

Y cuando estaban más ajenas a todo, se oyó una voz que gritaba a media noche:

“¡Que llega el esposo! ¡Salid a recibirlo!”.

Las necias que no habían traído repuesto para las lámparas de aceite pidieron a las previsoras que les dieran un poco de su aceite.

Pero hay cosas que son tan personales que no se pueden compartir y por eso contestaron:

“Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y lo compréis”.

El Evangelio divide a estas jóvenes en dos grupos: unas prudentes y otras necias.

El motivo está claro. Es la falta de previsión y de prudencia por parte de las necias.

“Mientras iban a comprarlo llegó el esposo y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas y se cerró la puerta”.

El problema se presentó cuando las necias llegaron tarde gritando: 

“¡Señor, señor, ábrenos!”

Y oyeron la dolorosa respuesta: “Os lo aseguro, no las conozco”.

Con esta parábola Jesús nos dice: “Velad porque no sabéis el día ni la hora”.

Y nos enseña a ser prudentes y estar siempre preparados como ha repetido en muchas oportunidades.

De esta manera, este suspirar por su señor, tanto de las prudentes como de las necias, nos hace pensar cómo la esposa de los cantares suspira de amor por su amado:

“Grábame como sello en tu corazón, grábame como sello en tu brazo, porque el amor es fuerte como la muerte… Las aguas caudalosas no podrán apagar el amor… “¡entra amado mío!”.

Por otra parte podemos recordar también a la esposa que con el Espíritu llama a su Esposo que es Jesucristo con esta exclamación: “¡Ven!” 

Y al mismo tiempo el Apocalipsis invita a todos: 

“Quien lo oiga diga: ¡ven!”

Y ojalá podamos escuchar a Jesús que responde: 

“¡Sí, vengo pronto! Amén. ¡Ven, Señor Jesús!”

Finalmente, la carta de san Pablo afirma que debemos animarnos unos a otros con la seguridad de que al final de nuestra vida nos encontraremos con Jesús.

En primer lugar nos dice que “no queremos que ignoréis la suerte de los difuntos para que no os aflijáis como los hombres sin esperanza. 

Pues si creemos que Jesús murió y resucitó, de igual modo Dios llevará con Él, por medio de Jesús a los que han muerto”.

Así san Pablo presenta el final de la vida cristiana con matices del pensamiento apocalíptico de su tiempo. Por eso insiste que es inminente, que viene como ladrón, que nadie sabe ni cuándo ni cómo, sonido de trompetas, etc.

Poco a poco en la Iglesia primitiva se aclararán estas ideas siguiendo la predicación de Jesús.

Y el mensaje más importante lo encontramos en las últimas palabras del párrafo de hoy:

“¡Estaremos siempre con el Señor!” 

Y por este motivo termina diciendo:

“Consolaos, pues, mutuamente, con estas palabras”.

Todos tenemos con relativa frecuencia contacto con personas que han perdido un ser querido.

En vez de hablar superficialidades en los velorios, aprovechemos para consolar a los deudos, recordándoles que un día nos encontraremos para siempre con el Señor.
José Ignacio Alemany Grau, obispo

6 de noviembre de 2014

XXXII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO A

¿SABES TÚ QUE ERES TEMPLO DE DIOS? 

En la fachada de la basílica de san Juan de Letrán hay una placa de mármol en la que se lee la presentación del templo como: “Madre de todas las Iglesias de la Urbe (Roma) y el Orbe (Mundo)”. 

Se trata de la primera de las basílicas papales que al mismo tiempo es la “catedral” del Papa, obispo de Roma. 

Fue un palacio de la familia imperial que el emperador Constantino I entregó al Papa Melquiades el año 314. Allí se constituyó el templo más importante de toda la cristiandad. 

El templo estuvo dedicado primero a “Jesucristo Salvador” y posteriormente a “san Juan Bautista y san Juan Evangelista”. 

En ese templo se han realizado cinco concilios ecuménicos a través de la historia y también el famoso “Tratado de Letrán” firmado por el Papa Pío XI y Musolini (1929). 

Es bueno saber que los templos cristianos más importantes, las catedrales por ejemplo, suelen tener dos celebraciones. Una en el templo mismo y otra en los otros templos. En el caso de la fiesta de hoy en todos los templos del mundo. 

Por eso la liturgia presenta dos esquemas diferentes y nosotros celebramos, en este domingo, el Aniversario de san Juan de Letrán, fuera de la basílica. 

*La primera lectura nos habla del templo de Dios que es la fuente de la vida verdadera. 

Ezequiel habla de la fecundidad del Espíritu que es como un río que brota del templo y lleva la vida por donde quiera que pasa: en las márgenes, frutales sabrosos y hojas medicinales. Este río además al llegar al “Mar Muerto” lo llena de vida con toda clase de peces. 

Esta corriente del Espíritu viene a ser algo así como una nueva creación del Edén del cual fueron expulsados los primeros padres. 

Y ahora nos preguntamos: 

¿Y qué es ese templo de Dios? 

*San Pablo, en la primera carta a los Corintios, nos presenta el templo como un edificio de Dios cuyo cimiento es Cristo, “la piedra que desecharon los arquitectos”, como dice el salmo 117. 

Jesús ha sido puesto por el Padre como centro y base de todo. 

Ese edificio está formado por piedras sólidas que, al mismo tiempo, son “piedras vivas” por la gracia santificante. 

San Pablo pregunta: 

“¿No sabéis que sois templos de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?”. 

Y añade a continuación algo muy importante que debemos meditar: 

“Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él; porque el templo de Dios es santo y ese templo sois vosotros”. 

¡Ojo hermano!: 

Tú eres templo consagrado. Tu cuerpo y tu alma son como un estuche vivo y maravilloso que encierra algo que vale más que tú mismo. Dentro de ti ¡llevas a Dios! 

¿Vives conscientemente esta verdad de fe tan importante? 

Recuerda que Jesús mismo dijo: “vendremos a él y moraremos en él”. 

*El Evangelio, a su vez, nos presenta a Jesús purificando el templo de Jerusalén que estaba lleno de mercaderes irrespetuosos: 

“Encontró en el templo vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados”. 

Jesús lleno de santa ira hizo un azote de cordeles y “los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas”. 

En cuanto a los vendedores de palomas, les dijo: 

“Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre”. 

Nos dice san Juan que al momento los apóstoles pensaron en estas palabras bíblicas: 

“El celo de tu casa me devora”. 

Y ahora viene lo más importante del relato. Cuando le preguntan los fariseos con qué autoridad ha actuado así, les contesta: 

Él, con su cuerpo y su alma humanos, y el poder de su Persona Divina, es el único templo en el que se goza a Dios. Recordemos las palabras del Padre: 

“Éste es mi Hijo amado en quien me complazco”. 

Jesús da así a los judíos la clave de todo aunque ellos no lo comprendieron: 

“Destruid este templo y en tres días lo levantaré”. 

Dicho de otro modo, los judíos matarán a Jesús (destruid este templo) y en tres días resucitará. 

Resumiendo: 

La profecía de Ezequiel y sobre todo el texto de san Pablo nos hacen ver cómo es el Espíritu Santo el que nos convierte en templos vivos a cada uno de nosotros. 

En cuanto a Jesús es el Espíritu quien lo unge para que sea templo de Dios. 

*El salmo responsorial, finalmente, nos recuerda ese río que riega la ciudad de Dios: 

“El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios, el Altísimo consagra su morada. Teniendo a Dios en medio no vacila, Dios la socorre al despuntar la aurora”. 

Buena meditación la de este domingo para que aprendamos a respetar nuestros cuerpos y el de los demás. 
José Ignacio Alemany Grau, obispo

31 de octubre de 2014

XXXI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO A

UN SOLO MAESTRO, JESUCRISTO

Tres enseñanzas más interesantes de este domingo.

1. Los malos pastores

Posiblemente todos los conocemos, tanto a nivel humano y político como a nivel religioso.

Se aprovechan de todo, y lo que es peor, de todos, para medrar ellos, que son los únicos importantes.

No vale nada la persona de nadie. Sólo la suya es maravillosa.

El profeta Malaquías nos presenta a estos personajes del Antiguo Testamento, juzgados por Dios mismo, que es el “gran Rey”. 

El Señor se enfrenta con los sacerdotes de su tiempo y les exige obediencia.

He aquí algunos de los defectos graves de esos pastores:

-No dan gloria a Dios. 

-Se apartan del camino.

-Hacen caer a otros.

-No han guardado los caminos de Dios.

-Aplican la ley según les caiga una persona.

Dios los desprestigiará ante el pueblo porque en vez de ayudarle lo escandalizan. 

El Señor explica los motivos que debe tener el pastor para actuar con fe:

“¿No tenemos todos un solo padre? ¿No nos creó el mismo Señor?”

2. Los buenos pastores

En la carta de Pablo a los tesalonicenses nos encontramos con un corazón amable, generoso y apostólico de Pablo.

Aprendamos de él los detalles que él mismo nos enseña:

“Os tratamos con delicadeza, como una madre cuida de sus hijos.

Os teníamos tanto cariño que deseábamos entregaros, no solo el Evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias personas porque os habíais ganado nuestro amor”.

A continuación pide a los fieles que recuerden “nuestros esfuerzos y fatigas trabajando noche y día para no serle gravoso a nadie, proclamamos entre vosotros el Evangelio de Dios”.

Un pastor – apóstol siente la felicidad en su trabajo evangelizador y da gracias a Dios por los frutos que ha producido la predicación.

Esto es lo que llenaba de gozo el corazón de Pablo.

Y es que la predicación de Pablo fue presentada según Dios, como dice él mismo, y por eso una predicación que “la acogisteis no como palabra de hombre sino, cual es en verdad, como Palabra de Dios que permanece operante en vosotros los creyentes”.

Así goza con su fecundidad el apóstol que se entrega de lleno a la evangelización.

3. La enseñanza de Jesús sobre los pastores

Por su parte, en el Evangelio de hoy, Jesús nos presenta en primer lugar los pastores hipócritas que se sentaban en la cátedra de Moisés para enseñar al pueblo.

Pero como su corazón tenía una doble cara, Jesús, que ama a su pueblo y busca su bien, les dice:

“Sobre la cátedra de Moisés se han sentado escribas y fariseos: Haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen porque ellos no hacen lo que dicen”.

Pienso que no se puede decir nada peor de un pastor, de un maestro y cuántas veces se repite esta dolorosa realidad entre los que enseñan:

“Todo lo hacen para que los vea la gente… les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en la sinagoga; que les hagan reverencias por las calles y que las gentes les llamen maestro”.

Son esas unas claras pinceladas de defectos que Jesús rechaza.

Y después, como Él que es la verdad y ha venido a enseñar a todos el “camino”, advierte al pueblo:

“No os dejéis llamar maestro porque uno solo es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos.

No llaméis padre vuestro a nadie en la tierra porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo.

No os dejéis llamar consejero porque uno solo es vuestro consejero, Cristo”.

Por si acaso hay que aclarar que el Padre por antonomasia, el Señor, el Maestro, es Dios y su enviado Jesucristo. Los demás, teniendo esto en cuenta, podemos llamarnos con estos nombres, sobre todo si realmente buscamos imitar al Padre del cielo y a su enviado Jesucristo.

Todo esto será posible si seguimos el consejo final del texto bíblico de hoy:

“El que se enaltece será humillado y el que humilla será enaltecido”.

El salmo responsorial nos invita a vivir en esa actitud:

“Guarda mi alma en la paz junto a ti, Señor. 

Señor, mi corazón no es ambicioso ni mis ojos altaneros. No pretendo grandezas que superan mi capacidad, si no que acallo y modero mis deseos como un niño en brazos de su madre”.

¿Has pensado en lo maravilloso que es sentirte como un pequeñuelo en los brazos de la mamá, con la cabecita metida casi en el corazón de su madre? 

¡Así te tiene Dios!

José Ignacio Alemany Grau, obispo

23 de octubre de 2014

XXX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO A

UN DOMINGO PARA EL AMOR
¿Te gustaría saber que si en este momento te murieras, te canonizaría la Iglesia o no?

Como posiblemente esto te parece un poco complicado, haremos otra pregunta.

¿Por qué canonizaron a Juan Pablo II, a santa Rosa, a san Martín, etc.?

La respuesta es bastante simple. Basta examinar la vida de esa persona y fijarse si ha cumplido lo que enseña el Evangelio de hoy.

Un buen día un experto en la ley preguntó a Jesús, con una intención no muy limpia, por cierto:

“¿Maestro, cuál es el mandamiento principal de la ley?”

La respuesta de Jesús no se hizo esperar.

Tuvo dos partes:

La primera: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser”.

Y evitando toda distracción tanto en el que preguntaba como en el público, añadió enseguida:

“El segundo es semejante a éste (mandamiento): amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

Jesús concluye que estos mandamientos resumen la ley y los profetas, es decir, todas las enseñanzas y mandamientos que había en ese momento en la historia de la salvación.

Quizá preguntes ¿y qué tiene que ver esto con la pregunta anterior?

La respuesta es muy simple.

Examina si esas personas (y si te atreves a ti mismo) han cumplido con valentía y generosidad estos dos mandamientos, incluso de una manera heroica.

Si es así son santos de verdad, canonizados o no: están definitivamente con Dios.

Por si acaso, recuerda que santa Rosa llegó a escuchar de Jesús unas palabras que le hablaban de amor esponsal: “Rosa de mi corazón sé tú mi esposa”.

Por otra parte ella, san Martín, san Juan Pablo II, etc. vivieron con entrega valiente y generosa el amor y servicio al prójimo, como nos consta por la historia.

El libro del Éxodo, en ambiente del Antiguo Testamento, nos habla también del amor y servicio al prójimo que pide el Señor:

“No oprimirás ni vejarás al forastero. 

No explotarás a las viudas y huérfanos…

Si prestas dinero, no lo hagas con usura.

Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, se lo devolverás antes de ponerse el sol”.

De todas maneras, ten muy en cuenta que cuando cualquier hombre oprimido grite al Señor, el Señor lo respaldará a él y no a ti: “porque Yo soy compasivo”.

Este párrafo nos habla de cosas concretas sobre el amor al prójimo.

El salmo responsorial, por su parte, nos habla de la otra parte del gran mandamiento: “Yo te amo, Señor, tú eres mi fortaleza, mi roca, mi alcázar, mi libertador…”

Y todavía añade más palabras de amor a Dios que a veces no entendemos, pero que se logran entender en la medida en que vivimos el amor a Dios y necesitamos decírselo con palabras muy concretas, por cierto: “Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte”.

Más todavía. El salmista, lleno de amor a este Dios maravilloso concluye diciendo: 

“¡Viva el Señor, bendita sea mi roca!”

Sabemos que la roca era el símbolo de Dios en el Antiguo Testamento por lo que ella significa de fuerza, de fidelidad incorruptible.

Por su parte san Pablo nos habla en la carta a los Tesalonicenses que uno de los signos de amor y fidelidad que tenemos a Dios consiste en acoger su Palabra. Y no de cualquier manera sino “acogiendo la Palabra entre tanta lucha con la alegría del Espíritu Santo”.

Esa es la alegría del Evangelio que nos presenta el Papa Francisco en su última carta.

Esta acogida es tan intensa que no sólo la han vivido los tesalonicenses sino que ellos mismos la han propagado evangelizando por otros muchos países.

Algo muy importante para nosotros porque, como estamos viendo, el verdadero amor a Dios debe traducirse en la acogida amorosa de su Palabra y también en transmitirla para que otros puedan conocer y amar a Dios sobre todas las cosas.

Por su parte el salmo aleluyático nos advierte que “el que me ama guardará mi Palabra y mi Padre lo amará y vendremos a Él”.

Es hermoso pensar que quien acoge la Palabra de Dios, acoge a Dios y quien la comparte con el prójimo está haciendo el acto de caridad más grande, el de unir el corazón de Dios con el corazón del prójimo”.

José Ignacio Alemany Grau, obispo

19 de octubre de 2014

XXIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO A

QUIÉN MANDA MÁS DIOS O LOS HOMBRES

La primera lectura de hoy es realmente desconcertante.

Ciro, rey persa, que no es judío, un buen día proclamó este edicto que devolvía la libertad al pueblo de Dios:

“Esto dice Ciro, rey de Persia: el Señor, Dios del cielo, me ha dado todos los reinos de la tierra y me ha encargado que le edifique un templo en Jerusalén de Judá.

El que de vosotros pertenezca a su pueblo, que su Dios sea con él, que suba a Jerusalén de Judá, a reconstruir el templo del Señor, Dios de Israel, el Dios que está en Jerusalén. 

A todos los que hayan quedado en el lugar donde vivan, que las personas del lugar donde estén les ayuden con plata, oro, bienes y ganados además de las ofrendas voluntarias para el templo de Dios que está en Jerusalén”.

Pues a este Ciro pagano es a quien Isaías, de parte de Dios, le dedica las palabras que hoy leemos en la primera lectura:

“Esto dice el Señor a su ungido, a Ciro, a quien lleva de la mano: doblegaré ante él las naciones.

Por mi siervo Jacob… te llamé por tu nombre, te di un título, aunque no me conocías...”

De esta manera la providencia de Dios emplea al rey de Persia para devolver la libertad a su pueblo.

Lógicamente el salmo responsorial: aclama la gloria y el poder del Señor y le canta un cántico nuevo, contando a todos los pueblos la gloria y maravillas de todas las naciones.

La lectura de Pablo dirigida a los tesalonicenses podríamos leerla de muchas formas, pero nos fijamos únicamente en el detalle por el cual Pablo llama “elegidos de Dios” a los evangelizadores que proclamaban el Evangelio con la fuerza del Espíritu Santo.

Y vayamos al Evangelio del día.

Es interesante el esfuerzo mental que hacen los fariseos para dejar mal a Jesucristo:

“Se retiraron y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta”.

En esta oportunidad la cosa fue en serio y en su importante reunión pensaron:

Si dice que no paguemos el tributo al César se enterarán los romanos y lo prenderán como revolucionario.

Si dice que paguemos el tributo nosotros seremos los primeros en revelarnos contra Él ante la gente para decir que el Maestro está de parte de los odiados invasores que son los romanos.

Estaban felices como nunca.

Y ¿cuál es la pregunta que les hernió la imaginación?

Como siempre hacen los hipócritas comienzan con esas palabras de los grandes adulones:

“Maestro, sabemos que eres sincero y que no enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no miras lo que la gente sea”.

Y después le preguntan:

“¿Es lícito pagar el impuesto al César o no?”

Jesús, por su parte, lo primero que les hace ver es que con todos sus disimulos no han conseguido engañarle: 

“Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto”.

La toma en una mano y con la otra señala la efigie del César y pregunta:

“¿De quién son esta cara y esta inscripción? Le respondieron:

-Del César”.

Entonces Jesús les devuelve la moneda y dejándolos totalmente desconcertados les dice:

“Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.

Una vez más los fariseos fracasaron y le dieron a Jesús la oportunidad de dejarnos a todos una gran lección sobre cómo actuar en la vida social.

Sabemos que los fariseos, a pesar de su odio a los romanos, buscaban con avaricia sus monedas que tenían el rostro y la inscripción del emperador.

La lección de Jesús es clara.

Hay que respetar la autoridad humana pero no se puede olvidar a Dios y su ley. 

Primero está Dios que es el Creador y después las leyes que dan entre sí las criaturas para una buena convivencia.

El problema, hoy como ayer, se suscita cuando las leyes de los hombres se oponen a la ley que Dios da, unas veces por la naturaleza misma de las cosas que Él ha creado y otras mediante sus mandamientos. Y el problema de los fariseos a Jesús es el que suscita también hoy algunos gobiernos a la Iglesia del Señor.

Es doloroso ver la cantidad de mártires fruto del orgullo de los gobernantes que quieren poner sus leyes inicuas por encima de las leyes de Dios.

Recemos por nuestros gobernantes para que sus corazones no se alejen del corazón de Dios.

José Ignacio Alemany Grau, obispo